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Bautista Soler Crespo, uno de los grandes protagonistas de la edad de oro del ladrillo en Valencia, falleció este domingo a los 92 años. ... Constructor y promotor de enorme prestigio profesional, añadió a su trayectoria la gran popularidad que adquirió al convertirse en máximo accionista del Valencia CF tras una histórica pugna con Paco Roig para hacerse con la mayoría de títulos del club, lo que acabó con su hijo, Juan Bautista Soler, como presidente de la entidad.
Hoy a las 13 horas tendrá lugar la misa en la parroquia Nuestra Señora de Turís, su localidad natal, donde nació en 1929. De ahí se trasladó a Valencia, fundando la empresa de construcción y promoción de viviendas que llevaría su nombre en 1952. Con los años se convirtió en un importante negocio inmobiliario, y paralelamente Soler empezó a desarrollar otro imperio, en este caso en el ámbito cultural. Su afición por el cine lo llevó a comprar y construir diversas salas, primero en localidades valencianas y más tarde en plena Gran Vía de Madrid, epicentro cultural de España, como el legendario Palacio de la Música, el Lope de Vega o el Coliseum. Más tarde, en Valencia, levantó los conocidos Cines Lys, en el centro de la ciudad.
Su popularidad hizo que el Ayuntamiento de Turís le dedicara una avenida en la población que le vio nacer, la de entrada al municipio desde la carretera CV-50, lo que le produjo una especial satisfacción, y que fue inaugurada en 2016. El empresario recibió el cariño de su familia y de los turisanos, en agradecimiento de las numerosas obras que Soler legó para el municipio, como el conservatorio Lola Luján, el centro de día para niños discapacitados o los accesos al cementerio para pobres. Además, reformó la iglesia y el campanario. Un auténtico mecenas.
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Donde Bautista Soler hizo grande su figura fue sin duda en el sector de la construcción de viviendas. Transformó algunas zonas de Valencia, Alboraya o Alzira, entre otros municipios de la provincia. En el 'cap i casal', su trabajo resultó clave en los alrededores de la Ciudad de las Ciencias, y también en la avenida de Aragón, así como en Manuel Candela o Justo y Pastor.
En Alboraya, concretamente en la Patacona, desarrolló el que quizá fue su gran proyecto, con más de 1.200 viviendas, entre pisos, unifamiliares y apartamentos, en el paseo marítimo, lo que sin duda cambió por completo la fisonomía de la localidad en su zona de la playa.
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Incluso llegó a aparecer en la codiciada lista de Forbes entre las mil personas más ricas del planeta en 2007, con su entrada en el accionariado del grupo Metrovacesa y sus participaciones del Santander y el BBVA, y cuando su volumen de trabajo se multiplicó en los años de plena burbuja de la construcción a principios de la década de los 2000. Su fortuna se le valoró en torno a los 1.400 millones de euros.
Ese crecimiento exponencial de su negocio, unido a la pasión por el fútbol, le convirtió en candidato ideal para enfrentarse a Paco Roig, quien había iniciado una ofensiva para convertirse en máximo accionista del Valencia CF. Ambos rivalizaron en la compra de títulos, tanto a pequeños como a medianos accionistas, a precios desorbitados (600 euros por unidad), que disparaban el valor inicial con el que salieron al mercado (48) unos años antes.
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En ese codo a codo, el músculo económico de Bautista Soler pudo más y en 2004 su hijo Juan se situó al frente del club, ya con la mayoría accionarial en la familia Soler. «Vengo al fútbol para que me partan la cara a mí y no a mi padre», diría a LAS PROVINCIAS el nuevo presidente en su primera entrevista en el cargo, consciente de la presión que esa batalla social había ejercido sobre Bautista Soler.
Mientras en el plano deportivo el Valencia perdía pujanza, el foco se desplazaba hacia el nuevo estadio. Bautista y su hijo Juan consiguieron una recalificación de los terrenos por parte del Ayuntamiento con la que cumplir el sueño de ambos, la construcción del nuevo Mestalla. Un gran solar de la avenida Cortes Valencianas fue el lugar elegido. Pero todo se torció. El gasto desmedido de dinero en fichajes, muchos de ellos fallidos, y en finiquitos lastraron económicamente el proyecto. Y el estallido de la burbuja inmobiliaria hirió de muerte sus negocios inmobiliarios, abocando a la paralización de las obras del estadio en 2009.
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Fuentes de su entorno admiten que no acabar el estadio fue su gran espina, y que incluso intentó buscar una fórmula hace dos años para comprar el club a Lim y retomar las obras. Padre e hijo tuvieron que desaparecer del primer plano del club. Pese a su valencianismo, Bautista Soler también se convirtió en un asiduo del palco del Levante.
En 2012 tuvo que presentar un concurso de acreedores de 1.600 millones de euros, el quinto más grande de la historia de España, para sus sociedades Alteco Gestión y Mag Import, y Banco de Valencia le demandó para que le embargaran bienes valorados en 33 millones de euros.
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