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Aspecto que ofrece el acceso a la planta de Ikea en Alfafar. J. Signes

El milagro Ikea o cómo construir en altura y salir indemne de la DANA

Prodigio en la zona cero: el gigante sueco resistió gracias a que descartó edificar bajo el subsuelo, situado en espacio inundable, y optó por levantar su sede de Alfafar en altura. Son las lecciones que dejó la gota fría

Jorge Alacid

Valencia

Domingo, 1 de diciembre 2024, 00:44

En la trágica tarde del 29 de octubre, y en las primeras horas de esa misma noche, mientras las pantallas crepitaban con el latido de ... las desgracias que azotaban Valencia y la crecida del Magro, el Poyo y otros barrancos y correntías dejaban a su paso un paisaje de dolor y desolación, de donde ya era más o menos sencillo concluir la aparición inminente de víctimas mortales, desde el parque comercial de Alfafar donde se alojan grandes superficies de toda índole, una imagen llamaba especialmente la atención: un grupo de personas había encontrado refugio acogidas bajo la cubierta de la sede de Ikea. ¿Milagro? Más o menos: una mezcla de mentalidad escandinava, propensa al cálculo cartesiano, y una férrea cultura de empresa, tendente a movilizar los mecanismos de prevención para salvaguardar vidas y bienes, operó en efecto la proeza... que tuvo poco de sobrenatural. En realidad, una serie de decisiones previas tomadas por la cúpula del gigante sueco oficiaron ese prodigio, más bien terrenal, de preservar sus instalaciones, activar el dispositivo de emergencia (un grupo electrógeno que garantizó el suministro eléctrico en plena oleada de la DANA, mientras las sombras triunfaban a su alrededor) y socorrer a tantas almas en pena que vagaban por Alfafar y demás municipios convertidos en ese momento terrible en la versión valenciana del infierno.

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No hay por lo tanto grandes misterios que expliquen el milagro Ikea. Se trata, por el contrario, de pura ciencia. De ejecutar un minucioso plan constructivo que se benefició de las primeras decisiones adoptadas hace más de una década, cuando comenzó la edificación de su superficie comercial en Valencia: a principios del año 2013, sus responsables pusieron en marcha ese proyecto de edificación basado en pilotes que ahora se ha revelado salvador. Desde la empresa se recuerda que ya previamente se había decidido construir el enorme pabellón en altura, de manera que también el aparcamiento se situara sobre el suelo. Sus técnicos habían observado que el nivel freático del entorno se encontraba casi a ras de suelo, en medio de una zona inundable que aconsejaba prescindir de obras subterráneas. No podían sospechar entonces que con esa decisión estaban salvando vidas: lo contrario a lo sucedido en otros edificios semejantes, como el cercano MN4, convertidos en una trampa para automovilistas y conductores mientras arreciaba la DANA y se desbordaba el cauce del cercano río Poyo, habitualmente seco.

Tres imágenes de los diferentes momentos de construcción de la planta, iniciada en 2013 e inaugurada en junio de 2014.

«IKEA, como consecuencia de la morfología del terreno e hidrología, tomó la decisión edificar en altura la tienda de Valencia con un parking en superficie y otro en primera planta». Las palabras transmitidas desde la empresa, que recuerdan que la parte comercial de sus instalaciones en el parque comercial de Alfafar se sitúa en la segunda y tercera planta, apuntan hacia un propósito preventivo que ha tenido, al menos en su caso, final feliz. «El objetivo a la hora de construir todas las tiendas IKEA es no solo adaptarse al terreno donde se ubica», señalan una portavoz en declaraciones a LAS PROVINCIAS, « sino además conseguir la mayor ventilación y luz natural posible». Una intención que cristaliza, en el caso de sus instalaciones en Valencia, a través de la opción de edificar en altura pero también « mediante patios ingleses y taludes», dos recursos arquitectónicos que contribuyen a mejorar la habitabilidad y el confort de trabajadores y clientes.

No hubo por lo tanto milagro durante la larga madrugada del 29 al 30 de octubre, sino método y planificación. Lo confirman desde el despacho madrileño DAIE, que se ocupó del proyecto básico y ejecutivo de construcción. Los planos conceptuales se hicieron internamente en IKEA, hacia cuyos directivos felicita desde DAIE el encargado de aquel proyecto valenciano, Andrea Maestri. «Nosotros no tomamos la decisión de construir en altura», explica. «Esa era una decisión que ya había tomado Ikea cuando nos contrató, así que a quien corresponda habrá que darle la enhorabuena: salvó vidas», añade. Ese latiguillo de «a quien corresponda» apunta hacia el equipo integrante de la organización interna de la empresa sueca, responsable de ejecutar un procedimiento muy medido: «Trabajamos con diferentes protocolos para diferentes contingencias que puedan», señalan desde su departamento de comunicación. Unas palabra que aluden a incidencias como terremotos, incendios y, en efecto, inundaciones como la riada que devastó el entorno donde se ubica su sede valenciana.

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Sólo tres edificios en España se levantan sobre pilones

El edificio de Ikea Alfafar es uno de los tres construidos por la compañía en España dispuesto sobre pilones, una circunstancias que permitió resistir el empuje de la DANA y que ha convertido sus instalaciones en una especie de puesto de mando provisional desde donde coordinar la ayuda que prestan voluntarios y emergencias. Es el caso de Pablo, un valenciano que acudió desde primera hora a echar una mano y se encontró, para su sorpresa, con que la sede de Ikea estaba intacta. «Se ve que estos nórdicos saben hacer bien las cosas», se admira hoy. El empeño solidario de la empresa continúa de hecho todavía hoy, «canalizando la ayuda que sin duda se va a necesitar en las próximas semanas», como explican sus responsables. «Ya se están donando materiales para las labores de limpieza y recuperación a asociaciones y ayuntamientos implicados en esta canalización de medios y desde la tienda de IKEA Valencia hemos donado enseres y comida al Ayuntamiento de Alfafar».

¿En qué consiste este protocolo? Ikea apunta, entre otros elementos que se detonan en tales circunstancias, a la dotación del equipo electrógeno que aseguró la iluminación en la noche fatídica y convirtió sus instalaciones en la luz entre las tinieblas para tantos vecinos, viandantes y automovilistas que deambulaban confundidos por el entorno. Esa es una de las imágenes que deparó el paso de la DANA por Valencia: esas setecientas personas refugiadas en Ikea, incluidos algunos empleados de la tienda, que a la luz del día observaban que también bajo el brillo del sol la instalación presentaba un aspecto en las antípodas del estado comatoso que distinguía (y aún distingue) al resto de los edificios circundantes. «Gracias a la gran capacidad de su infraestructura y la disposición solidaria de su equipo», señala IKEA Alfafar, «se logró ofrecer un refugio seguro a los afectados».

Ayudó a ese objetivo las aparatosas dimensiones del edificio, con una superficie total construida de 108.374 metros cuadrados, distribuidos en cinco plantas donde el suministro eléctrico se interrumpió, ofreciendo no sólo luz sino permitiendo que funcionaran servicios esenciales como el sistema de calefacción y ventilación. Incluso permaneció abierto el restaurante, operativo para ofrecer cenas y desayunos a los desplazados, a quienes además la empresa ofreció «de manera espontánea» ropa, colchones para dormir; mantas, toallas, albornoces, zapatillas de estar por casa, Incluyendo un bien muy preciado esa aciaga noche: cargadores de móvil «para que pudieran contactar con sus seres queridos». «Les dimos todo lo que pudimos y teníamos a mano», recalca la empresa, cuyos portavoces advierten de que todo ese esfuerzo se desarrolló en medio de una elevada carga emocional, cuya cúspide se alcanzó con el momento cumbre de la madrugada: el rescate de los nueve viajeros de un autobús que se quedó varado a 50 metros de la tienda.

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«Salieron del autobús cuando el agua les llegaba ya muy arriba y estuvieron cuatro horas agarrados a un poste», recuerdan desde Ikea. «Cuando el nivel del agua bajó ligeramente», prosigue su relato, « aprovechamos desde la tienda para hacer una cadena humana de clientes y trabajadores y ayudar en su rescate». «Cogimos mangueras contra incendios que atamos a diferentes árboles y usamos sillas de ruedas que tenemos en la tienda para que pudieran entrar y cuando lo hicieron fue tremendamente emocionante», afirman.

Momentos que compensaban otros más amargos. Subrayan desde la empresa que había víctimas que llegaban hasta Ikea «como podían, nadando o caminando entre el barro, incluso desde la V31». «La propia Guardia Civil redirigía a rescatados a nuestras instalaciones por ser un lugar que consideraban seguro y en el que podíamos ofrecer una mínimo de recursos», insisten los responsables de la empresa, que todavía no saben cuándo podrán reabrir sus puertas. El edificio sigue intacto pero a su alrededor sigue proliferando el caos y la desolación. Hoy tiene incluso aspecto de símbolo, de icono. Una lección de cómo construir perfeccionando la seguridad de trabajadores y clientes. la mejor enseñanza que ha dejado la DANA.

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