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Clara González, técnica de Salud de Cruz Roja, enseña a personas vulnerables cómo ahorrar y seguir una dieta saludable en uno de los talleres de nutrición de la entidad en Valencia. DAMIÁN TORRES
Manual de supervivencia ante los precios disparados en Valencia

Manual de supervivencia ante los precios disparados en Valencia

Comprar al peso, sardina en lugar de salmón, pieles a la olla, botellas en las cisternas… Cruz Roja aborda las claves y trucos para ahorrar hasta el último céntimo que enseña en talleres a personas en apuros ante la carestía

Miércoles, 29 de marzo 2023, 00:52

Hay talleres para aprender artes, manualidades, tartas, teatro, poesía... Y, por desgracia, y menos conocidos, los talleres para sobrevivir. Cursos para poder comer o abastecer el hogar del mejor modo hasta donde alcanzan los bolsillos más tocados por culpa de las crisis encadenadas, que han disparado las facturas del hogar o la cesta de la compra.

Y en ese empeño está Cruz Roja, educando para el ahorro máximo a personas que viven al límite por la escasez de ingresos o bajo poder adquisitivo. Tanto en el frente de la nutrición, como en el del gasto energético. «Desde el área de Salud, trabajamos la educación alimentaria de solicitantes de asilo, mujeres, jóvenes… Les proporcionamos pautas para el aprovechamiento de los alimentos de los que disponen», detalla una portavoz. Clara González, técnica de Salud y dietista-nutricionista, nos desgrana claves en el 'manual' de supervivencia ante la carestía, útiles para cualquiera cuyos ingresos no alcancen. Así se abarata al máximo la cesta de la compra sin que la salud se resienta:

Una proporción adecuada. La mitad de nuestras comidas deben ser frutas y verduras. La otra mitad se subdivide en dos: por un lado, alimentos con hidratos de carbono como cereales, pasta, arroz pan, patata…. Y, por otro, proteínas animales como carne, pescado, huevos o vegetales como las legumbres. Saber esta regla permite ajustar la compra y no excederse con lo que no es saludable y además puede encarecer. Es el punto de partida.

Una lista de la compra meditada. La clave es priorizar. Por ejemplo, no dejarse llevar por las ofertas o los embalajes llamativos cuando el alimento en sí no es necesario para una dieta adecuada. Comprar exactamente con arreglo a lo que vamos a consumir. Y elegir alimentos frescos en lugar de procesados.

Ojo a la etiqueta. Si los alimentos están envasados, hay que fijarse bien en la etiqueta para comprobar la información nutricional. Los aportes van ordenados de mayor a menor cantidad y así podemos comprobar si el producto tiene o no los nutrientes necesarios.

El precio por kilo. Comparar los precios atendiendo al peso de un mismo producto más que a la unidad ayuda a saber exactamente cómo queda el gasto y ahorrar en lo posible. Por ejemplo, al comprar pasta un paquete más grande puede acabar resultando más barato en relación a su cantidad y peso que uno más pequeño.

Latas de conservas. En las latas, comprar los 'packs' de seis unidades suele salir mejor de precio por unidad que si compramos tres. Parece más caro pero realmente se genera un ahorro, detallan desde Cruz Roja.

Enfriar bien para no tirar. Tener en la nevera bien organizada para que los alimentos no perezcan es otra clave. Algunos requieren más frío (pescado o carne) y hay que situarlos en la parte bajas o compartimentos específicos y para que no perezcan y pongan en riesgo la salud.

Congelar con cabeza. Si hemos cocinado más cantidad de la que se va a consumir en ese día, estimar bien los comensales habituales para poder congelar pensando en el plato, en la unidad por comensal. De ese modo hay un mejor aprovechamiento y se ahorra.

Aprovechar y no tirar. No hay que tirar carcasas del pollo ni pieles. Pueden usarse para caldos o fondos. También son aprovechables las espinas y cabezas de pescados o las pieles de verduras como la zanahoria o puerro. Eso sí, bien lavado. Cualquier sopa puede ganar sabor y consistencia y aprovecharemos al máximo los productos.

Sardinas en lugar de salmón. Si no podemos pagar un pescado azul como el salmón hay un buen sustituto: las sardinas. Son más económicas y nutricionalmente aportan lo mismo. Valen latas o bien sardina fresca, «tampoco hay mucha diferencia», según la experta, y se consigue el beneficio alimenticio: proteínas y ácidos grasos poliinsaturados.

El pollo, entero. Comprar un pollo por fragmentos despiezados y en bandejas sale más caro que comprarlo entero. Hay que trocearlo, pero se aprovechan mejor los restos y se genera el ahorro.

Legumbres si no llega para carne. Cuando el bolsillo no alcance para comprar carnes o pescados (aportan proteína animal) tenemos la opción de las legumbres, como garbanzos, lentejas, alubias… En ellas encontramos proteína vetegal. Son más económicas en seco, pero pueden acabar generando gasto energético al cocinarlas. Por tanto, los envadasos preparados pueden resultar preferibles. Las legumbres, además, «son más saludables y con un menor impacto medioambiental en su producción», según la organización humanitaria.

Nos adentramos en el segundo capítulo del 'manual' de máximo ahorro doméstico. El energético. En él se centra el área de Medio Ambiente de Cruz Roja. Aquí los talleres de ahorro brindan consejos sobre cómo acortar a tope la factura del agua, luz o gas sin caer en el frío o el desabastecimiento. También se realizan por colectivos de riesgo y se completan con la entrega de unos útiles kits de ahorro que incorporan instrumentos para lograr el objetivo: burletes, bombillas de LED, temporizador para termo, regletas con interruptor, perlizadores para grifos, reflectantes que aumentan el calor de estufas... Y, a continuación, los trucos de ahorro que ofrece Esperanza Montagud, técnica de Medio Ambiente de la entidad.

Atención al consumo 'fantasma'. Hay quien aún no lo sabe, pero dejar el cargador del móvil conectado sin el teléfono consume electricidad. Lo mismo sucede con un televisor sin señal o un ordenador activado con monitor apagado. «Puede suponer 50 euros a lo largo de un año en la factura, y más sin son muchos los aparatos conectados», resalta Montagud. El consejo es apagar el electrodoméstico y no sólo desactivarlo desde el mando. El ordenador con salvapantallas también gasta y para evitar ese consumo latente de varios elementos lo mejor es una regleta con interruptor. Se apaga de ahí y se corta el consumo.

Botella de plástico en la cisterna. Cuando hacemos uso de la cisterna del váter, el agua acumulada cae y vuelve a llenarse. Pero no siempre es necesaria toda y basta con un tercio. La solución es colocar dentro un par de botellas pequeñas de medio litro llenas para que ocupen parte del volumen y no se llene toda de agua tras los usos. Segunda clave: en los tiradores de doble botón de las cisternas hay quien, por inercia, los pulsa a la vez o indistintamente. Para orinar basta el pequeño, que vacía menos la cisterna.

Kit de ahorro energético que Cruz Roja reparte a las personas vulnerables que asiste en Valencia. Cruz Roja

Grifos con perlizador. Estos pequeños utensilios de venta en ferreterías o tiendas de bricolaje hacen que el agua del grifo salga sin tanta potencia (a chorro puro) y se reduzca el consumo. Es una pequeña inversión que comporta un importante ahorro a la larga.

Cubo de la lavadora: ni mucho ni poco. Hay que llenarlo adecuadamente. Ni mucho ni poco. Poco, desperdiciamos una lavada, con gasto en agua y electricidad. En exceso, el motor de la lavadora se sobrecarga y consume más. «Lo ideal: si la capacidad es de 6 kilos, cargar 6 kilos de ropa», apunta la experta de Cruz Roja. Además, vale la pena optar por programa ECO y por el agua fría, «que lava igual de bien a no ser que sea para alguna mancha muy fuerte en la que la caliente es más efectiva, pero no es lo normal».

Sal y tapa para hervir más rápido. Poner sal al agua antes de hervir o tapar el recipiente puede acelerar el proceso de ebullición y reducir así el tiempo de consumo de gas o electricidad al cocinar alimentos. Luego, obviamente, no se añade más sal de la que necesita el guiso, y el beneficio económico está conseguido.

Apagar antes el horno o 'vitro'. Cuando falte poco para terminar de cocinar un alimento apagamos el horno o la cocina eléctrica. Al hacerlo, cortamos el consumo y aprovechamos ese calor generado, que no se pierde de manera inmediata, y que puede prolongarse hasta unos cinco o diez minutos. Se termina de cocinar el guiso sin problema, pero con un tiempo ahorrado en consumo que reduce la factura. Es el equivalente a aprovechar la energía cinética de un vehículo sin apretar el acelerador, pero aplicado a la cocina.

No poner alimentos calientes en la nevera. Al hacerlo, el electrodoméstico aumenta su consumo de energía para poder regular la descompensación de temperatura generada y enfriar el interior. Mejor, dejarlos enfriar fuera y luego, ya a la nevera.

Descongelar en la nevera. ¿Necesitamos consumir un alimento congelado? Hay un truco que genera ahorro: si lo hacemos con la anticipación suficiente, podemos descongelarlo en la nevera. En principio, puede resultar absurdo, pero se logra un doble beneficio: evitamos el gasto eléctrico del microondas para descongelar y, a su vez, el alimento congelado en la nevera aporta un extra de frío que rebajará el consumo eléctrico de la nevera.

Abrir la nevera poco tiempo. En los segundos en los que abrimos la nevera para coger alimentos de dentro se genera un gasto extra por la entrada de aire más caliente del ambiente exterior, y más en verano. Por tanto, saber bien qué vamos a coger y abrir el mínimo tiempo posible reducirá ese consumo eléctrico evitable. Esas contemplaciones prolongadas de indecisión ante la nevera abierta suman céntimos a la factura.

Luz natural y bombillas LED. Aprovechar al máximo la luz natural con persianas o cortinas abiertas cuando haya poca y, ya de noche, emplear bombillas de LED de bajo consumo en toda la casa. No importa que sea de tipo frío, neutra o cálida. «Ahí no hay diferencia de consumo. Lo que cuenta y en lo que hay que fijarse es en los vatios que consume», detalla Montagud.

Aislar bien las estancias. En muchos hogares humildes o con construcciones deterioradas el frío se cuela por ventanas o puertas. Esto dispara el consumo de los calefactores, al tener que activarlos más tiempo para calentar el espacio. Hay que invertir en fijaciones que lo impidan, los llamados burletes, gomas o láminas que se adhieren a los bordes de los marcos y sellan mejor. Así, una casa sin calefacción porque el dinero no llega estará menos fría.

Temporizador para termo eléctrico. Un termo eléctrico para uso de agua caliente en la bañera o la ducha funciona con un consumo cíclico: el aparato calienta el agua y cuando ésta se enfría, se vuelve a calentar, lo que genera un gasto continuo innecesario por consumo eléctrico. ¿Cómo evitarlo? Hay temporizadores que programan su activación, por ejemplo una hora antes de la habitual ducha matutina. De este modo, dispondremos de agua caliente en el momento necesario y habremos ahorrado.

Reflectantes para calefactores. En los calefactores de pared, parte del calor que generan se pierde en la parte recayente a los propios muros de la casa. Pero venden unas láminas con papel de aluminio especificas para colocar en estos puntos junto a los radiadores empotrados. De esta manera, ese calor se recupera, la estancia se calienta más y más rápido y podemos ahorrar en el consumo. Y así, céntimo a céntimo, la factura va menguando.

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