La Fundación Bancaja de Valencia acogió ayer una nueva edición del Foro José María Salaverri, que como en citas anteriores pivotó sobre educación. Concretamente, sobre ... cómo la condiciona el avance de la digitalización.
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Se tocaron los aspectos más habituales, como las oportunidades y riesgos de la Inteligencia Artificial (IA) o las consecuencias de la exposición a las pantallas entre los adolescentes. Sin embargo, la filosofía del encuentro, que aspira a generar debates sosegados y profundos, así como el perfil de los ponentes, sirvió a los asistentes (docentes, familias y alumnos) para reflexionar sobre el nuevo enfoque que la tecnología imprime al noble arte de la enseñanza. Como una actualización, por recurrir a un término tan relacionado con el quid de la cuestión, de la definición clásica de la práctica pedagógica.
El foro, organizado por el colegio Nuestra Señora del Pilar y LAS PROVINCIAS, cumplió su tercera cita, llenando de nuevo el salón Ausiàs March. Era de esperar atendiendo al currículum de los invitados: José Antonio Marina, catedrático de Filosofía, ensayista, escritor y experto en el ámbito educativo, y el también pensador Daniel Innerarity, catedrático de Filosofía Política y Social, director del Instituto de Gobernanza Democrática y titular de la Cátedra de Inteligencia Artificial y Democracia del Instituto Universitario Europeo en Florencia. El coloquio llevaba como título 'Educar en y para un mundo digital' y también intervinieron el profesor Javier Cortés y el periodista Pablo Salazar, que se encargaron de la moderación y de lanzar las preguntas.
Parte del debate pivotó sobre la irrupción de la Inteligencia Artificial. Marina advirtió del difícil papel de la generación actual, en el sentido de que tiene el deber de reconducirla y simplificarla, antes de incidir en que debe servir como instrumento supeditado a la inteligencia natural. «Las tecnologías de la inteligencia siempre son disruptivas. Como lo fueron la escritura, los números o la música. Si la utilizamos bien nos permite hacer cosas que sin ella no podríamos. Por ello debemos educar a la inteligencia natural, que es la que utiliza las herramientas digitales» dijo.
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José Antonio Marina
Filósofo
También habló de la responsabilidad de las grandes tecnológicas, en el sentido de que los diseños actuales se centran en en la recopilación de datos e información, «en la vigilancia y el control» y en la automatización de los puestos de trabajo, «cuando podíamos haber creado una IA que no entre en competición con nosotros, que no suponga un peligro sino un aumento de nuestras posibilidades».
Innerarity defendió por su parte que el «núcleo de la cuestión» está en que a diferencia de otros hitos humanos, «hemos desarrollado una tecnología que tiene cierta vida propia, y eso nos llena de angustia y de emoción».
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Desde el punto de vista de la educación, el profesor consideró que el avance tecnológico debe servir para «reformular la tarea educativa», recordando que la docencia ha pasado de centrarse en «dar información a alumnos que carecían de ella a ayudarles a aprovecharla, contextualizarla y a buscarla bien». «A lo mejor tenemos que centrarnos no tanto en los datos como en las claves para entender el mundo en el que estamos», resumió.
Daniel Innerarity
Filósofo
Innerarity quiso quedarse con las oportunidades que trae la digitalización, «que nos va a obligar a fijarnos en lo especialmente inteligente, haciendo que los profesores nos liberemos de la tarea aburridísima de dar cantidades ingentes de información, o que los creadores se concentren en la creatividad», añadió, tras plantear un paralelismo con la revolución de la fotografía, que impulsó nuevas corrientes artísticas que huían de la mera reproducción de la realidad.
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«La tecnología nos abre un espacio de colaboración entre humanos y máquinas fantástico. Y a nivel educativo nos obliga a pensar en dotar a los alumnos de una capacidad para la que somos muy buenos, que es gestionar problemas complejos, con incertidumbre y cuya solución es común, no se puede parcelar», añadió.
Además, dio otras dos píldoras sobre la práctica educativa como contraposición a la reglas del mundo digital. Abogó por «no actuar como algoritmos de Amazon que recomiendan productos similares», sino por ser «profesores no redundantes» que exploren «el nivel de sorpresa disruptiva» que pueden transmitir, además de valorar la capacidad de enseñar «qué cosas no deben merecer nuestra atención», en el sentido de que los alumnos sepan abstraerse de la cantidad de estímulos que trae la tecnología. «Saber dónde no se mira dice mucho de quién eres. De tu impulso y vocación en la vida», dijo.
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Javier Cortés
Educador
Marina también compartió su idea de cómo debe ser la educación en el entorno actual, muy relacionada con su reflexión sobre la preeminencia de la inteligencia natural. «Estamos perdieron la noción de la personalidad fuerte. La educación forma el carácter, los hábitos y las virtudes para tomar buenas decisiones, para pasar a la acción. La tecnología lo difumina, reprime la idea del sujeto humano al transferir muchas responsabilidades a las máquinas», reflexionó. «Formemos personalidades serias, capaces de decidir y aprovechar lo que nos dan las redes, de ejercer la crítica sobre ellas y de saber gestionar las emociones, que tampoco lo hacen las máquinas», añadió. «La IA sólo maneja información y datos, no maneja ni crea valores, ni sirve para dirigir el comportamiento humano. Eso debe hacerlo la inteligencia natural», concluyó.
Por otro lado, el pedagogo también se mostró a favor de prohibir los móviles en los centros y de fomentar pactos entre las familias para reducir en todo lo posible la exposición a las pantallas, atendiendo a las distracciones y la merma cognitiva que supone la sobreexposición.
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A modo de conclusión, Javier Cortés destacó como claves que «lo esencial es la inteligencia natural para aprovechar la artificial» o la idea de la «creatividad como aportación humana», justo antes de defender que la educación se resume en «educar a personas para que sean capaces de moverse en entornos distintos, siendo épicos, solidarios, responsables e inteligentes».
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