La fachada del antiguo colegio mayor Lluís Vives de Valencia ha cambiado. Aunque siga manteniendo su apariencia antigua, las manchas de humedad y las zonas repintadas tratando sin éxito de imitar el color original, se ve distinta. Cualquier estudiante, profesor o vecino que pase por ... la acera de Blasco Ibáñez se habrá dado cuenta. Se ve despejada. Hasta limpia a pesar de que ha acusado el paso de los años. Incluso da la sensación de que el inmueble diseñado por Javier Goerlich sea más grande, más monumental. Y no es tanto por el avance de las obras de rehabilitación, que no van cambiar en nada la estructura ni han llegado a la fase de repintado. El cambio se debe al efecto provocado por el traslado de los árboles monumentales que durante décadas han presidido (y ocultado) la entrada: dos grandes ficus y una palmera cuyo peso aproximado es de veinte toneladas.
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La primera fase de los trabajos se inició ayer. Una vez preparados los dos ficus -convenientemente podados para aligerar el peso y con el cepellón protegido para evitar daños en las raíces- fueron levantados por una grúa de grandes dimensiones para ser llevados a sus nuevas ubicaciones: junto a la Facultad de Farmacia del campus de Burjassot y en una de las rotondas de Tarongers. Cada uno pesó seis toneladas, según explican desde la empresa Qualitas-OSI, encargada del traslado y posterior plantado.
El siguiente paso es más complicado, pues afecta al ejemplar más grande: la palmera situada en la parte izquierda de la entrada. La copa ya ha sido podada y protegida mediante un cañizo de cara al traslado, que se realizará el sábado aprovechando la menor intensidad de tráfico, pues será necesario ocupar un carril de circulación.
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La palmera seguirá en la parcela, aunque se desplazará hacia la parte izquierda (mirando la fachada desde la acera), quedando más o menos alineada con otras dos de la misma especie. Se moverá poco a poco, izándola con la grúa y a la vez sujetándola desde el cepellón con la pala de una retroexcavadora. Una vez en la nueva ubicación se reforzará la sujección mediante cables que garanticen su estabilidad.
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Como explican desde la Universitat de València, propietaria del inmueble, los ejemplares carecen de protección patrimonial al no ser elementos originales del proyecto. Incluso se podría haber optado por talarlos, aunque se prefirió darles una segunda oportunidad. Lo que resultaba imposible era mantenerlos en su lugar, pues chocaban con las disposiciones legales que obligan a facilitar el acceso de los servicios de emergencia a los edificios públicos en caso de necesidad.
El traslado permitirá aumentar la luminosidad de las estancias, que acogerán los diferentes servicios relacionados con el alumnado. Y a su vez se evitan afecciones al vallado perimetral, que en algún tramo se ha desplazado por la presión de las raíces de los ficus.
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La reforma del inmueble, joya del racionalismo arquitectónico de Valencia, se centra actualmente en la adecuación de los espacios interiores una vez acometido el refuerzo de la estructura. La previsión es que la obra se termine antes de que finalice el presente curso, aunque el traslado seguramente se dejará para el mes de septiembre.
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