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BELÉN HERNÁNDEZ
Jueves, 23 de diciembre 2021
«¡Las gambas han bajado de precio!», exclama orgulloso Pablo Ferrol, el pescadero de Mariscos Vizcaíno en el Mercado Central de Valencia. Es prácticamente ... uno de los únicos que puede pronunciar tal frase. El incremento desorbitado del precio de los productos es la tónica general con la que lidian comerciantes y consumidores. Con vitalidad, comenta a todo aquel que pasa por delante de su puesto: «¡Han pasado de 150 a 135 euros el kilo!». La explicación reside en que el sector de la restauración, asfixiado por las numerosas cancelaciones de las reservas, ha anulado gran parte de sus pedidos. Los vendedores se han quedado sin sus clientes estrella y la demanda ha migrado a un público general que celebrará las festividades en casa.
El Mercado Central era este jueves 23 un hervidero de compradores, comerciantes, carros, cestas, listas de la compra en la víspera del día grande de la Nochebuena. El afán por llenar la mesa de Navidad choca con la realidad de la subida del coste que golpea a los puestos del mercado, resentidos por los efectos de la pandemia pero sin perder la esperanza. Pero sobre todo a los ciudadanos. Tal y como puede comprobar LAS PROVINCIAS consultando los diferentes puestos del templo de la gastronomía de la ciudad, la factura media de la cena navideña se ha encarecido hasta un 47%. Angulas, carabineros, turrones, bocas e incluso la piña han experimentado notables incrementos de coste para el bolsillo del consumidor. Pero Pablo Ferrol no desfallece. El pescadero trata incesantemente de atraer a la clientela con una alegría innata. También el percebe, que las navidades pasadas estaba a 140 euros el kilo, ahora puede disfrutarse por 80 euros.
Excepciones que confirman la regla porque la mayoría el marisco sigue al alza. Los carabineros casi duplican su precio hasta llegar a los 120 euros el kilo, pero el pescadero se consuela con que la bajada de las gambas le ayude a recuperarse económicamente. «La boca estaba el año pasado a 62 euros el kilo y ahora a 140», contesta el tendero, que insiste en afrontar la situación con optimismo.
A tan solo unos metros, en «La parada de la anguila», los clientes observan cómo extraen el pescado fresco de la pecera como si de un espectáculo se tratara. Aquellos que quieran degustar este pescado en sus mesas tendrán que pagar tres euros más de los que abonaron el año anterior, a 21 euros. Pero hay quien, como Sole Ferrer, no están dispuestos a renunciar a este manjar. «Una vez al año no hace daño, siempre la he comprado. Qué remedio si suben el precio», afirma mientras señala a su marido. La mujer le sonríe con ternura y confiesa que a él le encantan. Más allá de un simple producto, la tradición y la ilusión son capaces de motivar a que las familias que se lo puedan permitir estén dispuestas a asumir un coste más elevado. Pagar más por volver a saborear 'la normalidad'.
En el mismo puesto, la comerciante María Isabel García saca las angulas de un refrigerador. Le lleva unos minutos encontrarlas, escondidas como si fueran un tesoro. No es para menos, su precio de venta se ha elevado exponencialmente. «Ha pasado de 400 euros el kilo a llegar hasta los 800», dice García mientras sostiene pequeños sobres del producto entre sus manos. La mujer recuerda que la subida del precio de la luz y del combustible son los culpables de que los alimentos estén a tal coste.
Las prisas y los carritos de la compra a rebosar consiguen que no decaiga la ilusión en el Mercado Central. En colas interminables, hay quien frunce el ceño al ver el precio de los productos. «¿Cuánto valen las cerezas?», pregunta Francisco Renovell a la dependienta. No titubea tras escuchar que han subido a 20 euros el kilo. «Déjalo, ponme unas fresas». Aunque el incremento en el coste de las cerezas sea solo de cuarenta céntimos, Renovell insiste: «Tratamos de no excedernos en el precio de lo que compramos».
«Las naranjas y los productos locales siguen igual que siempre», sostiene la comerciante de una de las múltiples fruterías del mercado, Amparo García. Explica que las frutas que se pagan más caras es por la subida en el precio del transporte. Piñas y fresas también se han visto afectadas, con subidas cercanas a los cincuenta céntimos y ascendiendo a 5,40 euros el kilo y 14 euros el kilo respectivamente.
Aunque la tradición sigue imponiéndose, la necesidad de recortar en la factura es evidente. «La gente mira más que la mesa esté llena antes de apostar por una mayor calidad de los productos», asegura con resignación la dependienta de 'Supergourmet' Raquel Sánchez. A pesar de que el precio del jamón haya subido, en el establecimiento «hacemos el esfuerzo de mantenerlo al mismo de siempre», relata. Casi como un pacto, en las charcuterías del Mercado Central impera esta postura. Sánchez recuerda los días en los que era frecuente comprar entera la pata de jamón por Navidad con anhelo.
La comerciante reproduce el cansancio generalizado por el descenso en la demanda: «La facturación ha caído a la mitad desde que empezó la pandemia». Aún así, los tenderos del Mercado Central no desisten y siguen levantando día a día la persiana.
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