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El cirujano valenciano Pedro Cavadas, conocido popularmente como el 'Doctor Milagro'. efe
Médicos de nuestra historia

Médicos de nuestra historia

Los galenos valencianos han legado huellas imborrables desde la Edad Media | Pedro Cavadas, el 'Doctor Milagro', el último en ingresar en una amplia y admirable lista

ÓSCAR CALVÉ

VALENCIA.

Domingo, 29 de julio 2018

'Quan les gens sabien que sent Pere havie a passar per una plaça, deyen: «Acèn passarà, e o sol done lla», e posaven.hi los malalts ves la ombra de sent Pere; e quan sent Pere venie, axí com passave, la sua ombra toquave a la hun malalt, e aquell deye: «Oo, yo ja só guarit!»; e l'altre axí mateix, etc.' San Vicente Ferrer recordaba a nuestros antepasados el conocido pasaje bíblico (Hechos de los Apóstoles 5, 12-14) donde la sombra de Pedro sanaba enfermos. Según la hagiografía, el propio dominico dispuso de grandes poderes taumatúrgicos. Tan pronto curaba a enfermos de peste como recomponía a un bebé descuartizado por su propia madre. El santo valenciano vivió en sus carnes ese tipo de sanaciones milagrosas. En 1398, en plena agonía mortal, una epifanía trastocó su existencia, además de ponerlo en la suficiente forma como para recorrer gran parte de Europa. Sin embargo, todas estas extraordinarias sanaciones cuya existencia depende de la fe o no del lector, eran ínfimas numéricamente en comparación con las que a lo largo de la historia ha aportado la medicina convencional, ya saben, la que se estudia y se aplica a través del conocimiento adquirido. En este sentido, nuestro territorio es cuna de galenos eminentes desde tiempos inmemoriales. Médicos que han hecho historia. Médicos que hacen historia. Ahí tienen al oportunamente llamado 'doctor milagro'. Hace pocos días el doctor Pedro Cavadas fue de nuevo noticia al reconstruir una separación de columna vertebral y pelvis a un paciente tetrapléjico desde los nueve años. Entre tanta noticia plomiza sobre política, entre las nuevas dramáticas en torno a tragedias humanas, abrimos una ventana a la esperanza en nuestra especie, encarnada por aquellos seres capaces de proporcionarnos más años y mayor calidad de vida. El listado es enorme.

Hoy recordaremos sólo a algunos por su trascendencia histórica en campos variados y en circunstancias diversas: Arnau de Vilanova, Jaume Roig, Lluís Alcanyís, Francisco Javier Balmis, Ramón Gómez Ferrer o Pedro Cavadas son extraordinarios ejemplos. En cualquier caso, el reconocimiento es extensible a todos los profesionales que salvan y mejoran vidas. No se me ocurre un oficio más loable.

Postal de época con la efigie del doctor Gómez Ferrer. Bivaldi

Sería injusto no mencionar siquiera de pasada el trascendental papel que durante la Edad Media tuvieron médicos musulmanes y judíos, cuestión magistralmente narrada en la novela 'El médico'. Antes del dominio cristiano, nombres como el del valenciano Abu-I-Ala Zuhr, el dienense Abu I-Salt o el alcireño Ibn Tumlus legaron su excelsa sabiduría médica, recogida por autores posteriores. En todo el continente en general, y en nuestro territorio en particular, grandes personalidades cristianas confiaron su salud a médicos 'infieles'. Hasta Jaime I se hizo acompañar de médicos hebreos durante la Reconquista. Del mismo modo, aunque las leyes a finales del siglo XIV vetaban que los galenos islámicos interviniesen a pacientes cristianos, son muchos los documentos conservados sobre el requerimiento de esos médicos por parte de ciudades, nobles y reyes. También de doctoras de otros credos, documentadas por Hinojosa Montalvo. Hacia 1330 una judía valenciana de nombre Adelfa ejercía de oftalmóloga en la capital del Turia. Pocos años más tarde, en Orihuela, la también judía Yamila desarrolló su labor de cirujana tras superar un examen cuyo tribunal se componía de colegas hebreos y cristianos. A buen seguro que los cinco nombres de médicos citados en este párrafo no les sonaban mucho. No dudo que sepan la razón.

Mucho más próximo nos resulta Arnau de Vilanova, personaje fundamental en la historia de la Corona de Aragón cuya importancia trascendió lo estrictamente médico. Aunque su lugar de nacimiento (en torno a 1238) no está claro, está considerado valenciano de adopción gracias a la documentación conservada. Su clientela, esencialmente monarcas y pontífices, advierte de su gran valía, adquirida en buena medida por dos aspectos: su formación como teólogo y su dominio del árabe, con la consiguiente facilidad para nutrirse de textos de medicina musulmana. Es lógico que las autoridades se disputasen su concurso. Su entrega al paciente estaba fuera de duda. Que se lo digan al rey Jaime II, monarca de la Corona de Aragón y valenciano de nacimiento. Hacia 1305 Arnau le escribía un manual de salud, el Regimen sanitatis ad regem Aragonum. Un 'Más vale prevenir' a lo Sánchez Ocaña, pero personalizado y con todo lujo de detalles. La claridad expositiva justificó que la obra -pese a ir dirigida a sólo una persona en concreto- causara sensación. Inmediatamente se crearon copias y traducciones del original a otras lenguas. Reformador y visionario -anunciaba la proximidad del final de los tiempos- se granjeó enemigos a la misma altura que la de sus pacientes. La Inquisición de la época, sin ir más lejos. Otro aliciente que añadiría no pocos mitos en su biografía, como la de ser un alquimista de naturaleza diabólica y un maestro de la magia negra. La verdad: Arnau practicó todos los géneros de la literatura médica, tradujo obras de grandes médicos como Hipócrates, Galeno o Abu I-Salt y produjo unos apuntes de las clases que impartía en la Universidad de Montpellier que circularon por toda Europa. Casi nada.

Grabado que representa la partida de la Expedición Balmis. Volumen con textos científicos de Arnau Vilanova. Frontispicio de una edición del Llibre de Les Dones del XVI. Bivaldi / Biblioteca Nacional
Imagen principal - Grabado que representa la partida de la Expedición Balmis. Volumen con textos científicos de Arnau Vilanova. Frontispicio de una edición del Llibre de Les Dones del XVI.
Imagen secundaria 1 - Grabado que representa la partida de la Expedición Balmis. Volumen con textos científicos de Arnau Vilanova. Frontispicio de una edición del Llibre de Les Dones del XVI.
Imagen secundaria 2 - Grabado que representa la partida de la Expedición Balmis. Volumen con textos científicos de Arnau Vilanova. Frontispicio de una edición del Llibre de Les Dones del XVI.

Aproximadamente un siglo más tarde de la muerte de Arnau de Vilanova (1311, parece que en las costas de Génova), nacía en Valencia el médico Jaume Roig. Examinador de los aspirantes al oficio en la ciudad, visitador de enfermos en diversos hospitales y conventos, médico de la reina María de Castilla -la 'abandonada' esposa de Alfonso el Magnánimo-,... Su impresionante currículo se ha visto relegado historiográficamente por su habilidad con las letras.

Roig fue uno de los representantes más señalados del calificado como Siglo de Oro Valenciano. Aun así, la biblioteca médica que testamentó y los contenidos hipocráticos que reflejaba su 'Espill', refuerzan su rol como reputado médico de la época. Un ataque de apoplejía acabó con su vida cuando disponía de tanta fama como patrimonio: terrenos, cuatro casas en la capital (una de ellas se conserva a escasos metros de la Lonja de la Seda), etc. Un final diametralmente opuesto al experimentado por el setabense Lluís Alcanyís, el acreditado médico converso de Fernando el Católico. En 1499 ocupó la primera 'cadira de medicina e cirurgia' de la recién creada Universidad de Valencia, con la felicitación de su paisano el papa Alejandro VI. Donde dije digo, digo Diego. Ni la gran formación ni la dilatada trayectoria de Alcanyís le libraron de la hoguera pública el 25 de noviembre de 1506, acusado de judaizar.

Si son seguidores de las historias de aventuras, les sonará el nombre del médico alicantino Francisco Javier de Balmis y Berenguer (1753-1819), el líder de la Real Expedición de la vacuna contra la viruela. Como los anteriores casos desarrollados, también fue médico real. En concreto de Carlos IV, quien había perdido a una hija de sólo dos años a causa de la viruela. Quizá por eso, cuando Balmis presentó al Borbón un proyecto cuyo objetivo era hacer llegar la vacuna contra este mal a todos los territorios del Imperio español, Carlos IV le mostró su apoyo total, el económico incluido. Un barco con 22 huérfanos inoculados con la vacuna activa en su cuerpo (en realidad una pequeña dosis del virus) era la última esperanza para millones de personas. La enfermedad se llevaba al otro barrio al 30% de los infectados. Idéntico porcentaje sufría secuelas graves. Muy pocos se libraban de padecer algún tipo de malformación física». La expedición inicial (1803-1806) fue mucho más allá, en tiempo y espacio. Hasta 1814, hasta China. En 1825 Alexander von Humboldt, 'padre de la geografía moderna', definió el viaje como «el más memorable de los anales de la historia». No andaba desencaminado. Aquella aventura emprendida por el médico ha sido tema central de varias novelas y ficciones. Más cercano permanece el recuerdo de Ramón Gómez Ferrer, pediatra cuya dedicación a los niños valencianos de toda condición fue reconocida de múltiples maneras estando en vida el insigne doctor. Santiago Grisolía, galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica, y cómo no, el citado Pedro Cavadas, invitan a pensar que se trata de una historia que contará con nuevos renglones de oro.

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