
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ALEJANDRO MARTÍ
Valencia
Lunes, 26 de agosto 2019, 00:13
La primera cotorra fue hallada en 1985 en el Puerto de Valencia. Hoy ya son más de mil y se encuentran repartidas entre 21 municipios. Y es que esta especie ha encontrado su sitio en el Mediterráneo. La climatología de la Comunitat, parecida a la de Sudamérica, su hábitat original, ha favorecido su asentamiento en la zona. Sin embargo, se ha convertido en una especie invasora y supone un serio problema para los vecinos.
El principal inconveniente son los nidos que generan, habitualmente de entre 30 y 40 kilos de peso, que son depositados en pinos y palmeras, lo que puede provocar caídas de ramas. Además, este tipo de aves acostumbra a vivir en manada y, para comunicarse, emiten unos estridentes sonidos que resultan muy molestos para los vecinos.
Según el censo realizado por Seo BirdLife en 2015, aproximadamente hay 565 parejas instaladas en la provincia repartidas por 21 municipios. De entre ellos, Valencia y Bétera son las dos localidades más afectadas. Cada una cuenta con casi el 25% del total de los ejemplares de la provincia, entre 210 y 280 en Valencia y entre 205 y 232 en Bétera. Las zonas más afectadas de la capital son los Jardines de Viveros, la Alameda y el viejo cauce, y de Bétera, el Parque El Junqueral.
Sin embargo, las cotorras no sólo llegaron a la Comunitat Valenciana seducidas por su clima. Hasta hace poco eran un animal doméstico que se podía comprar para tener en casa, lo que provocó que, con el tiempo, muchas de ellas fueran liberadas. Además, son especies que viven muchos años, 20 de media, tienen muchas crías y no existe ningún agente regulador que limite su cantidad. Por lo tanto, desde que en 1985 llegaron a Valencia se han podido reproducir y expandir sin ningún tipo de problema o limitación.
Javier Fernández | Vecino de Bétera
Tanto vecinos como animalistas coinciden en la necesidad de buscar soluciones para esta especie invasora. Sin embargo, como apunta Pablo Vera, técnico de SEO BirdLife en la Comunitat Valenciana, la situación de las cotorras es un «dilema ético».
Por una parte, suponen una plaga perjudicial, tanto para las personas como para la naturaleza, por lo que sería recomendable actuar. Pero por la otra, «es muy duro matarlas» y «cazarlas no es tan fácil como parece», ya que son capaces de evitar las trampas. A todo ello «hay que sumarle el alto coste económico que supondría tanto capturarlas como habilitar espacios para que ellas pudieran vivir».
Emilia Pastor, presidenta de la asociación animalista Arcadys, propone «crear pajareras grandes en jardines públicos en los que puedan mantenerse ahí sin molestar a nadie». Y es que la otra solución que se contempla es matarlas. En ese caso, Pastor aconseja «hacerlo con rifles de balines».
José Luis Almunia | Residente en Rocafort
Hasta el momento Zaragoza es la única ciudad española que ha conseguido solucionar la plaga urbana de cotorras. En 2011 se censaron 5.000 ejemplares, y a día de hoy apenas quedan animales de esta especie en la capital aragonesa. Para combatirlas, optaron por abatirlas con armas, en vista del escaso resultado que habían ofrecido las trampas, que las cotorras aprendieron a esquivar, y el control de huevos, que consideraron «insuficiente».
Bétera también intentó realizar un control de cotorras. Para ello, optaron por la eliminación de sus nidos. Sin embargo, la gran cantidad de aves que residen en este municipio y su facilidad reproductora provocó que no se consiguiera frenar el número de ejemplares.
Vicente Macián | Natural de Burjassot
La situación, además de insostenible, es peligrosa y molesta para los habitantes de las localidades en las que las cotorras residen. Y es que el problema ya no sólo es el ruido que generan, si no las ramas que las cotorras pueden derribar por el peso de sus nidos. Animalistas y vecinos coinciden en la necesidad de solucionar la plaga urbana.
Sin embargo, desde la Conselleria de Medio Ambiente y Emergencia Climática aseguran que no se trata de una competencia suya, por lo que el peso del problema recae sobre los ayuntamientos.
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