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Carla y Mario, a la salida de la iglesia de Sant Jordi en Paiporta, poco más de un mes antes de la DANA. LP
«Hace un mes celebramos aquí el amor y ahora es una ruina»

«Hace un mes celebramos aquí el amor y ahora es una ruina»

DANA en Paiporta ·

Carla y Mario se casaron a finales de septiembre en la iglesia de Sant Jordi de Paiporta: «Se han salvado los santos que están en alto… ya veremos qué más se puede aprovechar»

Miércoles, 6 de noviembre 2024

El sábado 21 de septiembre, Carla y Mario rebosaban felicidad. En la víspera, ella había ido a ponerle unos huevos a Santa Inés para pedirle que ahuyentase la lluvia prevista para esa mañana. Que cada uno crea lo que considere, pero lo cierto es que la meteorología le respetó durante la ceremonia y en la salida de ambos, ya como pareja unida en matrimonio, de la iglesia de Sant Jordi. Ahí les esperaban sus amigos para vitorearlos en lo que sólo fue el prólogo de una fiesta que se prolongó hasta la medianoche, cuando los invitados y los novios cantaron a pulmón abierto el himno regional.

El mismo que sonó el fin de semana en el Metropolitano y en el Sánchez Pizjuán en honor a los afectados por la terrible DANA, entre ellos Carla y Mario. «Hace un mes estábamos celebrando el amor y ahora esto es una ruina», lamenta la joven: «He estado por la plaza y parece como cuando estaba en obras hace seis meses». Pero eso no es nada. Carla relata la escena desoladora del interior de la iglesia, ahora cerrada a cal y canto: «Ya veremos lo que se va a poder salvar, porque todo es de madera. De momento, los santos que estaban en alto, pero no sé lo que se podrá recuperar».

A Carla ya no le quedan lágrimas. «No tengo ya fuerza para llorar», dice con amabilidad y después de repetir una vez más la palabra más pronunciada por los vecinos de Paiporta: «Gracias, gracias por lo que estáis haciendo». Abruma, porque reconocen la labor de los voluntarios, sobre todo a ellos, pero también a quien esté difundiendo lo que están pasando desde hace ya una semana y su necesidad de ayuda de los cuerpos de élite. Piden respaldo urgente para reconstruir un pueblo perfectamente representado por esa plaza donde se asienta la iglesia de Sant Jordi: «Desolador. Es que no hay un comercio en todo el pueblo que pueda ponerse en marcha». La madre de Carla tenía un centro de belleza: «Ha salvado una camilla… dice que no vuelve a abrir. Que mi padre va a jubilarse pronto…». Y que hay que disfrutar de la vida.

La iglesia de Sant Jordi y la plaza que la acoge, tras la DANA. ADOLFO BENETÓ

Eso lo aprendió esta familia, como todas las de Paiporta. Muchos de ellos perdiendo familiares y amigos que de repente se los llevó la DANA. Todos relatan una historia similar. Que estaban haciendo vida normal en ese fatídico 29 de octubre porque nadie les avisó de la magnitud real del peligro. Mario estaba en casa. «Yo me había ido al gimnasio», cuenta Carla. Y entonces sus padres le llamaron para que se fuera hacia casa. Y luego que no, que ahí llegaba ya el agua a las rodillas: «Vivo cerca del mercado y esa es aún una de las peores zonas, porque no han entrado los militares. Hay una pila de coches».

Ella se fue hacia casa de una amiga, que reside por la Guardia Civil. Llegó… pues de milagro. Cuando quiso salir del coche, el agua ya cubría la puerta. La sacaron por la ventanilla. «Doy gracias por estar viva. Hay que disfrutar del tiempo», señala. Apenas durmió esa noche, a pesar de que aún pudo hablar con Mario y con sus padres. Todos confirmaron que estaban bien. Y al día siguiente, cuando pudo salir a la calle y reencontrarse con ellos, se rompió: «Fue la primera vez que me eché a llorar».

Luego han venido muchas lágrimas, pero también con la consciencia de haber tenido suerte dentro de la tragedia. «La iglesia de Sant Jordi es la de todas las celebraciones. Donde nos bautizaron… todo ocurre ahí. Si no puedo casarme en ese templo, igual me da algo», afirma- Mario y Carla son falleros y esto quedó muy claro durante toda la celebración. Muchos de sus mejores amigos son de Paiporta, aunque también había mucha gente de fuera. «Otra pareja se casaba el 6 de diciembre. Están bien, pero como todos los vecinos del pueblo sus padres lo han perdido casi todo. No están para celebraciones y la han cancelado», relata la joven: «Todos los proveedores han entendido la situación y han logrado aplazar. Sólo les falta pelearlo con la agencia de viajes por la luna de miel».

El local donde estaba el salón de belleza de su madre ya está limpio. «Lo que se puede hasta que despejen las calles. Con la presencia de los militares, que tienen máquinas, ya empieza a ir todo más rápido», indica. Pero eso no quiere decir que Carla, Mario y el resto de la familia se hayan parado. «Estamos buscando gente que nos necesite para ayudar», señala en el momento de concertar la charla para este reportaje. De afectados a voluntarios. En Paiporta sigue triunfando el amor, en todas sus versiones. Una vez más, el pueblo salva al pueblo.

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