![La nueva realidad del polígono de Riba-roja tras la DANA](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2024/11/11/Imagen%20(196215956)-RkgJbwDoYsjnUYqfcEVEWzM-1200x840@Las%20Provincias.jpg)
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El desbordamiento del Barranco del Poyo, a la altura de los polígonos industriales del sur de Riba-roja y Loriguilla dejó un rastro de destrucción, de vidas humanas y desastres materiales, que dos semanas después sigue latente a simple vista. La nueva realidad de ... esta enorme zona industrial, que une desde El Oliveral a los sectores de Bassa y Mas de Baló, es que conviven toneladas de residuos (incluidos cientos de coches destrozados), con los pocos camiones que transitan, los trabajadores de las empresas que han cambiado su actividad normal por labores de limpieza y el trasiego de vehículos militares y de emergencia que entran y salen del puesto de mando avanzado de la UME que está situado en uno de los extremos del polígono, en la calle Mas de Porxinos, muy cercano al barranco. Allí, con barracones instalados para que descansen los militares y todo tipo de servicios de emergencia, conviven los bomberos forestales, el grupo de rescate canino de Asturias, varios coches de la Ertzaina, de la Guardia Civil y de la policía local de Riba-roja, que tienen como base logística las instalaciones de la Constructora Alcalans.
Accediendo desde la CV-374 lo primero que atrae la vista es el enorme complejo, con centro de negocios, ocio, gasolinera y supermercado, cuya única actividad es el ir y venir de trabajadores que han mutado en servicio de limpieza. En sus dos plantas de sótano, el agua superó los tres metros de alturas, y a falta de peritación las pérdidas estimadas por esta empresa familiar asciende a 1,5 millones. Para volver a la actividad, calculan que necesitarán tres o cuatro meses. «Es un caso de siniestro total, una ruin», reconoce a este periódico un portavoz de la empresa. Desde que les anegó la riada, tienen claro el objetivo principal de la reconstrucción: «Hay que mirar por los trabajadores, salvar esos puestos de trabajo y el estado debería darse cuenta de la realidad. El gobierno nos tiene que dar flexibilidad a las empresas ayudando, por ejemplo, a cambiar el tipo de actividad de un puesto de trabajo hasta que recuperemos la normalidad, puesto que ahora tenemos el negocio cerrado pero hay que ayudar a limpiar y recuperar todo lo que se ha perdido. El Ministerio de Trabajo nos tiene que dar flexibilidad porque nadie quiere despedir a nadie. Queremos que se queden todos los trabajadores. El gobierno debería hablar con los bancos y dar una moratoria de cinco o seis en los préstamos, hipotecas o ICOS que tengamos activos por el cese de actividad que vamos a tener las empresas que nos queda mucho para volver a abrir. Eso sería un salvavidas para muchas pequeñas y medianas empresas a las que ha arrasado la riada».
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Muy cerca está un pequeño taller de lavado de coches propiedad de Christian López. Colombiano de nacimiento, lamenta lo rápido que se puede destruir un negocio que le ha costado una década y media consolidar. La marca de agua en las paredes está a casi a dos metros y es testigo de la única petición que hace a las autoridades: «La ayuda de la familia es fundamental porque ellos, en lo que pueden, te pueden prestar algo de dinero sin intereses. Lo que no puede ser es que al día siguiente del desastre nos llegue a los autónomos la cuota para pagar cuando ahora mismo no estamos facturando. No quiero que me regalen nada pero que no me quiten. Que nos ayuden lo más pronto posible a levantar otra vez los negocios».
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EFE/Jorge Zapata
Juan Ramón Enguídanos es el gerente de Paleplast S.L., una empresa afincada en el polígono desde 2005, y se afana en recuperar los 5.000 metros cuadrados de nave de su empresa. «El día de la riada salió el último trabajador a las cuatro y media de la tarde. Que no haya habido ninguna desgracia en la plantilla es lo más importante», sentencia. Ahora, se centra en recuperar el negocio: «Estamos tirando muchos palés a la basura porque la madera en cuanto se moja ya no vale y con lo que se ha salvado intentamos cubrir todos los pedidos posibles. El problema que nos estamos encontrando son las comunicaciones o el acceso al destino de los clientes. Lo que pido es que venga maquinaria pesada para poder despejar todo. Si no funcionan los polígonos industriales, la economía se para». El empresario también tiene un mensaje para la reflexión, puesto que lo ocurrido el pasado 29 de octubre es un aviso de la naturaleza de que puede volver a pasar: «Confiamos en que la gente que manda y hace proyectos tome nota de lo que ha pasado. Todos saben que tenemos pegado el barranco del Poyo y que el propio terreno donde estamos pisando era también rambla. Hacen los polígonos y las casas donde quieren y luego pasa lo que pasa».
Lo mismo piensa Juan Rodríguez, el encargado de uno de los pocos negocios que está abierto, una gasolinera que ahora atiende en sus surtidores a más vehículos militares que camiones. «El agua subió a más de un metro en cuestión de minutos y afortunadamente nos pudimos resguardar en la oficina del piso superior, tanto los trabajadores como los clientes que también se quedaron aquí atrapados. Se repartió todo lo que teníamos en la tienda de comer y beber, tanto esa noche como al día siguiente a camioneros que se quedaron en el polígono atrapados y que no tenían ni agua», recuerda del día de la catástrofe. Ahora, les toca convivir con una nueva realidad en el polígono: «Estamos abiertos después de mucho trabajo por parte de los compañeros, tanto los de aquí como los de la central de Elche que subieron, junto al delegado Francisco Villanueva que ha hecho una gran labor para volver a subir la persiana. Es cierto que la fotografía ha cambiado mucho en estos primeros días con la empresa funcionando tras la riada porque vienen a repostar todos los servicios de emergencia y militares que tienen la base en uno de los extremos del polígono y la maquinaria pesada, como tractores o excavadoras que han venido a limpiar».
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