Fallece Juan Ignacio Merello, pionero en el implante de balón intragástrico

Sus novedosas técnicas le convirtieron en un referente en Valencia en medicina del aparato digestivo. Juan Ignacio Merello ha fallecido a los 69 años tras más de cuatro décadas en la profesión como gastroenterólogo. Fue pionero en la ciudad aplicando la tecnología de implante de balón intragástrico, una técnica para conseguir la reducción de peso en personas con obesidad mórbida.

Además se especializó en endoscopias y creó la Clínica Merello, donde utilizaba todos los tratamientos más novedosos para la obesidad y las técnicas mas innovadoras de adelgazamiento sin cirugía con un seguimiento personalizado en cada paciente.

Nació en Madrid y vivió de niño en Córdoba, donde su padre era teniente coronel del ejército de caballería, pero de adolescente ya vino a Valencia y nunca se marchó. Estudió en Jesuitas, de donde todavía conservaba bastantes amigos, e hizo la carrera de Medicina en la Universitat de València. Después la especialidad en digestivo la realizó en el Hospital Clínico.

Seguía ejerciendo en su clínica, aunque hace poco más de un año le detectaron un cáncer de páncreas contra el que luchó cuanto pudo y que no ha logrado superar.

Le encantaba viajar, ya fuera en familia, junto a su esposa María José y sus hijos Nacho y Macarena o de trabajo, dando conferencias sobre el tema de balones intragástricos y asistiendo a congresos por todo el mundo para conocer las últimas novedades. «Ha estado en todo el mundo, era un enamorado de Jordania y de la India», cuenta María José, que añade que también «le encantaba ir a Xàbia», donde tenían una casa frente al mar. Allí disfrutaba nadando, dando paseos y también con su peña ciclista, con la que salía muy a menudo en bicicleta.

Con su esposa se casó en 1978 tras 8 años de noviazgo y juntos recorrieron medio mundo. «Tenía un carácter muy abierto, mucha empatía con el paciente y mucha humanidad. Lo conoce casi toda Valencia de haber pasado por nuestra consulta, era muy querido en la clínica Virgen del Consuelo, que es donde más tiempo trabajó, más de 30 años haciendo endoscopias», señala María José, que incide en que «deja un vacío impresionante, era un hombre con mucha luz, siempre de broma, muy simpático, muy humanitario, ayudaba a todo el mundo, si necesitaban un traumatólogo, él se lo buscaba al paciente y por supuesto a los amigos».

Para su hijo Nacho también supone una pérdida irreparable. «Mi padre era mi mejor amigo, me inició en el tenis, jugábamos muy a menudo, hacíamos bicicleta, natación y también muchas excursiones, como a Costa Rica, Perú, Austria, por las montañas», recuerda que les gustaba ver juntos la Fórmula 1 y conoció a Fernando Alonso cuando el asturiano corrió en Valencia.

«Me dio libertad para que me dedicara a lo que quisiera y me inculcó el gusto por la música, nos llevaban a mi hermana y a mí a esquiar y hacer equitación», relata su hijo. «Me inculcó el esfuerzo en la vida, y de hecho él ha peleado hasta el final todo este año tan duro con la enfermedad y la gente lo que me dice de él es que era admirable, excepcional, siempre ayudaba a todo el mundo, tenía mucho don de gentes», señala Nacho.