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Víctor, Blas, Álex y Toni han acudido a primera hora de este martes con su taxi al aeropuerto de Manises. M. R.
«En la mutua de taxis podías repostar durante el apagón, pero cuando se corrió la voz la cola era de una hora»

«En la mutua de taxis podías repostar durante el apagón, pero cuando se corrió la voz la cola era de una hora»

Cuatro chóferes de Valencia relatan el caótico día del incidente eléctrico: «Con la que había montada la gente se portó en general bien. Los que tenían efectivo te lo enseñaban para que los llevaras al aeropuerto»

Martes, 29 de abril 2025, 10:17

Víctor, Blas, Álex y Toni son cuatro taxistas que inician un nuevo día en la cola de taxis del aeropuerto de Manises. Es la antítesis de este lunes y, la verdad, lo habitual cuando no se pierden de repente 15Gb de electricidad, generando el caos en España. «Ayer la cola de gente que llegaba a Manises y quería que los llevasen a Valencia llegaba hasta la rotonda», señala uno de los chóferes a un punto a más de 200 metros de la entrada principal del aeropuerto. En tono desenfadado, relatan la jornada más surrealista de sus vidas.

Otro hombre, el primero de la cola, y que prefiere guardar el anonimato, incluso decidió cortar de cuajo su jornada laboral: «A las 4 de la tarde o así yo me fui a casa. Llevo 31 años en el taxi y no había visto nada igual. Era un peligro, y también tenía que ayudar a prepararlo todo para cuando volviera la luz». Hubo chóferes a los que la situación de este lunes les pilló sin combustible, lo que también generó alguna que otra renuncia a salir a patrullar la ciudad en busca de clientes.

«¡Pero si la gasolinera de la mutua, en Vara de Quart, funciona, que tienen generador!», proclama Álex: «Yo tenía dos rayas y fui a repostar sin problemas… eso sí, en cuanto se corrió la voz de que esa estación funcionaba, las colas eran de una horra o más». Sus compañeros estallan en risas. Ellos habían sido más previsores y habían salido a trabajar con el tanque lleno.

Eso sí, a partir de las 12 de la mañana, caos absoluto. «La gente se portó bastante bien para la que había montada. Aquí guardaban cola de forma ordenada y no sé ni el tiempo que esperaban. Salían del aeropuerto y lo único que querían era que los llevaras al hotel o a su casa», comenta uno de ellos. «Los semáforos no funcionaban y los viandantes y conductores se entendieron en general». También hubo que improvisar a la hora de pactar los precios y el pago de las carreras: «Había gente que te enseñaba el efectivo como reclamo para que los llevases al aeropuerto. Ellos tenían sus vuelos, algunos de negocios, así que iban a intentar viajar… si los cancelaban, pues ya se apañaron».

Pero el grave problema vino por lo que en un día normal se entiende como una ventaja: la tecnología. «Era extraño porque había zonas de Valencia donde sí podías cobrar, pero en otras no te dejaba», relata uno de ellos: «Así que lo que hacías era hacer una estimación y cobrarles, que más o menos ya sabemos lo que va a costar una carrera. Y luego les devolvíamos el cambio en efectivo. Por ejemplo, te daban 20 euros y si el taxímetro marcaba 16, pues le entregabas al cliente 4».

También hubo gente que, desesperada, ofrecía hacer Bizum:»Ahí ya te tienes que fiar de la buena fe. Una compañera sí llevó a unas personas confiando en que cuando tuvieran cobertura le pagarían. Otro cliente le dio una propina de 20 euros así que mira, si perdió la otra carrera por ahí le compensan». Uno de los taxistas precisa que este martes se mostraron laxos en cuanto a aplicar alguna normativa: «Con los menores hay unos baremos para colocar alzador, y si no, no puedes llevar a ese niño. Hice la vista gorda… ¡y luego no me dieron propina!».

Los cuatro chóferes corean una sonora carcajada. Son poco más de las 7 de la mañana en el aeropuerto de Manises. La cola, esta vez de taxis, está tranquila. Otro chófer pasa la bayeta al parabrisas. «¡Venga, vamos a tomar café!», propone uno de ellos mientras se encamina ya al interior de la terminal.

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