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En el taller de Cirios Felipo, en Tavernes Blanques, hay un tesoro. «Esta máquina la compró mi bisabuelo de segunda mano en 1912», cuenta con orgullo Juan José Felipo, cuarta generación de la histórica empresa. Próximamente, entrará en escena la sexta. Es decir, sus nietos Víctor y Javier, todavía estudiantes de Bachillerato. «Van a tomar el relevo. Han estado toda la vida aquí». Un negocio con el sello de la tradición y la artesanía, como queda patente con la conservación del arcaico y funcional aparato adquirido hace más de un siglo. Se trata de un noque que sigue en ebullición durante las tareas de fabricación de las velas, a pesar de que la emblemática cerería también dispone de otros artilugios mucho más modernos. El último sobresalto que ha revolucionado a la sociedad, el apagón eléctrico sufrido el pasado lunes, ha empujado a la población a reflexionar sobre las necesidades básicas. Y numerosas personas han decidido cubrirse las espaldas preparando una especie de kit de supervivencia en casa. Por si las moscas. Ahí se hacen hueco los cirios. Ese mismo día en que las televisiones se fueron a negro y los interruptores se volvieron inútiles, algunas vecinas de Tavernes Blanques llamaron a la puerta de Felipo. «¡Quina vergonya no tindre veles al poble!», se reprochaban ellas mismas. Buscaron una solución de emergencia para tener garantizada la luz. La lumbre. Entonces recurrieron a un comercio centenario que no sólo resiste, sino que abre horizontes al adaptarse a las nuevas tendencias.
«Ahora están hablando mucho de los kits de supervivencias. Y es que hay que tener alguna vela en casa. No cuesta nada. La tienes en un cajón y no molesta», reivindica Juan José Felipo, propietario de la cerería. Mantiene el control sobre la empresa, aunque los puestos directivos están ocupados por sus dos hijas y su hijo. Subraya que el apagón generalizado, al producirse de día, no disparó excesivamente la demanda.
«Lo bueno es que fue de día. Si llega a ser de noche, el desastre habría sido mayor. Como enseguida volvió la luz y era un día festivo, la venta no fue tanta», comenta. Eso sí, su fábrica está percibiendo durante estos días los efectos del apagón: «Ahora nos están entrando pedidos de reposición de las tiendas y los autónomos que nos compran».
El taller de Cirios Felipo parece un museo. Tanto por las máquinas como por el variopinto material almacenado. Artículos de todos los colores. Enfocados a ceremonias religiosas, a fiestas populares, a usos domésticos... Tampoco se puede obviar las instalaciones, vetustas y con solera. Encanto en estado puro.
«La Semana Santa es muy fuerte por todas las iglesias y las procesiones. Y también están las Fallas y las fiestas de los pueblos en junio, julio, agosto y septiembre. Durante esos cuatro meses, no damos abasto. Vienen a comprarnos de muchísimos pueblos de Valencia, Castellón, Alicante... Vienen clavariesas, festeras...», cuenta Juan José mientras enseña el proceso de fundición de la cera. La parafina se derrite para dar lugar a obras artesanales.
«Buscamos calidad», dice con rotundidad Juan José, quien ensalza el trabajo con las manos: «Actualmente, nos dedicamos más a la artesanía que a las grandes superficies. Dejamos de trabajar con las grandes superficies». De esta forma, el número de empleados se redujo, pasando de 38 a siete: «Decoramos los cirios con florecitas hechas a mano, con lazos... También vendemos muchos para bautizos y bodas. Los personalizamos con nombres, fotos y fechas». Y hay encargos llamativos: «Nos han pedido cosas para bodas, como meter monedas dentro del cirio para que los novios las saquen conforme se quema».
Juan José considera que no se ha perdido las viejas costumbres: «La gente suele tener velones en casa. Por ejemplo, los ponen por familiares el Día de Todos los Santos. O para no dormir con la luz eléctrica. Las velas de noche hacen bonito, son acogedoras, hacen compañía, como una chimenea. También para ofrendas de todo tipo, como temas de estudios, operaciones... Por esoterismo nos compran bastante». Además, realizan envíos a Francia. Y están en negociaciones con Alemania: «Esto lo hacemos por tradición, porque tenemos trabajo y porque nos gusta. Es todo una artesanía que hemos mamado desde pequeñitos».
También toca mirar al futuro y explotar los avances técnicos. En ciertos casos, las bombillas de led sustituyen a la llama buscando la practicidad: «Ahora casi todas las falleras eligen los cirios eléctricos porque cuesta mucho limpiar los trajes de valenciana. Son de cera igualmente, pero van con pilas. En vez de mecha, hay un cable».
En Albaida, se encuentra otro negocio familiar como Cerería Veremundo. Su administrador, Isidoro Tiestos, extrae una conclusión positiva tras el apagón: «Nos gusta saber que podemos entrar en la mochilita con el kit de supervivencia».
Veremundo cuenta con 35 trabajadores. «Nuestro principal mercado desde hace 75 años es la Iglesia a nivel nacional. Nos dedicamos a la Iglesia en un 80 por ciento. Y trabajamos en varios países, como México, Francia, Portugal y Brasil. Luego está el mercado de las velas decorativas con aroma. Cada vez se utiliza más la vela decorativa. Es la tendencia que hay ahora y exportamos a Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Marruecos, Bélgica...», cuenta Isidoro, quien estima que su fábrica produce «entre 10 y 15 millones de velas» al año. Por el camino, han desaparecido numerosas cererías. Pero la llama sigue muy viva.
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