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Once días después de la catástrofe. El reloj marca las 23 horas. Noche cerrada. Muebles y enseres cubiertos de barro llenan todavía algunas calles de Alfafar, Catarroja, Albal, Massanassa, muchas de ellas a oscuras, y otras localidades arruinadas por la DANA (depresión aislada en ... niveles altos). El olor es insoportable. Los surcos en el barro indican el mejor recorrido a seguir. Luces de linternas aparecen y desaparecen en algunas viviendas. Son vecinos que todavía no tienen luz eléctrica.
Las calles embarradas parecen una zona de guerra, un escenario apocalíptico, con coches y enseres amontonados a los lados, solares llenos de escombros y fachadas con desconchados por el roce de los vehículos y árboles arrastrados por el agua. Son las heridas de la riada.
Y en medio del caos más absoluto, una luz azul refleja en unos cristales rotos. Un niño se asoma desde el balcón de su casa. «¡Mamá, mamá, la Policía otra vez!», dice con entusiasmo. El menor parece cautivado mientras sigue con la mirada el furgón policial.
Acompañamos a un equipo de la Unidad de Intervención Policial (UIP) de Oviedo, uno de los refuerzos policiales que llegaron el pasado martes a la zona cero. El inspector Luis Nicanor, el oficial Alfredo Martínez y el policía Diego Suarez se han desplazado desde Asturias para incrementar el dispositivo de vigilancia en las localidades inundadas.
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Belén Hernández
Apoyan a sus compañeros de Valencia para prevenir saqueos. Observan cada rincón, preguntan a los vecinos si necesitan ayuda o han visto algo sospechoso, y abren la puerta lateral del furgón para tener mayor visibilidad.
«Estamos atentos para identificar a los que deambulan con objetos o herramientas. A estas horas la mayoría de la gente damnificada y los voluntarios que se quedan a dormir en la zona están descansando. Cuando vemos algo sospechoso, paramos y comprobamos«, explica Nicanor.
Los policías nacionales desplegados en los pueblos afectados por la DANA identifican a una media de 200 personas cada noche. «Hacemos controles en las salidas, preguntamos a los conductores dónde se dirigen, identificamos a sospechosos, comprobamos si el vehículo es de la persona que lo conduce, miramos en los maleteros y revisamos la documentación. Todo esto es necesario para evitar los saqueos», afirma el inspector de la UIP.
El furgón del equipo 'Cobra' se une al operativo en la entrada de Alfafar. Un grupo de policías de Bilbao y Pamplona, que también forman parte del refuerzo de la UIP, identifica al conductor de un vehículo. El hombre colabora, abre el maletero de su coche, habla con los agentes y reanuda la marcha sobre las 23:15 horas.
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La noche parece tranquila. El inspector saluda a sus compañeros y recibe las últimas novedades. Todo está en orden. Varios vehículos del Ejército circulan por las calles de Alfafar. Trasladan maquinaria y herramientas por la noche para continuar las labores de limpieza a primera hora de la mañana. Una Senyera sobresale de la parte trasera del camión. Los militares que viajan junto a la bandera llevan barro en sus uniformes, pero la enseña está limpia. Los colores azul, rojo y amarillo se distinguen entre el marrón del suelo embarrado y el negro de la noche.
A escasos metros del control policial, un grupo de voluntarios son testigos mudos del trasiego de policías y militares. Alberto Rodríguez y Laura Lavinia piden ayuda para abrir la puerta de una furgoneta. El conductor perdió la llave cuando ayudaba a limpiar el instituto de Catarroja. César, Vanessa y Beñat, miembros también del grupo de voluntarios de Bilbao, Vitoria e Irún, se quedan a dormir en otro vehículo junto a la rotonda mientras buscan una solución.
«Un cerrajero quería cobrarnos 360 euros, y lo único que hizo es destrozar el bombillo. Luego pedimos ayuda a un guardia civil, y nos dejó una maza. Al final tuvimos que romper la ventanilla», señala Alberto con el ceño fruncido. Pedro, un gruista del Real Automóvil Club de Cataluña, ayudó a los voluntarios vascos y trasladó la furgoneta a un taller de Valencia sin cobrarles nada. Y la empresa Keycars Valencia hizo una copia de la llave. Gratis también. Una cadena de favores en plena marea solidaria.
«Reventó la rueda de otra de nuestras furgonetas cuando íbamos a repartir medicamentos y víveres. Un poco caos todo. Los policías nos ayudaron», recuerda el joven. «Mi mujer y yo, junto a varios amigos, grabamos documentales en zonas de conflicto o catástrofes. Tuvimos que dejarlo por falta de tiempo, peor lo hemos activado otra vez para ayudar a los damnificados de la DANA», explica Alberto.
«La gente ha donado mucho dinero para que llevemos lo más necesario a la zona cero, y gracias a eso hemos podido comprar hidrolimpiadores y otros aparatos que estamos utilizando», añade el voluntario bilbaíno.
Tras supervisar el control policial, el equipo 'Cobra' continúa el patrullaje. El furgón circula muy despacio. Conducir de noche por calles embarradas no es fácil. Hay que tener mucho cuidado. El vehículo tarda más en frenar. Hay tapas levantadas del alcantarillado, socavones, piedras, hierros y clavos que pinchan las ruedas...
Los mecánicos de la Policía Nacional reparan una treintena de neumáticos cada día. Tienen que hacerlo con rapidez para que sus compañeros vuelvan a utilizar los vehículos lo antes posible. Suarez utiliza la aplicación de Google Maps para elegir el itinerario. Un vecino empuja una bicicleta por una calle llena de fango. Lleva un bolsa con comida. El conductor del furgón policial frena por si el hombre necesita ayuda. Las miradas se cruzan. Nadie dice nada. El ciclista continúa su camino. La Policía sigue su patrullaje.
Poco después, a las 0:26 horas, las dotaciones de la UIP reciben un aviso de un accidente de moto en la calle Reyes Católicos de Alfafar. El otro equipo policial y una ambulancia acuden para prestar auxilio a la víctima, que fue atendida en el puesto de mando avanzado.
Los saqueos han descendido. Los primeros días fueron los peores. Había más barriadas a oscuras y menos policías y guardias civiles en las calles. Ahora hay más vecinos y voluntarios en alerta. Llaman de inmediato al 112, 091 o 062 cuando ven algo sospechoso, e incluso vigilan desde sus ventanas o balcones.
Aprovecharse de una catástrofe para robar es de una bajeza enorme. Los policías comentan entre ellos este agravante que tuvieron en cuenta los jueces, y se afanan aún más en la vigilancia. También hablan de la destrucción y las montañas de coches arrastrados por el agua.
Suarez, que estuvo destinado en la embajada de Irak en 2014, reconoce que no había visto nada igual: «El escenario es apocalíptico, similar a una zona de guerra». El inspector asiente con la cabeza y añade: «Una cosa es verlo en televisión y otra es estar aquí. Impresiona más».
Las horas pasan sin servicios relevantes. El operativo nocturno de la UIP se salda con cerca de 200 identificaciones y un detenido por quebrantamiento de condena. El relevo llega con las primeras luces del día.
Once noches después de la catástrofe, los policías se desplazan a un hotel de Gandia para dormir unas horas y recobrar fuerzas. Las jornadas de trabajo en el barro se repiten días tras día como las escenas de la marmota 'Phil' en la película 'Atrapado en el tiempo'. «Todavía queda mucho trabajo», dice el inspector con el rostro cariacontecido.
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