La lucha por la supervivencia de la 'maerà'

A medida que se acercan las diez de la mañana en Sumacàrcer, los 'maerers' se preparan para iniciar el descenso del río Xúquer subidos en 'nabatas', balsas hechas de troncos de madera. El lugar de partida se hace en el área recreativa llamada l'Illa de l'Esgoletja y finaliza en la población de Antella, situada a ocho kilómetros río abajo. El trayecto lo llevarán a cabo en dos jornadas. Esta práctica centenaria consistía en transportar troncos de madera con la ayuda de la corriente de los ríos, lo que permitía trasladar toneladas de material a otros lugares. Esta labor fue realizada hasta mediados del siglo XX y ahora, desde 2013, un grupo de hombres y mujeres ha recuperado el recuerdo en la Comunitat de este oficio tan duro y arriesgado en forma de tradición cultural.

Una veintena de los participantes de todas las edades vestidos con la indumentaria tradicional, compuesta de zaragüelles, camisa blanca, pañuelo naranja al cuello, fajín negro, sombrero de paja, 'espardenyes' y su instrumento de trabajo, los ganchos, empujan los troncos de más de tres metros de longitud para deslizarlos hasta el agua. Antes de empujarlos pulen las partes salientes del tronco con una motosierra eléctrica para dejar la superficie lo más uniforme posible. Una vez dentro, unen los troncos con cuerdas y jarcias vegetales para componer la superficie de la 'nabata'. Sobre la cubierta se clava el perchero, un palo de madera en el que antiguamente los 'maerers' secaban sus prendas de trabajo durante las largas travesías fluviales que transcurrían desde la parte alta de Aragón hasta la misma Comunitat.

Ahora, es un gesto simbólico de homenaje que hace referencia a los antepasados 'maerers' de los alrededores del río Júcar. Una época donde la madera y los bosques junto con la agricultura era el medio de vida de cortadores, barranqueadores, nabateros y usuarios de la madera. Era un medio de intercambio de modos de vida: se transmitía la cultura de las cumbres montañosas a través de los 'nabateros' y éstos recogían la del llano para subirla hacia los picos.

Este año se han sumado a la celebración asociaciones aragonesas de 'nabateros' como la de la Val d'Echo. Su vicepresidente, Enrique Climente, ha descendido junto a su hija en una de las 'nabatas'. Enrique viste una chapela con varios pins y explica que son asociaciones internacionales de 'nabateros' con las que participó en pasados encuentros amistosos. Varios son los países con los que se comparte esta tradición y celebran encuentros en cada país anualmente: Alemania, Austria, República Checa o Polonia, entre otros. «En 2024 le tocará el turno a España», afirma. Evento que se celebrará en Laspuña, en la comunidad de Aragón. Desgraciadamente ya llevan dos ediciones en las que los encuentros amistosos no se han celebrado. El año pasado estaba previsto que tuviera lugar en Finlandia y se canceló por la pandemia.

Sin embargo, este año hay sólo una reunión en Praga a la que el vicepresidente de la asociación no asistirá, continúa. «Al final los viajes y los eventos corren de nuestra cuenta», asegura. Según indica, no reciben ninguna subvención. «Al final resulta una inversión», lamenta. Sin embargo, este año la asociación de 'maerers' ha recibido una pequeña ayuda proveniente del Ayuntamiento de Sumacàrcer para el mantenimiento y la preservación de esta tradición declarada Bien de Interés Cultural.

Mientras el paisaje se transformaba con los visitantes que ocupaban el área del cauce, los 'maerers' atravesaban dificultades para encaminarse por el río. Una escena que recordaba que, en ocasiones, las tradiciones son un asunto de supervivencia.