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Francisco Rodríguez, en el gimnasio de su casa, que no puede utilizar por la dolencia. damián torres
Lista de espera de operaciones en Valencia | Nueve meses esperando quirófano

Nueve meses esperando quirófano

Un hombre de Alaquàs aguarda sondado desde enero una operación de próstata | El paciente afirma que en el hospital General le dicen que por la pandemia sólo operan a los enfermos oncológicos al estar en peligro su vida

Francisco Ricós

Valencia

Domingo, 27 de septiembre 2020

Francisco Rodríguez lleva desde enero con una sonda en la uretra, a la espera de que le sometan en el Hospital General de Valencia a una operación para reducirle el tamaño de la próstata. Paco, nombre con el que se identifica este hombre residente en Alaquàs, padece dolores en el aparato masculino de micción como consecuencia del tubo que conecta su vejiga urinaria con el exterior. Al margen del daño físico, de las infecciones urinarias que ha padecido en los últimos meses, están también los inconvenientes personales y sociales que supone vivir pegado a una manguera, a la espera de que le solucionen el problema en un quirófano. Oficialmente el General tiene una lista de 38 pacientes con una espera media de 99 días para esa operación. «Ahora no llevo puesta la bolsa. Llevo un tapón», afirma antes de que se le pregunte al respecto.

Paco no se ha contagiado de Covid-19, pero este virus le ha afectado directamente a su enfermedad. Su peripecia médica se inició el pasado mes de enero, aunque ya arrastraba dolencias en el aparato urinario y estaba medicado. Paco es un apasionado del senderismo. A principios de año se dirigía hacia los Pirineos. Durante el trayecto hacia la cordillera, para no tener que hacer muchas paradas, Paco aguantó sus ganas de hacer pis, cuenta. «Y cuando quise ir al aseo, ya no hubo manera. Me sondaron, pero fue un show. Tuve que ir a un centro de salud de Benasque y no fueron capaces. Fui a Castejón de Sos, y sí. Al día siguiente no pude hacer senderismo, porque en esas condiciones, ¿a dónde vas? Y ganas tenía. Probé a quítame la sonda por si podía orinar por mi cuenta y no hubo manera. Me tocó ir a Castejón de Sos de nuevo, y ya no fueron capaces de sondarme, con lo cual me tocó ir al hospital de Barbastro», recuerda. «Los 140 euros de taxi no se me olvidaran en la vida», afirma Paco.

Una semana después acudió al Hospital General, donde ya lo trataban en Urología. Volvió a quitarse la sonda para tratar de poder ir al aseo por su cuenta. Al principio le funcionó, pero la alegría le duró poco. Le practicaron una biopsia programada para el 10 de marzo por si el crecimiento de la próstata se debía a un cáncer. El resultado se lo dieron ya en abril, en plena pandemia. Y respiró.

Pero la siguiente visita no la tuvo hasta el 6 de mayo. Fue entonces cuando lo metieron en la lista de espera de la operación como paciente «prioritario porque la próstata es de dimensiones considerables y molesta mucho. Sí que es verdad que el urólogo me contó que eso de incluirme como prioritario suponía que antes de tres meses tendría que estar operado pero tal y como estaban las cosas con el coronavirus me dijo que no sabía cuándo me iban a operar y eso desespera un poquito», recuerda Rodríguez.

«Luego me dijeron: 'Es que estamos operando sólo oncológicos'. Porque hay un riesgo de vida. Y yo riesgo de vida, en principio, se supone que no tengo, pero la verdad es que con lo que me está sucediendo me han quitado la vida».

«Y a todo esto, lo mal que lo estoy pasando con la dichosa sonda. Tenía un viaje a Italia, que se hubiera suspendido igual por el coronavirus, pero yo lo anulé antes de que se montara aquí la gorda, y fue por la sonda. Y es que no me puedo mover de casa. Incluso el hecho de ir con bolsa, que en verano no quiero ni contar lo complicado que es... Es que no, no, no... Paso el día amargado. De hecho estoy tomando ansiolíticos. Quieras que no, todo lo que estoy pasando afecta al comportamiento, el humor».

Desesperación continua»

Su dolencia física la define «como cuando una persona tiene muchas, muchas, ganas de orinar y está desesperada porque no encuentra un sitio, pues eso, durante ocho meses y tres días. Es una desesperación continua».

Al margen, el daño que le ocasiona la sonda en la uretra. Tras ser ingresado en junio por una infección en la vejiga, el médico aconsejó a Paco cambiar la sonda de látex, más flexible pero que causa más infecciones, al parecer, por una de silicona. «A sugerencia del enfermero, me colocó una de más grosor y acodada al final. Supuestamente me iba a doler menos. Pero más grande supone que es más rígida. Es como tener un palo ahí clavado y afecta delante y atrás. Y cada vez que me muevo, cuando ando un poquito, sangro. Por eso he tenido que dejar de andar, de moverme. Y para colmo también he cogido una infección», lamenta.

Paco Rodríguez afirma que en este tiempo «ya he tenido tres infecciones de orina, una de ellas requirió ingreso hospitalario por la infección de la vejiga, algo ya bastante serio. Me estoy jugando tener una infección de riñones».

Confiesa que se encuentra «confinado sin que nadie me lo diga porque puedo salir lo justito a la calle. Por A o por B, con el tapón no hace falta que lleve el colgajo, pero en cuanto me muevo, a parte de lo muchísimo que me incomoda, no puedo aguantar. Tengo que tener la seguridad de que tengo que encontrar un baño, si no, mal». Y claro, tampoco puede hacer deporte, que le apasiona, ni siquiera usar el gimnasio que tine en casa, y menos aún salir con sus amigos a andar por los montes.

Al margen del dolor físico que experimenta, Paco se queja de que no ha podido consultar a los médicos sobre los efectos de las sondas y ha aprendido por experiencia propia. Tiene que ponerse el termómetro todas las noches porque si tiene fiebre puede ser indicio de una infección y acudir a Urgencias.

«No tengo claro por qué, pero de vez en cuando el tapón de la sonda se cae. ¡Y la que se organiza! Y piensas: ¿Y si voy por la calle y se me cae el tapón? Pues todo pringado, la ropa, el charquito en el suelo... Un espectáculo», lamenta Paco Rodríguez.

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