«El miedo es la peor secuela»

Miedo. Ese es el nombre del monstruo que reside en el interior de toda mujer que ha sufrido maltrato, ya sea psicológico o también físico. Un monstruo que ha sido criado y alimentado a base de amenazas, manipulación y golpes y que, pese a que desaparezca la fuente de su creación, en muchas ocasiones permanece con mayor o menor fuerza en un rincón de la mente.

Así mismo lo cuenta Belén Garrido -nombre ficticio-, una mujer de 54 años que ha sido víctima de violencia de género por parte de la que fue su pareja durante 15 años de relación. Mejor dicho, fue víctima y lo sigue siendo, porque las heridas del maltrato siguen abiertas. «Las humillaciones eran constantes. Los golpes se curaban en una semana, pero el daño psicológico se queda. Te crees de verdad que no vales nada», cuenta.

Belén pone voz a miles de mujeres que sufren el drama de la violencia machista, ya sea dentro o fuera del hogar. Su historia sigue el patrón de muchas otras: un hombre con buena imagen de cara al exterior y que al principio de la relación sólo muestra bondades. Al poco tiempo afloró el control, la dominación y las vejaciones. «Pero todos pensaban que la loca era yo», sentencia.

Veneno para ratas y cuchillos bajo la almohada hacen acto de presencia en el relato de esta mujer que, aún a día de hoy, vive con la incertidumbre de encontrarse en cualquier momento con su agresor. Durante el tiempo que estuvieron juntos, Belén siempre tuvo trabajo y llevaba dinero a casa. Sin embargo, ella no tenía acceso a sus propios ingresos. «Él se quedaba con el dinero y decía que lo gestionaba para invertirlo en nuestro futuro. Pero era mentira», cuenta. «Cuando intentaba dejarle, me sentía abandonada tanto física como económicamente», agrega Belén.

«El último episodio antes de separarnos fue que se envenenó con una botella de licor y dos bolsas de veneno para ratas. Se lo tomó delante de mí para que viera lo mala persona que era yo», narra. En la escena intervinieron sus vecinos, quienes salieron a defenderla. Sin embargo, esto no es algo que siempre ocurra, por desgracia. Hubo juicio por aquel suceso -ocurrido en otro país donde residían en ese momento-, pero la sentencia indicó que hubo «violencia de ida y vuelta» y no se condenó al agresor.

Tras aquello, Belén volvió a denunciar posteriormente a su agresor, sin embargo, no ratificó dicha denuncia por temor a las amenazas. «Él dormía con cuchillos debajo de la almohada por si se me ocurría volver a llamar. Yo tenía que ratificar la denuncia y no lo hice porque me iba a matar», asegura esta mujer que afirma que se sentía sin escapatoria. «Mi familia estaba en mi país y no podían hacer nada. Me sentía prisionera. Pretendió matarme y yo estaba convencida de que ese era mi destino», declara sin esconder en su tono la gravedad de sus palabras.

En 2015, él decidió marcharse a su país con otra mujer, sin embargo, eso no ha supuesto el fin de la angustia. «Cada vez que viene a España me busca. Viene con aires de superioridad y cuando ve que no consigue nada, intenta dar lástima, pero al ver que ya no estoy sola, se va», explica.

Sin duda, uno de los peores sentimientos que experimentó Belén fue el de sentirse inútil y, además, culpable de la situación que estaba viviendo, para lo que ha necesitado ayuda psicológica. «Han pasado años pero sigo teniendo pesadillas. Hay días mejores que otros e intento que predominen los mejores. Lucho por ello», afirma Belén, quien, pese al horror vivido, no pierde la sonrisa. En su caso, ha encontrado en la Asociación Alanna una familia que le ha permitido restaurar su vida.