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ISABEL GUTIÉRREZ
Domingo, 5 de diciembre 2021, 00:14
Cada tarde durante una semana, a partir de las cuatro y media, Ana, Loreto, Paco, Pepita, María José, Belén, Eva... se reúnen en la Casa de la Cultura de Venta del Moro (1.242 habitantes), en la comarca de Requena-Utiel, para aprender a sacar partido a su 'smartphone', la herramienta que ya se contempla como un producto de primera necesidad. Según el Observatorio de la Brecha Digital, en la Comunitat Valenciana hay un 33% de analfabetos digitales y un 20% que solo tienen competencias básicas. Y para sacar a este heterogéneo grupo, de entre los 46 y los 78 años, de esas cifras que evidencian que la mitad de la ciudadanía está en riesgo de exclusión digital, la formadora Ruslana Luts, de 29 años, procura que sus alumnos desarrollen habilidades que ellos perciban como útiles, ajustadas a sus necesidades. Al cabo, como explica Vicente Llosa, coordinador de la Federación Valenciana de Municipios y Provincias, «pretendemos que se quiten el miedo de usar un 'smartphone', que aprendan a sacarle provecho: hacer una copia de seguridad, descargar una aplicación, aprovechar el WhatsApp, buscar archivos, navegar por internet, hacer una pequeña inmersión en redes sociales...». La alumna Ana lo explica bien claro: «Tengo un móvil y no tengo ni idea de cómo usarlo. Y llegas al banco y lo primero que te dicen es que operes por el móvil. Y yo voy completamente perdida. Llevo dos días aquí y ya le he perdido el miedo a los botones». Su compañera Carmen, no lo duda: «Hoy en día, si no sabes nada de esto eres analfabeto. Hay que aprender para no quedarte a cero».
Natalia Papil, experta en Brecha Digital, explica a LAS PROVINCIAS que «una deficiencia en las infraestructuras puede ser la causa de esa brecha cuando se observa el territorio y, sobre todo, en zonas rurales. Pero se debe comprender que internet aparecen en grupos de edad sin que estas tecnologías hayan sido realmente necesarias en una gran parte de sus vidas. Por lo que pueden considerarlas ajenas a sus costumbres, máxime si perciben que requieren un gran esfuerzo para llegar a utilizarlas». Para Papil, «si no se tiene cierto dominio o familiaridad con este tipo de servicios, ello genera situaciones de exclusión digital que pueden llegar a afectar a la vida social. Con todo, debemos cuestionarnos, como sociedad, la asociación entre tecnología y juventud».
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