
J. BATISTA
VALENCIA.
Martes, 31 de mayo 2022, 00:12
La sociedad es multicultural, lo que con mayor o menor intensidad se refleja en los centros. El respeto de la pluralidad y su inclusión, pilar clave de la escuela del presente y del futuro, está en el ADN del colegio Claret Fuensanta de Valencia, que educa a cerca de 340 alumnos de una treintena de nacionalidades. A sus 37 docentes es complicado que alguien les dé lecciones de integración.
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Llevan años practicándola y mejorándola, fomentando que sus alumnos se entiendan entre ellos con asambleas donde dialogan, comparten experiencias, inquietudes y peculiaridades, «la mejor manera para que se comprendan y se respeten», como explica Imma Martínez, la directora.
También tienen un concepto de acogida muy amplio que exprimen al máximo con el alumnado sobrevenido, el de incorporación tardía -«no los llamamos así, son alumnos bienvenidos», señala-, implican a los chavales a la hora de ayudar a otros compañeros fomentando el aprendizaje-servicio y cuidan especialmente las posibilidades de inserción laboral. «Todos los años buscamos algo nuevo, aunque el respeto a la multiculturalidad lo tenemos muy consolidado, es parte de nuestra forma de ser», dice.
Desde hace años impulsan un proyecto de padrinos lingüísticos en el que los propios alumnos de Secundaria, de manera voluntaria, ayudan a los recién llegados a superar la barrera lingüística, lo que acelera «la cohesión e integración en el grupo». Igual que existen padrinos que se encargan de ayudar en clase al compañero que le cuesta más seguir el ritmo. Incluso participan como intérpretes en las reuniones iniciales con las familias en las que se explica la organización del centro. Una experiencia muy valiosa este curso para la integración de la decena de estudiantes ucranianos que han recibido.
«Una de las claves del centro es la primera acogida, que va mucho más allá de lo educativo», añade Basilio Álvarez, director titular. «Te sitúas a su misma altura, tratas de comprender la situación de la que viene la familia y de solucionarle la barrera lingüística, o los trámites que necesitan sobre cuestiones sociales, sanitarias o administrativas. Ahí empieza una cadena de solidaridad que se retroalimenta y que implica también al resto de familias», explica. Hasta cuentan con antiguas alumnas, ya abogadas, que colaboran en este asesoramiento.
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«Este clima de trabajo se refleja en el respeto que se tienen entre ellos. Vemos personas, no procedencias, que transmiten inquietudes o problemas que pueden coincidir con los de otros», tercia el jefe de estudios, Juanjo Sepúlveda. El resultado es que apenas han tenido en los últimos años problemas de convivencia.
Además, este curso han creado su primer ciclo de FP Básica como una vía adicional para facilitar una salida profesional a su alumnado más allá de los programas de atención a la diversidad habituales.
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