«Es muy duro no poder tocarla, sólo con guantes, y verla a través del cristal para evitar contagiarle cualquier otra cosa». Inmaculada Hidalgo no ... se separa de Daniela, su pequeña, mientras añora tenerla entre sus brazos. Una bronquiolitis ha hecho que necesite cuidados constantes en la unidad de Neonatología del hospital La Fe de Valencia, el servicio más especializado que existe en la Comunitat en este ámbito y el más preparado para atender los casos de máxima complejidad.
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Una unidad por la que pasan al año más de un millar de bebés con menos de un mes de vida o que nacieron antes de tiempo, algunos mucho antes; otros, desafortunadamente, demasiado pronto. La semana 23 de gestación, como explica a LAS PROVINCIAS Isabel Izquierdo, jefa de este servicio, marca la delgada línea entre tener posibilidades o no de sobrevivir; esa semana marca el límite de la viabilidad y, en esas circunstancias, se valora junto con los padres la actitud a adoptar; una dura decisión en la que hay que tener en cuenta las elevadas posibilidades que existen de que el bebé presente secuelas a largo plazo y/o complicaciones orgánicas y del neurodesarrollo futuras.
Por este servicio pasan al año más de un millar de pacientes, tanto neonatos como bebés de hasta un mes de vida que requieren cuidados intensivos. «Este último año la bronquiolitis ha sido muy dura», recuerda la doctora. Esa dolencia, precisamente, es la que ha llevado a la pequeña Daniela a ser atendida en la unidad. «Nos hemos quedado porque vino con taquicardia, la costaba respirar y no tardaron ni tres horas en ingresarla», narra esta madre, vecina de Massamagrell, pero que pasa día y noche en el hospital. «Lo que ves aquí te impacta. Lloraba por la suerte que hemos tenido. Porque hay muchos bebés que se van, pero otros no. Tienes que dar gracias», describe emocionada.
En el caso de los neonatos, por debajo de la semana 22 en España es prácticamente inviable su supervivencia, mientras que a partir de la semana 24 la mortalidad se reduce al 35% de los casos, aproximadamente. En cualquier caso, el nacimiento antes de la semana 37 de gestación se considera prematuro y por debajo de las 28 son los casos más extremos y de más riesgo.
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Jefa de servicio de Neonatología del hospital La Fe de Valencia
Es sobre los nacidos en esa semana 23 cuando se informa a los padres del pronóstico (alrededor de un 70% de morbilidad) y, junto con ellos, se adopta una decisión tras valorar todos los factores. Bien «ir a por todas», ver cómo evoluciona tras el nacimiento o, si nace mal, que no se reanime. «Muchas veces depende de las creencias religiosas de los padres», puntualiza esta profesional, quien ejemplifica que un niño de 23 semanas «se pasa cuatro meses en la UCI».
Los especialistas, en estos casos tan delicados, tratan de ser lo menos agresivos posibles y extreman, en la medida de lo posible, las precauciones para evitar daños a nivel respiratorio, hemorragias cerebrales, sepsis, perforaciones en el intestino, retinopatías y el amplio abanico de problemas que pueden presentar estos pequeños.
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Por ello, un equipo de 16 facultativos y más de 150 profesionales de Enfermería, entre otro personal sanitario, presta servicio en una unidad con capacidad para algo más de medio centenar de pacientes.
Izquierdo, además, resalta algunos aspectos del servicio, como el programa de hipotermia corporal total, en el que los pequeños que presentan problemas de asfixia al nacer pasan tres días a 33,5 grados, con lo que «vemos una evolución muy favorable porque el frío les protege de las lesiones de la hipoxia», señala.
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La mayor satisfacción de estos profesionales es cuando un prematuro extremo se va a casa con una calidad de vida «bastante buena», puesto que el objetivo es «incrementar la supervivencia minimizando las secuelas para primar la calidad de vida». También lo agradecidos que se muestran los padres, que participan en la toma de decisiones «y cuentas con ellos para todo. Pueden estar aquí las 24 horas y se crea un vínculo con los profesionales que, aunque se vaya bien o mal, se van agradecidos».
Al respecto, la doctora recuerda algunos casos, como el de dos gemelas que nacieron con 26 semanas y su padre era cocinero y traía pasteles y tartas. «Cuando se fueron, llenaron el pasillo de cestas de margaritas y la pared de fotos», apunta con una sonrisa, mientras subraya también la importancia de la lactancia materna, «aporta muchos nutrientes y defensas, y el intestino la tolera mejor», de ahí que el banco de leche sea también un factor clave; así como el transporte neonatal, con el que se recogen pacientes de otros hospitales que no cuentan con estas unidades o el servicio que aporta la Casa de Ronald McDonald que «nos permita que vivan ahí los desplazados. Es totalmente altruista. Tiene 16 miniapartamentos con baño. Y una cocina y salas de estar», detalla. Aunque sin duda subraya el papel de los profesionales de Enfermería.
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Lo saben bien Antonio González y Cristina Barambio, cuyas gemelas (Gala y Carla) nacieron con 32 semanas de gestación, lo que requirió que pasaran una semana en la UCI neonatal. «Venimos con muchas ganas para ver los avances, pero nos falta tiempo para todo, aunque vale la pena. Si nos dicen que han cogido 10 o 20 gramos ya te alegran. Tienen una supervisión exhaustiva, aunque los plazos para irnos a casa dependerán de que aprendan a comer porque aún están con la sonda. Las estamos enseñando a succionar, primero el pecho, luego el biberón y por último la sonda. Todo con leche materna y todo ha ido muy bien», señalan estos padres, que se muestran contentos con el trato recibido por parte de los profesionales. «Son muy atentos con ellas y con nosotros».
Al igual que Inmaculada y su marido, Daniel Gomis, que han podido dormir en la sala de lactancia. «Nos han dejado como un favor». También se muestran comprensivos con ese exceso de precaución con su hija. «En todo momento nos informan, realizan una labor encomiable», resumen.
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