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Paiporta se enfrenta temerosa a la primera semana de marzo. Con la desgracia que se produjo con la dana del pasado 29 de octubre, el dolor y el miedo continúan todavía muy presentes en las cabezas de los vecinos de la localidad. Los vecinos tratan de enfrentarse a su rutina con la mirada puesta en el cielo, pero también en el barranco y el resto de infraestructuras que todavía están por reconstruir tras la riada de hace cuatro meses. Algunas familias han avisado que no llevarán a sus hijos al colegio, y las conversaciones en los comercios y mesas de bar giran en torno a las previsiones meteorológicas.
«Mi hija no quería ir al colegio por si se nos vuelve a inundar el coche», confiesa una vecina a este periódico. «Mi hija y yo tuvimos que salir del coche con el agua por la cintura. Cuando se ha despertado y ha visto la lluvia, me ha pedido si puede no ir al colegio por si luego no puede volver», afirma la madre, resignada. «Los niños lo han pasado muy mal, tenemos todavía la herida abierta, y ellos son los primeros que siguen con pesadillas de lo que vivieron», asegura la vecina, que sin embargo, afronta la semana decidida: «No podemos estar cada vez que llueva con el miedo en el cuerpo. Se lleva por dentro, se vive con nervios, pero ya tenemos suficientes problemas que no se han solucionado todavía de la dana anterior como para pensar en que puede volver a pasar«.
Pese a su actitud, la vecina asegura que no todos los vecinos se muestran tan decididos: «A la entrada del cole de los niños entre los padres se comentaba que muchos han decidido no llevar a sus hijos en toda la semana mientras siga lloviendo. El miedo sigue ahí, es innegable. Cada uno lo gestiona como puede, y algunos niós están yendo al colegio a Valencia porque su centro aquí (en Paiporta) sigue destrozado. La mínima posibilidad de que se pueda complicar su vuelta de clase hace que muchos decidan no llevarlos al colegio», explica la vecina.
De entre los vecinos que han decidido no llevar a sus hijos al colegio se encuentra Laura, residente de Paiporta. La mujer tiene un hijo de cinco años, uno de esos niños desplazados al colegio 'Amparo Alabau', de Alaquàs, porque su centro de Paiporta sigue arrasado tras la dana del pasado octubre. «En la web del Ayuntamiento la noche del domingo anunciaron el aviso amarillo por lluvias y los riesgos que eso podía ocasionar en el barranco, alcantarillado y zonas más afectadas. Hemos decidido que el niño no vaya a clase porque seguimos teniendo mucho miedo», explica Laura, que reconoce no haberse recuperado todavía de la tragedia.
«El día 29 el agua me pilló sacando el coche. El agua se lo llevó cuando iba a por él. En cuestión de minutos la inundación pasó de mis tobillos a la cintura. Un patio me abrió y pasé la peor parte en una finca que no era la mía», rememora Laura, que añade, «mi hijo estaba en casa y se quedó con su tía. Cuando pude salir volví a casa y pude quedarme tranquila. Por el camino vi cosas que no voy a olvidar jamás». Por eso, la mujer lo tiene claro: «Tenemos miedo. Si vuelve a pasar, que al menos sea en familia». La madre asegura que el niño no ha faltado nunca a clase por el temporal, pero las circunstancias, obviamente, han cambiado: «El comunicado del Ayuntamiento fue lo que disparó nuestro miedo. Vamos a tener todo el cuidado posible».
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El ambiente en la localidad es similar. Los vecinos salen ha realizar sus quehaceres, aunque con la mirada en el cielo, y sobre todo, el barranco y los edificios que quedaron peor parados. «Del mercado ambulante muchas paradas si quiera se han montado. Se ve poca gente por la calle, y sobre todo comentan los nervios», comparte un vendedor de la ONCE que ha aprovechado un bajo destrozado para resguardarse de la lluvia y seguir vendiendo sus cupones. «La preocupación está en el barranco, por si de verdad llueve mucho, que hay zonas que siguen destrozadas y no se han reconstruido. Lo mismo con los edificios afectados por las humedades, algunos siguen sin puertas. El miedo está en que llueve sobre mojado, y hay estructuras que estén débiles».
En los bares, los vecinos que han decidido resguardarse de la lluvia en compañía de sus amistades mientras ingieren almuerzos y desayunos, el tema de conversación es el mismo. Esta temerosa lluvia y sus posibles efectos. «Han dicho que pueden acumularse 100 litros por metro cuadrado, es que eso no es ninguna tontería», comenta un vecino a otro, mientras el segundo le contesta, «tenemos que estar tranquilos, aquel día el acumulado fueron unos 500, eso es cinco veces más, esperemos que esto no sea nada». A escasos metros, dos chicas jóvenes no pueden evitar hablar de lo mismo. «Esta puñetera lluvia me molesta, no me inspira nada de confianza», comenta una, mientras la otra recuerda, «lo peor es que aquel día ni llovió aquí. No creo que el barranco vuelva a llenarse de agua», confía mientras le dedica una risa nerviosa a su compañera de mesa.
Los nervios son evidentes este lunes en Paiporta, la herida sigue todavía muy abierta, y la lluvia, por muy débil que sea, no parece ser bienvenida en esta localidad de la zona cero.
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