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El año que cambió sus vidas. Una guerra que estalla y otra que se enquista. Un terremoto desolador en Marruecos. Los claroscuros de la Inteligencia Artificial. El brillo del Año Sorolla. El vuelco electoral en la Comunitat. El futbol femenino español marcando un antes y un después con el Mundial. La revolución de la movilidad en Valencia ciudad. Los hitos del Maratón de Valencia o del Mundial de Gimnasia Rítimica. 2023 ha dado un vuelco a muchas vidas. Como la de Patricia venciendo el cáncer que sufría. La de Blanca viendo a su bisabuelo Sorolla encumbrado una vez más. La de Fidel viendo como sus hoteles resurgen con el renacer del turismo. LAS PROVINCIAS inicia una serie con seis personajes a los que el año ha cambiado la vida.
«Recuerdo que teníamos una clienta que decía que la mafia atacaba con rayos cósmicos, en su casa y en la calle. La única manera de protegerse era forrarse literalmente en plástico y forrar muebles, paredes y ventanas de su casa, porque los rayos atravesaban todo. Incluso uno de esos rayos había matado a su pequeño perro. Un día se levantó el vestido para mostrarme la ropa interior, de plástico. Tuve que tomarle medidas como un sastre para luego cortar la tela para su traje protector. Tremendo, pobre mujer». Era la época en la que el plástico lo envolvía todo. Hasta las ideas paranoicas. La anécdota la recuerda David Mas-Masiá, tercera generación al frente de la histórica tienda de la plaza de la Merced de Valencia. Una de la veintena de tiendas tradicionales a los que las crisis, cambios de hábitos de consumo y la feroz competencia de las grandes superficies han borrado de la faz del mapa comercial de la ciudad. La inflación y el aumento de los costes del sector en el último año han sido las puntillas.
El 10 de marzo de 1957 el abuelo Salvador Mas-Masiá abría su negocio en el corazón de la Merced y en el de todos los valencianos. Un emporio del plástico. «Era un material nuevo, versátil y revolucionario». El paraíso del menaje del hogar. De barreños a corbatas de plástico, hules, impermeables, útiles de baño, muebles de jardín... Un universo hasta para aquella clienta que se creía víctima de la mafia. Por allí pasó también una noche de Reyes «un señor que buscaba neveras portátiles para un 'cocktail' que iba a celebrar. Se presentó como el Marqués de Cáceres». Rita Barberá («le encantaba la tienda»), Carmen Alborch, Moncho Borrajo, José Sacristán, El Mago Blake («venían muchos actores por la proximidad de los teatros»), Juan Adriansens, el alcalde Rincón de Arellano, el pintor Julio Quesada... «Bautista Soler padre venía con su coche y lo cargaba de plantas artificiales para los zaguanes de los edificios que construía». Por los históricos mostradores de Mas Masiá han desfilado un sinfín de personajes ilustres.
Al nacer, todo un edificio de cuatro plantas. «Para aquella época era un comercio muy moderno: aire acondicionado en todas las plantas, gran ascensor para los clientes, escaparates inmensos con iluminación perfecta», subraya David. Junto a su madre Isabel y su hermana Arancha fueron la tercera y última generación al frente de la tienda. Él aún recuerda la planta baja de los sueños. Allí vendían juguetes la noche de Reyes. «Hacíamos exhibiciones de coches y camiones eléctricos (con cable, claro)». Allí había pistolas y escopetas de ventosa, 'Scalextric'… Casi como las pantallas y realidades virtuales de hoy... «Aquello era un paraíso para nosotros».
Con el paso del tiempo llegó la modernidad y la necesidad de hacer inventario a ordenador. «Teníamos más de 12.000 referencias y todas las metimos a mano. Descripción, color, tamaño, capacidad, precio de coste, de venta, ubicación… Tuvimos algunas noches de pijama y albornoz en la oficina». Mas Masiá logró poner hasta de moda unas escobas en Valencia: las estampadas de cebra, leopardo o los colores del Orgullo Gay que fabricaba Casa Vigar. David empezó vendiendo de cara al público, un aprendiz más, y acabó cogiendo las riendas del negocio. Sabe lo que es atender a un abuelito que viene a por una fiambrera «para la rana de su nieto». O aprendió a saber descifrar a un cliente que llegaba pidiendo 'un radiólogo' y lo que quería era un floreado 'gladiolo' de tela. La atención cercana que se despersonaliza en franquicias y grandes centros comerciales.
La pandemia apuntilló a Mas Masiá. La tienda surfeó las crisis del 1992 y 2008, pero las restricciones del Covid la acabaron ahogando. Pero sobre todo el fin del paso de los autobuses por la plaza del Ayuntamiento, ahora retomado por la alcaldesa Catalá. «Nos afectó muchísimo. Muchos de nuestros clientes eran personas de cierta edad que venían en autobús de Xirivella, Orriols, Torrefiel, Patraix...». David echa la vista atrás y lanza un mensaje de agradecimiento. «Gracias a todos nuestros empleados, los clientes y los valencianos. Ellos han hecho posibles estos 66 años». Como buen emprendedor también mira al futuro. Su familia fundó Living Valencia (alquiler de apartamentos turísticos). «Resurgiremos con algún proyecto innovador. A ver qué oportunidades nos ofrece Valencia».
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