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La Armada Española, y su actuación en la inundación de octubre de 1957, fue providencial para los valencianos. El cañonero Sarmiento de Gamboa estaba amarrado en el puerto de Valencia cuando el agua del Turia inundó el puerto y sus inmediaciones. Sus lanchas fueron las primeras en navegar en la ciudad y sus marinos los primeros que actuaron en los rescates. Pero el buque fue mucho más útil todavía: en una ciudad que se quedó sin teléfonos, la estación de radio del barco dio la noticia de la inundación a su base de Cartagena, que la rebotó al Gobierno en Madrid. Con señales luminosas y código de banderas, el barco comunicó con las autoridades, que estaban aisladas en la Comandancia de Marina del puerto de Valencia.
La alerta temprana del cañonero permitió que, desde Cartagena, en la noche del 14 de octubre, se despachara a parte de la flota. En pocas horas, los cruceros Canarias, Almirante Cervera, los destructores Lepanto y Almirante Ferrándiz, más el minador Vulcano pusieron rumbo a Valencia y lo hicieron a toda máquina y fabricando pan en sus propios hornos. Un tercer crucero, el Miguel de Cervantes, recaló en Alicante para cargar cincuenta toneladas de víveres, según el informe oficial que el general Gómez-Guillamón realizó como balance de la intervención militar tras la riada.
Por mar llegaron, según los apuntes del general, 27.625 raciones de pan, junto con leche condensada, alimentos infantiles, medicinas y hasta 400 cajas de botellas de coñac. Pero la dotación de 1.500 hombres fue decisiva en las ayudas de los primeros dos días. Nuestro periódico anotó la activa labor de los capitanes Carreras, Romero, San Antonio y Rabaso que, encabezando grupos de guardias civiles, marinos y voluntarios, salvaron la vida de muchos vecinos en el puerto, Nazaret y Cantarranas.
Las primeras fotos aéreas de la catástrofe las tomaron los capitanes Pérez Bargas y González Conde a bordo de una avioneta de reconocimiento, en la mañana del 15 de octubre. Dos helicópteros españoles de salvamento llegaron esa mañana a la base aérea de Manises; media hora después se sumó un helicóptero norteamericano. Pero fue el embajador norteamericano el que hizo una gestión providencial: pedir a la VI Flota de la US Navy que desviara hacia Valencia al portaviones Lake Champlain (CV-39), que navegaba por aguas de Baleares.
A las seis de la mañana del 16 de octubre, el portaviones de la clase Essex, un veterano de la guerra mundial, echó el ancla frente al puerto de Valencia y empezó a descargar raciones de comida y medicinas mientras sus helicópteros se sumaban a los españoles en el rescate de personas que se habían refugiado en tejados y otros lugares altos. E portaviones, que también había trabajado durante la guerra de Corea, se dedicaba en 1957 a la guerra antisubmarina; era casi una reliquia, el único con pista de despegue en el eje del navío. Pero en su historial aún habría de tener años para rescatar una cápsula Mercury y a los astronautas Conrad y Cooper, tripulantes de la Gemini V. En días sucesivos se sumaron a las ayudas el carguero norteamericano Thuben y el buque de desembarco Washenow Country; según datos que recoge nuestro Almanaque bajaron a tierra equipos quirúrgicos y de potabilización de agua.
Los S-55 Sikorsky, los llamados Chickasaw, trabajaron recatando gente y repartiendo alimentos en Pinedo, La Punta, Nazaret y la Malvarrosa, así como en Pedralba y Marines, gravemente castigados por la inundación. Los valencianos pudieron ver un ejemplar auténtico en la exposición que en 2018 organizó el Muvim, en recuerdo de la riada.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
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