![Niñeras que rompen fronteras](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2024/12/22/Imagen-yuliia-U2201709839091leG-RdhD4D9o4SbiEXMkYn6kMOO-1200x840@Las%20Provincias-LasProvincias.jpg)
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Una videollamada bastó para que María y José Luis conectaran de verdad con Yuliia. Y viceversa. Cerca de 3.500 kilómetros les separaban cuando se vieron y hablaron telemáticamente, pero esa distancia se iba a pulverizar en cuestión de días. Esta pareja de Campo Olivar llevaba tres meses buscando una au pair a quien acoger en su casa para que les ayudara en el cuidado de sus dos pequeñas. Supieron que habían encontrado a la persona idónea cuando conocieron a través de la pantalla a la joven ucraniana. Ella, a sus 24 años, ha aprovechado para sumar experiencias culturales por el mundo ante la peligrosa situación en su país natal. Tras una fructífera temporada en Inglaterra, ha desembarcado en Valencia con el objetivo de aprender español. El camino inverso, desde la Comunitat hacia el extranjero, es el que tomaron, por ejemplo, Daniel Ruiz y Eva Martí. Ambos, con sus estudios superiores finalizados, marcaron en el mapa Estados Unidos como destino para disfrutar de su primera aventura de este tipo. Se trata de una figura parecida a la de la tradicional niñera pero dirigida a jóvenes que buscan una formación en idiomas.
Aída Tosar es la directora de la agencia Au Pair in Spain, que tiene oficina tanto en Madrid como en Valencia, y destaca que la demanda «va en aumento». Ella, con 16 años de experiencia en este sector, ejerció como presidenta de la asociación española (AEPA). Y le gusta dejar clara una premisa a los jóvenes que llaman a la puerta: «Hacemos mucho hincapié en que una experiencia au pair no es una experiencia Erasmus. Nada que ver. En una experiencia Erasmus vives con compañeros, estás en un apartamento, haces tu vida, puedes hacer fiestas y acostarte y levantarte cuando te da la gana... Pero si eres au pair convives con una familia que tiene una rutina, que tienen unos trabajos, que tiene unos niños… Tienes que respetar unas normas». Se refiere a la disciplina e implicación que conlleva hacerse cargo de unos pequeños: «No es un programa que valga para cualquiera. Tiene que ser gente comprometida, que le gusten los niños, que quieran formar parte de una familia... No son unas vacaciones pagadas». Una cuestión de responsabilidad.
La Comunitat se alza como la tercera región más activa en los programas au pair por detrás de Madrid y Cataluña. Se trata de una solución para «las familias españolas en las que trabajan los dos y necesitan ayuda con la logística». Aída habla de diferentes patas en esta iniciativa: «En España las familias están muy interesadas en que los niños aprendan idiomas y estén abiertos a otras culturas. Y es económico. No tienes que pagar a la Seguridad Social porque es un intercambio cultural entre las dos partes. Las familias piensan que es una manera de exponer a sus hijos a los idiomas. Van aprendiendo de forma natural. Les ayuda a abrir la mente».
Y desde el otro punto de vista, el de los jóvenes que hacen las maletas, se presenta como una oportunidad en crecimiento: «Es una de las formas más económicas que hay para viajar y aprender un idioma. Es una manera que tienen las chicas de ayudar a familias extranjeras con los niños o con tareas de la casa y a cambio reciben alojamiento y comida gratuitos, van a clases, estudian... Está muy bien para su formación y no necesitan hacer una gran inversión». El contexto influye: «La gente española por lo general no es muy aventurera, pero cuando hay épocas de crisis económica, hay más chicas que salen al extranjero de au pair porque la situación en España es mala».
Al margen de las agencias especializadas, como la de Aída, existen plataformas que funcionan como cualquier red social en la que se busca un 'match'. Pero en este caso, entre familia y au pair. Existe un acuerdo europeo que regula las condiciones: «Son unas cinco o seis horas al día, no más de 30 a la semana. Tienen dos semanas de vacaciones por cada año de trabajo». ¿Y el sueldo? «El salario lo marca el mercado. Bueno, no es un salario. Es un dinero de bolsillo porque no se considera una relación laboral», comenta. Hay unos baremos: «En Estados Unidos lo establece el Gobierno y son 205 dólares a la semana. Las familias pueden pagar por encima de eso. En Alemania está estipulado en 280 euros al mes. El Gobierno alemán quiere que la gente no vaya con el objetivo de ganar dinero, sino de aprender el idioma. En España pagan entre 70 y 80 euros a la semana».
Aída ensalza el programa au pair de Estados Unidos: «Es una maravilla». Los últimos datos manejados corresponden a 2022, cuando participaron 555 chicas procedentes de España. Desde Italia fueron 1.058; de Francia, 1.440; y de Alemania, 2.399.
Los usuarios suelen tener entre 18 y 30 años y, para ejercer, deben acreditar su experiencia y formación o presentar cartas de recomendación. Algunas voces han llegado a calificarlo como «explotación». Aída discrepa: «Yo no lo veo así. Te están dando alojamiento, comida y la oportunidad de estar en el extranjero, aprender un idioma y conocer una cultura sin que te cueste un duro. No son profesionales. Por norma general la gente está muy contenta». Aída destaca que las «mejores experiencias» se viven en Estados Unidos, Alemania y Suiza: «En muchos de estos países te pagan las clases».
En el otro lado de la balanza, Irlanda: «Es un país que no ha firmado el acuerdo au pair europeo. No te tratan como familia, sino como servicio doméstico. Pagan bien porque pagan el salario mínimo interprofesional, pero te exigen. Tienes que estar al pie del cañón».
Aun así, la proximidad geográfica y el factor lingüístico hacen que el destino más demandado por las au pairs españolas sea Irlanda, que tomó el testigo del Reino Unido a raíz del Brexit. Por detrás, Estados Unidos, Francia, Alemania e Italia. Por otra parte, por nacionalidades, las au pairs más multitudinarias en España son alemanas, que están incentivadas por su gobierno para aprender español; estadounidenses, a pesar del elevado coste del visado; francesas, británicas y suecas.
España arrastra una losa para aquellos que desean entrar. Y es que no dispone de un visado específico de au pair. Cuenta con uno que establece los mismos requisitos que el de estudiante, por lo que los jóvenes extracomunitarios se encuentran con la obligación de matricularse en un curso académico para justificar el traslado. En cambio, países como Estados Unidos, Alemania, Francia o Países Bajos ofrecen mayores facilidades.
«Lamentablemente, en España no tenemos un visado de au pair. Esto dificulta bastante porque las chicas que quieren venir tienen que ir a una escuela a estudiar español y les sale más caro. En Estados Unidos, por ejemplo, tienen un visado especial para au pairs y no tienen que pagar un duro, no tienen que ir a ninguna escuela. Les vale con la familia que acepta acogerles en el programa», destaca Aída.
Las personas procedentes de Europa no necesitan visado para ejercer de au pair en España, ya que poseen libertad de circulación en el espacio Schengen. Este requisito está dirigido a los participantes extracomunitarios que planean instalarse durante tres meses o más.
En Godella Yuliia
Entre muñecos, cochecitos y toboganes, Yuliia juega con María Aurora y Carolina en el jardín de una amplia casa en Godella, en el barrio residencial de Campo Olivar. La barrera del idioma les dificulta, de momento, la comunicación, pero sólo es cuestión de tiempo. La joven ucraniana, quien estudió Management en su país natal, ha entendido que explorar el mundo como au pair es una atractiva y productiva manera de eludir el infierno de la guerra. Estuvo en el Reino Unido y en septiembre aterrizó en Valencia para vivir otra experiencia. Se expresa con máxima soltura en inglés, el idioma del que se van a empapar las dos pequeñas, de un año y medio y tres. María y José Luis sonríen al ver cómo sus hijas tratan de entenderse con su nueva compañera de aventuras. «Estamos abiertos a que ella forme parte de esta familia», afirman con una confianza plena.
María y José Luis son comerciales y se desplazan por toda España. Conocían la figura de la au pair por unos amigos y decidieron dar el paso por diferentes razones. «Es un intercambio cultural para que las niñas conozcan desde el inicio otras culturas y sobre todo para mejorar el tema del inglés, que es un factor determinante. Para que desde pequeñas estén habituadas al inglés, no sólo en el cole», comenta el padre. La madre apunta otro motivo más pragmático: «También hay que decir que es por un tema de logística familiar. Nosotros dos viajamos un montón y hay momentos en los que entre semana nos quedamos como padres solteros. Era muy cansado y necesitábamos a alguien que nos ayudara con las niñas por las tardes y por las noches. Para más tranquilidad, queríamos a alguien que estuviera aquí siempre. Y tener una interna es bastante caro».
Durante el proceso de búsqueda, la prioridad estaba clara: «Que supiera hablar inglés». Yuliia, después de ejercer como au pair en el Reino Unido, cuenta con un nivel elevadísimo. Congeniaron al instante. «Hicimos una entrevista por videollamada y ya está. Nos gustó. A ella le pareció todo bien y me preguntó: '¿Cuándo saco el billete?'», recuerda María.
Fue todo rodado. Yuliia no quería permanecer en Ucrania, por lo que decidió emprender una segunda etapa como au pair. «Primero fui a Inglaterra para mejorar mi inglés y fue una experiencia muy bonita con la familia y con los niños. Estuve allí 16 meses. Luego volví a casa y pensé qué quería hacer después. Y pensé en España. Un clima cálido, comida interesante y un idioma que nunca había aprendido y que es el segundo más hablado del mundo», explica la joven, de 24 años.
El conflicto bélico supuso un punto de inflexión en los planes de Yuliia: «Perdí mi vida anterior en Kiev cuando estalló la guerra y regresé a mi pueblo, que es pequeño. Ahora es peligroso vivir en ciudades grandes de Ucrania porque en cualquier momento puede caer una bomba. Y vivir en mi pueblo es aburrido, sólo el verano es muy divertido para mí. Entonces decidí aprovechar este momento, en el que no puedo vivir en grandes ciudades en mi país, para vivir en otros países». Ahí arrancó su faceta como au pair.
De Valencia sabía poco: «Lo único que conocía era que tenía mar y la iglesia de San Nicolás, que me habían dicho que era como una Capilla Sixtina». Tiene tiempo. Va a permanecer entre ocho y doce meses: «Espero aprender español, poco a poco lo estoy haciendo, y tener una buena relación con las niñas. Ahora me está costando pero creo que en unos meses seremos mejores amigas. Me gustaría conocer más sitios interesantes en Valencia e incluso ir a ver otras ciudades como Madrid y Barcelona». La familia está inmersa en los trámites para obtener el NIE de Yuliia y que se pueda inscribir en una academia de español.
A través de la agencia, firman un contrato en el que se estipulan los horarios, los compromisos y demás. «Luego ella puede decidir si quiere formar parte de cosas familiares como vacaciones o fines de semana», cuenta María. Yuliia percibe 100 euros a la semana por 30 horas de dedicación: «Nos cubre desde la cuatro de la tarde hasta las nueve de la noche entre semana. Y le pedimos que dos fines de semana al mes nos cubriera también el viernes por la noche y el sábado por la mañana. Pero luego hay mucha conversación y se puede negociar».
Yuliia recoge a las niñas del colegio y ayuda a la hora de darles la comida. «Está siendo una delicia. Le vamos a proponer todos los planes que vamos a hacer. Queremos que ella venga a todo lo que le apetezca. Su primer fin de semana aquí nos fuimos a la playa, nos fuimos a ver el centro de Valencia…», explican. No volverá a su casa por Navidad: «Se lo preguntamos, pero nos dijo que no, que prefería quedarse y aprender las costumbres y las festividades. Es curioso».
Yuliia cuenta con su propia habitación y se está amoldando perfectamente a las rutinas de su nueva casa. «Nunca nos lo hemos planteado como una extraña, sino como una hija más a la que hay que hacer sentir a gusto», destaca María. La joven, no obstante, cree que su etapa como au pair está llegando a su fin: «Cuando me marche ya tendré 25 años y me gustaría hacer mi vida en Ucrania. Espero que la cosa esté más segura en Ucrania, que sea seguro vivir allí, y hacer mi vida allí«. Mientras tanto, disfrutan de «un enriquecimiento cultural recíproco», como le llama José Luis.
En Boston Daniel Ruiz
La gran mayoría de au pairs son mujeres. «Normalmente las chicas están mejor preparadas, pero hay chicos estupendos y se colocan rápido. Es una cuestión de perfil, de que estén preparados. No es una cuestión de sexo», apunta Aída Tosar. Uno de esos jóvenes cualificados a los que se refiere es Daniel Ruiz. Este valenciano de 23 años regresó el pasado mes de julio de Boston, donde estuvo cuidando de dos niños.
A Daniel se le encendió la bombilla viendo el programa de televisión Pekín Express. «Me enteré de que uno de los concursantes había sido au pair por Europa. Le seguí por redes sociales, le pregunté y me contestó. Me llamó la atención. Hace tres años vi que se podía ser au pair en Estados Unidos. Era mi país soñado para viajar. Todos mis objetivos de au pair los he cumplido: inglés, viajar y ver cómo es vivir en una familia de allí», cuenta con plena satisfacción.
Permaneció durante 12 meses en «la típica casa americana con jardín y varias alturas» en Newton, una zona residencial que se encuentra «a diez minutos del centro de Boston». Un sitio «tranquilo y con muchos parques». Las celebraciones se vivían con intensidad: «En Halloween, en Navidad, en Acción de Gracias... En cada fiesta decoraban la casa».
Daniel estudió un grado superior de Guía, Información y Asistencia Turística y un grado superior de Agencias de Viajes y Gestión de Eventos. Estaba trabajando en el departamento de atención al cliente de una empresa de apartamentos turísticos en el centro de Valencia y solicitó una excedencia para emprender su aventura como au pair en Estados Unidos. Se sentía preparado para lanzarse: «Tenía experiencia cuidando niños y niñas de la clase de mi hermana. Los recogía del colegio, les ayudaba con los deberes, les daba de merendar...».
En la familia de Boston, se hizo cargo de un niño de 13 años y una pequeña de nueve: «El padre trabajaba en el sector de la biomedicina y tenía muchos viajes de empresa. La madre era profesora de universidad en otro estado. Cuando le tocaba, se iba súper pronto por las mañanas». De esta forma, Daniel ayudaba con las comidas de los hijos, así como llevándoles y recogiéndoles de la escuela y las extraescolares: «El niño jugaba a fútbol. Y la niña jugaba a fútbol, baloncesto y béisbol, según la estación del año. Allí nieva y llegamos a 10 grados bajo cero».
Cobraba 15 dólares por hora: «Me descontaban 77 dólares a la semana por comida y habitación. El dinero que ganaba era para mí, para mis viajes, mi ropa... Yo trabajaba unas 20 horas a la semana. Tenía mucho tiempo libre». Daniel, amante del deporte, se divertía jugando con los hijos a fútbol y baloncesto: «Con la familia fue todo bien. Si tenía algún problema, hablaba con ellos directamente. Me sentí parte de la familia, no me veían sólo como un trabajador. Fueron muy comprensivos con todo». Eso sí, le chocaron algunos hábitos: «Cenaban sobre las 17:30 o 18. En España a esa hora estamos merendando. Había veces que yo bajaba a cenar y la familia ya se estaba yendo a la cama».
La comunidad au pair española en Estados Unidos está bien conectada a través de un numeroso grupo de Whatsapp: «Somos más de 500». Entre ellas, su novia, a la que conoció durante su estancia en Boston. «Esta experiencia te ayuda a madurar mucho», concluye.
En Nueva York Eva Martí
«Hicimos 'match'», recuerda sonriendo Eva Martí. Se refiere al momento en que conoció de forma telemática a la familia que le acoge desde abril de 2023 en Highland, cerca de Nueva York. «Desde muy pequeña había querido venir a Estados Unidos a vivir. Me encanta el inglés. Hice un doble grado en España de Turismo y ADE y, cuando terminé, busqué la manera de poder venir», comenta esta alicantina de 26 años. Entonces, investigando, descubrió la alternativa de ser au pair: «Había una chica de mi pueblo, El Pinós, que lo estaba haciendo. Hablé con ella y me contó todo». No lo dudó.
«Me puse a hacer las entrevistas y, a la séptima, conocí a mi familia de ahora. Fue hablar con ellos y decir: 'Ya sé que me quiero ir con ellos'. Fue instantáneo. Y ellos igual. Esa misma noche, ella me dijo: 'Te queremos'», comenta Eva, quien rememora otras opciones que le llegaron previamente: «Había una familia de Maine que vivía en una isla. Sólo vivían ellos en esa isla y tenían que ir a comprar en barco. Era bastante interesante, pero decidí que no». Luce un nivel C1 en inglés y un T1 en alemán.
«Tienes que hacerte un perfil. Haces un vídeo sobre ti explicando todo en inglés: lo que quieres hacer, cómo eres, lo que te gusta y lo que no te gusta, los estudios que tienes, por qué quieres ir…», cuenta. Eva acumula experiencia con niños.
«He trabajado de profesora y de niñera en España... La agencia te pide un mínimo de horas con niños para ser au pair», comenta. En Highland, aterrizó en una familia anfitriona de tres críos, de entre seis y nueve años: «Eres como una niñera. Estoy muy agradecida. Mi madre de aquí, Ashley, que la tengo como si fuera mi hermana, me dijo que no iba a estar diciéndome a qué hora tenía que ir y venir y que era suficientemente responsable para saber lo que tenía que hacer. 'Qué estén vivos cuando yo llegue', me decía. Nunca ha pasado nada. Me dijo que la única norma era que tenía que cuidar a sus hijos, que tiene que comer, tienen que hacer los deberes, tienen que recoger cosas, tienen que pasárselo bien...».
Al llegar a Estados Unidos, realizó un curso en Nueva York durante cuatro días: «Te enseñan primeros auxilios y lo esencial, juegos, cómo congeniar con la familia... Es obligatorio». El salario medio es de 800 dólares al mes: «Hay familias que te proporcionan comida, gasolina, coche... Y otras que todo eso no te lo dan y te lo tienes que pagar tú». Eva, habitualmente, dispone de los fines de semana libres: «Tienes que limpiarte tu zona, poner lavadoras y secadoras de los niños, poner lavavajillas de los niños, hacerles por la mañana el almuerzo... Para mí, es como lo que hacía con mis sobrinos».
Ashley, la madre, es médico de cabecera. Ryan, el padre, trabaja como anestesiólogo y en la Armada de los Estados Unidos: «Lo que necesitan estas familias es que les ayudemos con los niños porque ellos pasan mucho tiempo trabajando. Siempre les digo a los niños que yo soy como una tía. Les quiero como si fueran mis sobrinos de verdad. 'Yo os he cuidado y, cuando me vaya, voy a venir a veros y os voy a querer siempre', les digo».
Vive en «una zona muy tranquila» en una casa con piscina: «En verano son los cumpleaños de los niños y hago de socorrista. Nunca me paso de las horas que tengo que trabajar con ellos». El programa au pair de Estados Unidos exige la estancia mínima de 12 meses por cuestiones de visado. Eva y su familia americana decidieron prolongar el acuerdo. La alicantina piensa en el futuro: «Me gustaría quedarme. En España no estaría mi trabajo soñado. Y aquí sí tengo oportunidades de hacer lo que me gustaría. Me hablaron de un trabajo de traductor médico, ya que aquí hay muchos inmigrantes y mucha gente que habla español y no sabe inglés. Van a los hospitales y no pueden comunicarse».
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