Gema Marí, contagiada por el virus, ayer, asomada a la ventana de su casa en la calle Diputación de Alboraya. iván arlandis

Confinados en Valencia durante la Navidad

Valencianos contagiados por el virus relatan sus encierros en plena festividad. Los afectados resaltan su tristeza por no poder reunirse con familiares y el miedo por infectar a allegados

B. HERNÁNDEZ/B. CRUAÑES

Miércoles, 29 de diciembre 2021, 13:07

El coronavirus, invisible pero palpable, amenaza con robar la Navidad. Desde su balcón, múltiples familias tienen que resignarse a observar cómo los días que previamente habían sido reservados para reunirse se escapan con el viento de diciembre. Abrazarse hoy en día, con los casos de contagio al alza ... , se asemeja más a un anhelo lejano que a una realidad.

Publicidad

El ascensor de Gema Marí, positivo por Covid, es el encargado de trasladarle el calor de sus seres queridos. La mujer relata con emoción: «Mi padre cada vez que viene a traerme algo se disfraza. Mis amigas me han surtido de dulces. El ascensor parece la puerta del programa Lluvia de estrellas».

En Nochebuena recibió la noticia de su reinfección. Ella fue una de las primeras contagiadas cuando la pandemia irrumpió en Valencia, en marzo de 2020. Aunque a día de hoy sea capaz de sobrellevar la situación con optimismo, su primer pensamiento al oír el diagnóstico fue velar por la seguridad de sus padres, personas de avanzada edad. «Fue muy estresante y triste. Vivía pegada al móvil llamando a Sanidad para que les hicieran una PCR a mis contactos estrechos», rememora Marí. El rumbo del día de Navidad cambió cuando supo que sus padres eran negativos en coronavirus.

«Se me ha hecho cuesta arriba. Confinado, recordaba el cumpleaños de mi abuelo, que ya no está entre nosotros»

Fin de la cuarentena

La ilusión volvió, de una manera diferente, y las reuniones familiares se convirtieron en videollamadas y mensajes. Cerca pero lejos, su entorno siempre ha conseguido que se sintiera acompañada. La fraternidad consigue ganarle el pulso a una época caracterizada por la soledad del aislamiento.

Publicidad

El confinamiento es capaz de hacer de las paredes de la casa un proyector en el que se reproducen miedos y nostalgias. Gonzalo Pastor, que acaba de terminar la cuarentena tras haberse contagiado, sintió el peso de no estar con los suyos en una época tan señalada. «Se me hizo muy cuesta arriba porque era el cumpleaños de mi abuelo que ya no está entre nosotros. Siempre me acuerdo muchísimo de él, pero este año fue peor», añade con los sentimientos a flor de piel. En compañía de su mujer, Cristina Expósito, trataron de adornar la tristeza con comidas especiales el día de Navidad y Nochevieja. Como en el caso de Marí, las redes sociales fueron sus aliadas para acercarse a sus familiares.

Viajes cancelados

Loreto De Frías, que reside en Madrid mientras estudia para la especialidad de Enfermería, vio sus planes de reencontrarse con su familia truncados por completo al contagiarse y pasar el día 24 y 25 con la única compañía de la cena que pidió a domicilio. Un arma para quitarse el mal regusto por el aislamiento de los labios. «Sentí la soledad, añoré el calor de la familia, el brindis por la salud y las conversaciones. Consumí el tiempo a base de videollamadas con los que brindar y Netflix», comparte de manera emotiva. Sus sentimientos traspasan la pantalla y también su alegría por poder regresar a Valencia para culminar las navidades con los suyos.

Publicidad

El clima se espesa para quienes tomarán las uvas como estuvieron desde el inicio de las fiestas: confinados por completo. Daniel Culebras, estudiante de Biología de 21 años, y su núcleo familiar iniciarán 2022 sin poder acariciar el furor de las celebraciones de Año Nuevo.

Culebras, casi con resignación, expresa que pasar el coronavirus en navidades es «de las peores sensaciones». «No hemos podido descansar después de este año tan duro. Es demoledor no poder ver a la familia que está lejos porque siempre nos juntamos en estas fechas», se lamenta.

Publicidad

Hasta con la consciencia del peso que la pandemia ha dejado caer en las relaciones sociales, la voluntad humana, inquebrantable, es capaz de recuperar una Navidad que ni siquiera el virus puede arrebatar.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€

Publicidad