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RAQUEL GRANELL
Valencia
Sábado, 24 de julio 2021, 19:46
Más de un centenar de fiestas multitudinarias han sido disueltas recientemente por la policía en la Comunitat. La lucha constante entre las ganas de ... salir y el Covid abre un infernal debate mientras los contagios aumentan. LAS PROVINCIAS ha tenido la oportunidad de hablar con el organizador de una de estas iestas sin mascarillas ni distancia de seguridad, que cuenta de primera mano los pasos que se siguen ante la planificación de una de ellas. «En una noche ganamos 3.000 euros a repartir entre varios», cuenta. Para ello, la inversión inicial supone adelantar unos 100 o 200 euros por cabeza, que se triplicarían después de la juerga nocturna.
Lo primero es encontrar el lugar para celebrar la fiesta. «Una villa que ronda los 300 euros de fianza con zona de piscina y otra zona donde actúa el discjockey (dj) es ideal», explica el protagonista. Una vez consiguen el escenario, toca ambientarlo con un equipo de música. El coste de este alquiler se aproxima a los 70 euros. También se contrata a personal de seguridad para controlar la entrada y salida del recinto alquilado. «Estos cobran alrededor de 50-100 euros por persona, lo mismo que se le paga a los camareros», añade.
El impulsor del festejo explica que el precio del importe de la entrada se fija con el objetivo de recuperar la inversión inicial. «Con 25 euros entran los chicos y con 10 las chicas. Aunque suene sexista, el mundo de la noche funciona así», lamenta.
Después de tener la idea del lugar y la música más o menos hilada llega el turno de las bebidas alcohólicas. La compra corre a cargo de los organizadores, quienes adquieren el género que reservan los jóvenes previamente. «El alcohol lo pagamos nosotros con nuestro dinero. Llevamos un recuento de las botellas que nos piden», relata.
Los consumidores tienen que abonar allí la bebida que han pedido y que no se incluye en el precio del acceso a la finca. El coste varía según la calidad y la marca. «Puede oscilar desde 60-70 euros hasta 100. La referencia que cogemos para fijar la cuantía del alcohol es la misma que en cualquier pub o discoteca», confiesa. Al tratarse de fiestas puntuales, afirma que necesitan recibir de vuelta el dinero en metálico, para que el banco no pueda rastrear ningún tipo de irregularidad en la cuenta.
El medio de difusión por excelencia de estas juergas son las redes sociales. A través de ellas, se publican vídeos donde se anuncia el evento. Según asegura el coordinador, el lugar suele ser secreto para evitar que la policía o las fuerzas de seguridad conozcan dónde se va a llevar a cabo. Únicamente se dan pistas de quién será el DJ invitado y en la parte inferior de la publicación se indica que se contacte por mensaje privado para saber más detalles.
Este tipo de publicidad corre como la pólvora entre relaciones públicas que conocen la noche valenciana. Ellos utilizan a las chicas de 'imágenes'. Se les llama de esta manera como una especie de atracción sexista para que acuda más público masculino. Así se configura una red amplia de contactos para que la fiesta se llene.
El protagonista ya realizó una el mes pasado, aunque no de este calibre. A través de las redes sociales, LAS PROVINCIAS pudo distinguir que los asistentes no llevaban mascarillas ni mantenían la distancia de seguridad. «En aquella fiesta fuimos alrededor de 100 personas en una casa de 600 metros cuadrados y se cobró cuatro euros por persona», comenta el joven. Sin embargo, habitualmente se baraja «distribuir a la gente en grupos de cinco en cada mesa. Aun así se levantan y se mezclan con otros», aclara.
Muchos jóvenes expresan su cansancio por la pandemia y las ganas de salir de fiesta. Algunos opinan acerca de cómo es acudir a alguna de ellas actualmente.
Un chico de 20 años describe su experiencia. Él asistió a una fiesta con un grupo de amigos que vieron el anuncio por Instagram. «Había buen ambiente, pero no vi mucho distanciamiento social, aunque me dio un poco igual», describe el joven. Este tipo de reuniones menos organizadas suelen realizarse cada fin de semana. Los adolescentes congregan a amigos en sus casas sin tener en cuenta las restricciones.
Patricia Rodríguez, una chica que veranea en la costa, confirma que ha estado varias veces en botellones. «No tiene sentido limitarse por la noche si inevitablemente me voy a cruzar con las mismas personas que veo todos los días en la playa». Afirma que ahora tienen que darse más prisa para comprar bebidas alcohólicas, ya que «a las 20 horas nos cierran el chiringuito».
A la hora de salir, Patricia tampoco tiene muchas expectativas: «Antes te arreglabas porque ibas a una discoteca y bailabas con todo el mundo. Ahora las fiestas son más un bodrio organizado en descampados, con coches y música al aire libre. Te reúnes con los tuyos y con gente cercana que conoces». Destaca que lo primordial es buscar un sitio alejado para no molestar a vecinos y que la policía no acuda al encuentro.
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