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J. M.
VALENCIA.
Viernes, 12 de abril 2019, 01:25
El terrorista argelino y jefe de la célula del 11-M, Allekema Lamari, que murió en la explosión del piso de Leganés, se radicalizó en la cárcel tras ser detenido en abril de 1997 en Valencia por pertenecer al Grupo Islámico Armado (GIA). Lamari cumplió dos tercios de su condena, concretamente cinco años y seis meses de prisión, y comenzó a preparar los atentados tras quedar libre por un error judicial.
El terrorista se sentía perseguido por los gobiernos de España y Argelia, denunció hasta tres agresiones en los centros penitenciarios donde cumplió parte de su pena y profesó un odio visceral contra España durante el tiempo que estuvo entre rejas, según el abogado que le asistió en aquella causa.
Un informe de Athena Intelligence, un colectivo de profesores universitarios, militares e investigadores, ya alertaba en 2008 de la captación de islamistas en la cárcel de Picassent. Hace 15 años, en las prisiones españolas no se controlaba como ahora los giros que reciben los reclusos, y Lamari envió dinero a varios presos radicales mientras tenía una orden de búsqueda y captura. Tampoco disponían de sistemas para detectar la falsedad de los documentos de identidad de los visitantes.
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