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Entre colas, esperas, el ascensor sin arreglar desde hace dos meses y la planta baja aún totalmente inutilizada. Reabierto pero a medio gas. El centro ... de salud de Paiporta, uno de los más afectados por la dana, miran aún así al futuro para recuperar el optimismo. Las previsiones es que en dos meses, en la segunda quincena de marzo, ya estén finalizadas las obras en la planta baja, la que quedó completamente arrasada, y la próxima semana se van a incorporar dos médicos más, que estaban de baja, con los que se cubrirán todas las plazas de profesionales (16) para dar servicio a los pacientes.
Ese segundo punto ya es inminente, pero mientras tanto las obras continúan y obligan al centro a trabajar con más de una tercera parte de sus instalaciones clausuradas. Porque la planta baja era la que se encargaba de las urgencias, pediatría y rehabilitación, y ahora todo eso se ha tenido que repartir entre la primera y segunda planta. El gran problema es que para subir hasta allí sólo se puede ir por las escaleras. Porque el ascensor no funciona. Dos meses y medio después, y tras varias visitas de los técnicos, aún no se ha podido poner en marcha.
Esto provoca muchas quejas diarias entre los pacientes, sobre todo los más mayores y sus familiares, que reclaman que se les atienda en el pequeño barracón prefabricado que se ha habilitado en la calle, que está reservado para pediatría. «He venido con mi abuelo porque está resfriado y lo iban a auscultar en una silla de ruedas aquí junto a la escalera, con frío y sin privacidad, a la vista de la gente, porque él no puede subir al primer piso. Así que he pedido que baje un médico y lo entren al barracón de pediatría. No iba a permitir que lo auscultaran ahí», critica Patricia.
Situaciones como esta ocurren cada pocos minutos todos los días. Y la consecuencia es que los médicos están continuamente subiendo y bajando escaleras para desplazarse hasta esa consulta prefabricada en la que, cuando no se está atendiendo a ningún niño, pueden ver a los adultos. El jefe de zona básica de salud del centro de Paiporta, Juan Carlos Beguer, sabe que este problema está siendo sensible. «El ascensor no funciona. Nos han dicho que hay un problema con el foso, aunque lo han limpiado varias veces. No sé qué está pasando pero es mucho tiempo ya. No va ningún ascensor del pueblo, porque yo voy a domicilios y nunca funciona. No sé si es la máquina, el motor, porque han venido ya varias veces a repararlo», lamenta.
La molestia es considerable, pero esta tragedia de la inundación ha hecho callo entre los vecinos de Paiporta, que se adaptan a la nueva situación con paciencia y resignación. Apenas se escuchan protestas con la enorme cola para dar cita que da la bienvenida en la primera planta tras subir las escaleras, donde se agolpa la gente hasta el despacho donde dos administrativas reparten citas y dirigen al usuario hasta el sitio que precisan. «Hay mucha gente y está todo mezclado. Pacientes, con la gente que va al mostrador, hay sólo una cola y una máquina para pasar el SIP, estás mucho rato esperando, yo al final me he ido porque no avanzas. Es caótico», dice Cristina, de las pocas personas que alzaba la voz.
Ahora mismo en ese primer piso se hace casi todo, consultas de medicina de familia, consultas de enfermería y urgencias. Hasta han tenido que trasladar al trabajador social al Ayuntamiento para dejar hueco a los sanitarios. La segunda planta queda para los psicólogos, psiquiatras, planificación familiar, matronas, curas y extracciones. «Los médicos tenemos todas las consultas y enfermería, que tenía antes varias consultas, las hemos centralizado en la clínica de arriba y en la primera planta, con dos consultas de enfermería», apunta Beguer sobre la redistribución que han tenido que llevar a cabo.
El centro dio servicio desde el primer día tras la dana, aunque las primeras semanas era lo más parecido a un escenario de guerra, sin luz ni agua, con barro por todas partes y sin apenas médicos con los que atender. «En las primeras semanas de la dana hubo tres médicos que no podían venir y no había nadie en bolsa, pero hemos conseguido refuerzos, el cupo de pacientes había que repartirlos», señala el jefe de zona. «Yo pasé la noche de la riada aquí y muchos médicos y pacientes también porque no se podía salir», recuerda el facultativo.
Beguer admite que tienen, dependiendo de la agenda de cada médico, una demora para dar cita «de entre una y dos semanas» y que lo que más ha aumentado en este tiempo han sido las atenciones domiciliarias. «Tenemos un módulo abajo que es de pediatría, pero si hay un paciente que no puede subir escaleras, lo atendemos. Pero son pocos porque la gente mayor no está viniendo y vamos nosotros a su casa. La atención domiciliaria ha aumentado mucho, se ha duplicado. Enfermería está haciendo 30 domicilios cada mañana, sin contar urgencias», explica. Para estas funciones, la conselleria les ha cedido dos vehículos, que usan diariamente.
Uno de esos mayores que sí va al centro de salud y aún puede subir escaleras es Antonio. «Tardas más ahora porque hay mucha gente, pero como casi siempre. No funciona la planta baja, pero es que la dana lo destrozó todo, tampoco no nos podemos quejar mucho porque todo el pueblo está fatal. Yo venía a una consulta porque me duele la rodilla», dice, mostrando esa paciencia de los vecinos.
Y es que desgraciadamente ese problema del ascensor les es demasiado familiar a todos, como le ocurre a Mari Paz, embarazada: «Quería ver al médico de cabecera y he tenido que hacer mucha cola para que me atendieran. Sólo queda tener paciencia, porque también las instalaciones están como están. Es verdad que no va el ascensor, pero me veo en una situación peor en mi casa, que tampoco funciona y me toca subir al tercer piso». Poco después se marcha Romi tras su consulta con el médico. «He estado esperando algo más de media hora, pero muchos se confunden y no saben dónde ir porque no hay nadie en el mostrador que te oriente. Había un señor que no sabía cómo sacar el número en la máquina y nadie le ayudaba. Información hay poca y los mayores que no pueden subir escaleras no siempre los atienden bajo», asegura la mujer.
Durante las primeras semanas el centro de salud habilitó dos puntos sanitarios en otras zonas de Paiporta por la dificultad que había para moverse en las calles, pero ahora ya ha centralizado todo el servicio en el ambulatorio. «Fuimos por zonas del pueblo médicos y enfermeras atendiendo a la gente. Los primeros días llegaba un paciente y no sabíamos de qué médico era, porque no teníamos acceso a las historias, pero ahora ya sí», dice Beguer.
Y mientras se atiende a los pacientes, las máquinas y los obreros continúan trabajando en la zona de la planta baja, que se encuentra vallada. Han tenido que derribar todos los tabiques «porque estaban llenos de moho y era un foco de infecciones», dice el jefe de zona, así que los han hecho nuevos de pladur. «La obra está avanzando bastante, hay menos barro en el centro de salud y la demora poco a poco está bajando. Cuando vuelvan a abrir la planta de abajo será ya prácticamente como una vuelta a la normalidad», confía el responsable del centro.
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