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Entre Torres Maeso y José Serrano. REVISTA CRÓNICA
Jacinto Benavente, un nobel refugiado en Valencia

Jacinto Benavente, un nobel refugiado en Valencia

Estancia. El escritor, galardonado con el premio Nobel de Literatura hace ahora cien años, se resguardó durante la Guerra Civil en Valencia, donde fue nombrado hijo predilecto de la ciudad

F. P. PUCHE

Sábado, 5 de noviembre 2022, 23:56

El 9 de noviembre de 1922, ahora hace cien años, la Academia de Suecia anunció la concesión del premio Nobel de Literatura al dramaturgo español Jacinto Benavente, por su contribución a la renovación de la histórica tradición teatral española. Esa efeméride nos trae a la actualidad a un personaje singular, controvertido, que buscó en Valencia refugio durante la guerra civil. Benavente, que contaba 56 años cuando recibió el galardón internacional, tenía ya 70 años al llegar a Valencia: vivió en la calle de la Sangre, actuó en el teatro Principal y recibió del ayuntamiento del Frente Popular el título de hijo adoptivo de la ciudad. No fueron tiempos fáciles para el escritor: aunque defendió la legitimidad republicana durante la contienda, aplaudió a los soldados de Franco cuando entraron en la ciudad. Pese a ello, su teatro estuvo castigado en los primeros años del franquismo.

«Don Jacinto Benavente ha tenido un gesto admirable. A beneficio de los niños madrileños llegados a Valencia, el insigne dramaturgo ha organizado una función teatral. Y no solo la ha organizado sino que ha tomado parte también en ella, interpretando el Crispín de 'Los intereses creado's». Son palabras del añorado Vicente Vidal Corella. Pero no están sacadas de una de sus populares crónicas de 'La Valencia de otros tiempos' en LAS PROVINCIAS, sino de la revista 'Crónica', de Madrid, de la que fue corresponsal en Valencia durante la guerra civil. «Don Jacinto ha querido, a pesar de sus setenta años, interpretar el principal papel de su obra, no solo para que el acto fuera más solemne, sino para que la entrada fuera mayor, y poder recoger así el máximo rendimiento en pro de esos niños refugiados en Valencia».

Benavente, en efecto, actuó en el Principal, el 15 de octubre de 1936, a beneficio de los niños que, desde Madrid, llegaban refugiados y se instalaban en la ciudad y en muchos pueblos de la provincia. Llegaron en autobuses y camiones unas semanas antes de que el Gobierno republicano se desplazara también a Valencia, hoy hace 86 años, ante la posible caída de Madrid en manos de las tropas de Franco. Jacinto Benavente llegó a Valencia en agosto de 1936 procedente de Barcelona, donde incluso circularon rumores de que había sido fusilado, como García Lorca en Granada. La gran actriz valenciana Isabel Pallarésle brindó acogida en Valencia; don Jacinto vivió unas semanas en Cirilo Amorós y muy pronto fue instalado en la calle de la Sangre número 9, primer piso, una estupenda vivienda situada en el chaflán de la plaza del Ayuntamiento.

La vida de Jacinto Benavente en Valencia no debió ser fácil. Se llamó a sí mismo «burgués inquieto» y sus orígenes, su formación, su propio teatro, no encajaba con el ambiente revolucionario. «Los rojos lo utilizaron frecuentemente para sus propagandas, pero en modo alguno consintieron en concederle el permiso para salir al extranjero que reiteradamente pidió», podemos leer en nuestro explícito Almanaque de 1940. Consta que pidió salir al extranjero, pero que el gobierno de Negrin denegó el permiso por el desánimo que la noticia podía causar.

El autor de 'Los intereses creados' procuró convivir. Y desde luego se apresuró a sumarse, en septiembre de 1936, a la protesta de la Sociedad de Autores por el asesinato de Federico García Lorca. La noticia de que había sido acogido por Isabel Pallarés la encontramos en los periódicos del momento el 23 de septiembre. Y dos días después, en el incautado 'El Mercantil Valenciano', hay unas declaraciones suyas en las que dijo que «con el pueblo me entendí siempre; es claro, generoso y noble». «Ni curas ni frailes gobernaron jamás mi casa», añadió al tiempo que señalaba que «no he adulado nunca a los de abajo ni a los de arriba. Lo mismo que mis hermanos, fui educado en colegios laicos (...) ausente de Madrid, se ha registrado mi domicilio, y nada se ha encontrado de carácter derechista». La entrevista la concluyó diciendo que en Valencia no escribía; «solo leo libros socialistas y de todas las tendencias proletarias».

En octubre dio la función a beneficio de los refugiados y a primeros de diciembre, también en el Principal, una conferencia sobre 'La historia del teatro'. La vida de Benavente en Valencia fue recatada y discreta; el día de San José de 1937, con todo, aparecieron en 'El Pueblo' las cuartillas que él, y otro refugiado ilustre, Antonio Machado, enviaron a un acto celebrado en el teatro Apolo en favor del Socorro Rojo Internacional. «Unidad de acción con unidad de mando», reclamó el dramaturgo, «pues mal pueden aceptarse todas las responsabilidades cuando no se dispone de toda la autoridad». «En su día -dice el texto leído en el teatro- la Historia, a la que no es tan fácil intimidar ni sobornar, juzgará las conductas y los procedimientos».

En agosto de 1938 reaparece en los periódicos como objeto de un homenaje. Nuestro Almanaque no lo menciona; pero en la revista 'Crónica' podemos encontrar la reseña de un acto donde el autor recibió de manos de Domingo Torres Maeso, presidente del consejo municipal, el título de hijo adoptivo de Valencia. Como testigo de excepción, otro ilustre personaje afligido por los avatares de la guerra y homenajeado: el maestro José Serrano. El día 14, el Paraninfo de la Universidad se llenó de intelectuales en apoyo a la República. El Almanaque evoca a un hombre que sobrevive: «A pesar de estar anunciado, no habló Jacinto Benavente, que pretextó una indisposición pasajera». En su lugar intervino el catedrático socialista Andrés Ovejero, que asistía como espectador.

En noviembre de 1938, Benavente dio una conferencia en el Ateneo Mercantil, llamado entonces Ateneo Popular; habló sobre 'El teatro antiguo español'. Su última intervención pública fue el 27 de febrero de 1939, en un acto de recuerdo a Antonio Machado, fallecido en el exilio de Colliure cinco días antes. El derrumbamiento del gobierno republicano era ya una evidencia.

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