Jóvenes participantes en la DreamHack de 2018 celebrada en Feria Valencia. DAMIÁN TORRES

«Jugaba hasta 20 horas al día»

Adicción. El niño de Castellón enganchado al Fortnite abandonó su vida: apenas comía, se dormía en el cole y no veía a sus padres. Con una terapia contra la drogadicción lo sacaron del pozo

F. RICÓS

Jueves, 16 de septiembre 2021, 00:46

Se desconoce su nombre. Sólo se sabe que el caso se ha dado en Castellón, cursa Educación Secundaria Obligatoria y que tiene entre 12 y 16 años. Ha sido el primer chaval del mundo internado en un hospital para tratarlo de su adicción a ... los videojuegos, específicamente al Fornite. Lo han sometido a un tratamiento, salvando las distancias, como si tuvieran que alejarlo del mundo de las drogas.

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El adolescente estaba más que enganchado al videojuego. Hasta 20 horas estuvo, en sus peores momentos, ante la pantalla cuando tenía tiempo libre. Pero claro, si un domingo se pasaba tanto tiempo jugando, al día siguiente iba a clase casi sin haber pegado ojo, y en el colegio se dormía. Descuidaba su higiene personal, porque todo su tiempo libre lo dedicaba al juego. Tampoco comía o cenaba con su familia. Y las relaciones sociales pasaron a un segundo plano.

El doctor Matías Real-López, coordinador del Programa de Trastorno Mental Grave de la Infancia y la Adolescencia, del Hospital Provincial de Castellón, ha sido el encargado de dirigir un equipo de especialistas de este centro hospitalario, del General castellonense y de la Universitat Jaume I, para tratar a este adolescente que intensificó su adicción al juego de manera progresiva tras fallecer su padre.

«Cuando hablamos de adicciones podemos entenderlas como que el consumo de la sustancia, la conducta en este caso, es la forma que encuentra la persona para tratar de regular un malestar muy grande», afirma el psiquiatra. «Muchas veces se esconden cuadros depresivos. Muchos adolescentes que sufren acoso, por ejemplo, pasan tiempo ante las pantallas porque los juegos tienen la capacidad de anestesiarlos emocionalmente y distanciarlos del malestar», relata.

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Real-López asegura que «cuando el problema era muy grande podemos hablar de que jugaba al día cerca de 18 o 20 horas con una dedicación casi exclusiva». Y apunta que en la medida que se complicó la adicción, el chaval «se fue aislado y desconectado del entorno, con toda la alteración que eso genera. Algunos días dormía muy poco y cuando tenía que acudir al centro educativo era imposible que se mantuviese despierto».

Esa alteración se concretaba en «un abandono progresivo de las actividades de su vida diaria, desde las relaciones sociales hasta aspectos de higiene personal, como la ducha o cambiarse de ropa, incluso los hábitos de la alimentación: no salir a comer y a cenar con el resto de la familia, como previamente sí ocurría».

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El psiquiatra incide en que en la literatura científica «no había ningún caso publicado que hubiese necesitado del ingreso hospitalario para desintoxicarse del uso de un videojuego». Y como no había referencias de cómo tratar un caso así, «decidimos en el equipo hacer una intervención como si se tratase de una adicción a una sustancia química y, por lo tanto, programamos un ingreso para que actuase de desintoxicación de la sustancia, en este caso de las pantallas».

No estuvo encerrado a cal y canto en el hospital. Salía de manera progresiva. En la parte final del tratamiento le introdujeron los videojuegos «de manera supervisada, progresiva, con límites claros, horarios y consecuencias», aunque especifica que hay «determinados juegos que deben de evitar las personas que han tenido dependencia».

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