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Cae la noche en Jérica. Los últimos rayos de sol se despiden del día y la noche se abre paso mientras las cimas de las montañas que se divisan desde esta localidad del Alto Palancia se tiñen de un aura roja. Son las llamas ... del incendio de Bejís, que se ha descontrolado hasta arrasar cientos de hectáreas en pocas horas, obligando a desalojar a los vecinos de ese municipio, además de los de Teresa y Torás. Muchos de ellos dormirán en Jérica, donde hay un pequeño oasis de solidaridad en medio de esta catástrofe medioambiental y humanitaria.
El pesimismo se palpa en el ambiente. Está más que justificado ya que los ciudadanos ven como se queman los árboles que les han visto crecer y que ahora se han transformado en copos de ceniza que poco a poco caen sobre las calles. Pero este clima contrasta con el de la sala multiusos del municipio. Dentro hay una docena de voluntarios que se esfuerzan para prepararlo todo para sus invitados. Saben que han pasado un día muy difícil y quieren que se sientan lo más a gusto posible.
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Miembros de la comisión de fiestas Divina Pastora, del club deportivo Chafaliagas y de la Asociación de Campaneros no se lo han pensado cuando les han dicho que hacía falta echar una mano. Se han dirigido al que era el antiguo colegio de Jérica, donde acudía gente de toda la comarca, para preparar bocatas y bebida y tener listas las camas donde dormirán sus invitados de honor. «El Ayuntamiento ha puesto las aguas y nosotros la cerveza para animar a la gente», comenta uno de los voluntarios, que con sus actos evidencia «que lo mejor de Jérica es su gente».
También han acudido vecinos particulares como Mónica, que tiene claro que estas catástrofes «sacan lo mejor de nosotros». «A veces se nos olvidan los valores pero el mundo se esfuerza en que los recordemos», remarca esta madre, que mira como una decena de niños se divierten en los colchones puestos en el suelo. «Para ellos esto es una fiesta y mejor que sea así, que no sean conscientes del todo de lo que está pasando», afirma.
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La mayoría de estos niños son de la familia de Manuel Zorío, nacido en Teresa y residente de Córdoba. Cada verano vuelve a la que ha sido su casa de toda la vida junto a su mujer Puri, sus hijos y sus nietos. «Hoy para comer éramos 12 de la familia y nada menos que tres generaciones», explica Manuel, que no deja de mostrar una sonrisa en su rostro pese a la gravedad de los hechos.
Al lado de Manuel está su hermano Vicente, que sí vive allí todo el año, tratando de convencer a un voluntario para que le cobre la caña que le ha puesto entre risas del resto de personas que están en la barra improvisada. Y ante la negativa recuerda que el nunca olvida una cara, «aunque se me den mal los nombres».
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F. PAJARES | J. BATISTA
También está Juan Manuel, otro vecino de Teresa que disfruta de un bocata de embutido después de un día más que duro. «Esta mañana cuando he salido a la plaza y he visto el humo ya me temía lo peor», admite el también concejal de la localidad hermana, que lamenta los daños materiales. «Hay varias granjas que han sido afectadas por el fuego, veremos que queda», señala.
Tras acabarse el bocata que le ha sentado «de lujo» se pone serio para debatir sobre la falta de cuidado de los montes con un antiguo compañero de colegio de Jérica. Y conversan en el mismo sitio donde antes se situaba el patio en el que jugaron tantos partidos de fútbol cuando aún la comarca no estaba tan despoblada y la misma actividad contribuía al cuidado de la zona.
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Para no centrarse en lo negativo se intenta cambiar de tema. «Cuando todo esto pase nos tenemos que reencontrar en las fiestas de Jérica en septiembre», comenta otro voluntario, que enseña a los vecinos de otros pueblos el vídeo de la banda municipal tocando frente a un campanario decorado con unas impresionantes luces de colores. «Está grabado con dron y todo», apostilla.
El alcalde de Jérica y otros concejales entran al filo de la medianoche para terminar de traer unas últimas colchas y avisarles de que a las 8:15 volverán con el desayuno. La treintena de desalojados asumen que es el momento de poner punto y final a un día que ha sido demasiado largo para algunos y duro para todos. Pero se despiden de los voluntarios sabiendo que, gracias a ellos, se ha llevado mucho mejor.
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