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J. A. MARRAHÍ
VALENCIA.
Sábado, 15 de septiembre 2018
Hijo único, tranquilo, de inclinación política cambiante, de pocos sofocos, arraigado a su pueblo y, hasta poco antes de dimitir, extrañado de que se cuestionara su gobierno municipal con una condena por seis delitos a sus espaldas. Entre ellos, el de tráfico de drogas y armas de fuego. Así es Rafael Gil Ballester, el exalcalde de Torres Torres que ha aceptado casi ocho años de prisión por pertenecer a una organización criminal dedicada a producir y distribuir marihuana y armas de fuego.
Según sus vecinos, Rafael es hijo único de una familia asentada en Torres Torres. Con 644 habitantes, el asunto va de boca en boca, «pero todos nos conocemos y mejor no hablar», resume una residente temerosa. Coinciden en que Rafa estudió en el colegio Baronía Alta, el centro agrupado que recibe alumnos de Torres Torres, Alfara y Algar de Palancia.
En su juventud, dos caminos marcan la vida del exalcalde: el empresarial y el político. El primero, con su pequeña sociedad hortofrutícola que erigió hace 15 años. El segundo, el que le llevó a gobernar por el PP y luego como independiente del PSOE hasta alcanzar la alcaldía. Así saludaba a sus vecinos Gil tras convertirse en primer edil en 2015. «Me gustaría animar a la gente joven a volver a la tradición de clavarios y clavariesas para las fiestas». Apremiaba a vivir «los bous al carrer y las fiestas patronales».
¿Cómo se gestó su vida política? Lo recuerda Javier Raro, secretario de organización de Camp de Morvedre en el PSPV y presidente de la gestora de Torres Torres. «Fue teniente alcalde con el PP en la legislatura anterior». Tanto en la página web del ayuntamiento de Torres Torres como en la Diputación de Valencia el nombre de Gil aparece vinculado a las siglas y logo del PSOE. Pero Raro remarca: «Nunca ha sido militante nuestro, sí concejal independiente por el grupo socialista entre mayo de 2015 y 2016, cuando se le expulsó con motivo de la investigación policial».
Que su partido rompiera lazos le generó remordimientos. Se aferró a la alcaldía y «siguió gobernando como no adscrito». Raro admite que la situación que había generado «era insostenible». Y más cuando esta semana aceptó su culpa en la trama sin soltar durante unas horas la vara de edil. «Estabamos en negociaciones para que dejara la alcaldía después de su pacto con la Fiscalía y se preparaba una moción de censura», ahonda Raro.
En lo empresarial, Rafael se registró como administrador único de Segofruit 2003, constituida el 4 de septiembre de 2002 y domiciliada la calle Matías Lorente de Torres Torres. Siempre ligado a su pueblo. Su objeto social fue la «producción, adquisición, conservación, manipulación y comercialización de productos hortofrutícolas y agropecuarios».
Pero la realidad era otra. Según la Fiscalía, el papel de su empresa era clave en la trama. La droga y armas de fuego eran distribuidas a ciudades europeas camufladas entre sus palés de fruta y latas de tomate. Además, mantiene la acusación, varios dirigentes de la organización estaban dados de alta como trabajadores suyos. Uno de los líderes, como socio.
Entre las otras maldades que le han valido la condena aparece un engaño a la Seguridad Social al contratar a otro de los acusados que jamás trabajó en la firma. Estaba en paradero desconocido y se le buscaba en Lituania por narcotráfico. También trató de defraudar a Hacienda al simular una venta para 'lavar' 500.000 euros.
Los trapos sucios también se gestaron desde el trono municipal. Para el fiscal, prevaliéndose de su cargo como alcalde, adquirió prendas deportivas para su uso personal que abonó inflando las facturas que el Ayuntamiento de Torres Torres pagó por la adquisición de balones y trofeos.
El viernes, el consistorio estaba muy revuelto. «Rafael ya no está aquí. Se ha marchado». Ni concejales ni funcionarios daban explicación. Pedimos un curriculum del exalcalde. «No estamos autorizados». Tampoco la Diputación lo proporciona. Pese a todo, los vecinos del pueblo consultados no guardan mal recuerdo de Gil. Al menos los que abren la boca, porque muchos prefieren el silencio. «Era amable y respetuoso, correcto como alcalde. Si cometió delitos, los vecinos del pueblo no los conocimos».
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