![Muere Emilio Poyo-Guerrero Sancho, Teniente General del Ejército del Aire](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2024/06/05/coro-REpHk2gv6ptrxOCQAObDOaI-1200x840@Las%20Provincias.jpeg)
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Marina Costa
Valencia
Jueves, 6 de junio 2024, 00:15
Su pasión por volar marcó su vida y forjó su carácter, pues su valor y la perseverancia formaron el mejor tándem. Emilio Poyo-Guerrero Sancho se entregó al ejército con vocación y logró una carrera brillante que supo compaginar a la perfección con su otro gran pilar, la familia. Teniente General del Ejército del Aire y del Espacio, consiguió numerosas condecoraciones como la Cruz al Mérito Aeronáutico, con distintivo blanco, de primera clase; la placa de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo y el Título Militar 'Honoris Causa' de la República Argentina. Piloto de Avión de Guerra y Observador de Aeroplano, también logró el distintivo permanente de Profesorado de la Escuela Superior del Aire, entre otros muchos reconocimientos.
Emilio Poyo-Guerrero Sancho nació el 18 de julio de 1940 en Valencia. Realizó sus estudios en la Academia General del Aire en Murcia y finalizó como teniente en la promoción décimo quinta. Ya como piloto de reactores, en Madrid realiza el curso de Estado Mayor y logra ser número uno. De Madrid, pasa a Hamburgo, en Alemania, su siguiente destino, donde permanecerá desde 1985 a 1988. Pasa como agregado militar a la embajada de España en Bonn hasta 1992 y, en el 93, regresa a Madrid y asciende a general de Brigada. Su próximo destino es la base militar de Tablada, en Sevilla, como jefe del Mando del Estrecho y, posteriormente, recala en Múnich, ya en calidad de Teniente General, donde trabajará dentro del programa EADS para la construcción del reactor Eurofighter en calidad de director del programa para la OTAN.
Entre sus numerosos destinos, su estancia en la base de Manises será la más larga. Tras su brillante carrera y sus numerosas condecoraciones, algunas de ellas entregadas por el propio Rey Juan Carlos I, Emilio disfrutó durante su retirada de su otra gran pasión: el mar y todo lo que le ofreció a lo largo de su vida. «Era muy abierto de mentalidad por su bagaje internacional. Le encantaba leer, sobre todo novelas históricas, escuchar música y nunca dejó de disfrutar de todo lo relacionado con el aire y la aviación. Nos enseñó a ser constantes, a no rendirnos, a trabajar por las metas, arriesgando un poco a veces, y a luchar hasta el último momento», recuerda su familia. Emilio quiso dejar a los suyos el ejemplo de una persona «abierta y trabajadora», cuyo legado forma parte ya de la historia de la aviación en España.
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