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R. GONZÁLEZ
Domingo, 7 de marzo 2021, 01:49
Valencia. El suelo de la Comunitat tiembla, aunque muchas veces esas vibraciones son tan tenues que pasan desapercibidas para la población. En lo que va de año ya acumula 43 movimientos sísmicos. Y es que este enclave privilegiado se encuentra cerca de la confluencia de las placas tectónicas euroasiática y africana y está marcado por tres sistemas con fallas activas, como son el bético, el ibérico y el costero catalán. Eso hace que más de 4,4 millones de valencianos vivan en municipios de riesgo sísmico VI o superior, escala que mide los daños que causan los terremotos, para un periodo de retorno de 500 años. Eso es lo que refleja el Plan Especial frente al Riesgo Sísmico en la Comunitat Valenciana de la Generalitat.
Toda la provincia de Alicante, casi toda la de Valencia, a excepción de ocho localidades, y cuatro municipios de Castellón aparecen en el listado de ese documento. La intensidad VI de la Escala Macrosísmica Europea (EMS) equivale a un grado «levemente dañino». Eso significa que los objetos pequeños caen y que se producen daños ligeros en los edificios corrientes, como grietas en el enlucido y caída de algunos elementos. Bajo este parámetro aparecen cuatro pueblos castellonenses (Bejís, Xilxes, La Llosa y Moncofa), otros cinco alicantinos (Benissa, Benitatxell, Calp, Gata de Gorgos y Senija), y 67 valencianos (entre ellos Alfara del Patriarca, Burjassot, Cheste, Llíria, Requena o Sagunto).
Por encima de ese nivel se contabilizan 327 municipios de Alicante y Valencia. Las intensidades que podrían llegar a alcanzarse en esos puntos rondarían entre VII y IX. El primero de ellos es un grado «dañino». Ahí muchos edificios sufrirían daños moderados. Y además de pequeñas grietas, se podría producir algún derrumbe parcial de chimeneas. El nivel VIII se denomina «gravemente dañino» y en este caso algunos edificios podrían derrumbarse parcialmente. El máximo nivel que se prevé en la región es IX, o «destructor».
Con esa intensidad los monumentos y columnas se caerían o se torcerían y alguna construcción podría llegar a derrumbarse por completo. En ese último sólo apartado sólo se encuadran puntos de la provincia de Alicante, como Torrevieja, Rojales, Benijófar, Orihuela o Elche. Mientras que la capital del Turia se quedaría en el nivel VII.
Desde el Instituto Geográfico Nacional (IGN), destacan que la mayoría de los movimientos sísmicos registrados en la Comunitat en el último medio siglo son de una magnitud (cuantificación de la energía liberada por un terremoto) inferior a 3. Los más destacados han rondado el 4.7 en Alicante y el 4.5 en Valencia. El pasado año se contabilizaron alrededor de 200 entre ambas provincias. Según Luis Cabañas, sismólogo de la Red Sísmica Nacional del IGN, no se puede predecir cuándo tendrá lugar el próximo seísmo o su intensidad. Lo que sí se puede hacer es recopilar todos los datos posibles para tratar de prevenir sus efectos.
Por su parte, Francisco García, catedrático de Geofísica de la Universitat Politècnica de Valencia, resalta que el riesgo sísmico en la región en «entre bajo y moderado». Bajo el suelo que pisamos «hay más fallas de las que se imagina la gente». Pero el país tiene «una de las mejores redes sísmicas» para detectar en todo momento lo que ocurre, la de IGM, y además, añade, «con una gran cobertura de la Comunitat Valenciana». Los datos que proporciona permiten estudiar la estructura interna terrestre y cómo son las fallas de cara a elaborar los modelos de ingeniería sísmica que luego se utilizan para «construir mejor y salvar vidas».
La región ha sufrido importantes terremotos. El de 1048 en Orihuela, con intensidad VIII, destruyó la mezquita. Unas 200 casas se hundieron en Tavernes en el seísmo de diciembre de 1396. En este caso osciló entre VIII y IX. También cayeron muchas viviendas en Muro de Alcoy en 1644. El episodio de Estubeny de marzo de 1748 destruyó esa localidad y las de Montesa y Sellent. Torrevieja y Guardamar tuvieron que ser reedificadas tras la sacudida de marzo de 1829, de intensidad IX-X.
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