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Decir que con el fallecimiento de Ricardo Císcar Martínez desaparece uno de los empresarios valencianos más emblemáticos puede sonar a tópico, pero en este caso es de lo más cierto y reconocido por todos, porque estamos ante una figura esencial, ejemplo de unas formas de hacer que dejan huella, con un permanente ejercicio de eficacia a rajatabla que no siempre está de moda. Desde luego ya no con aquella plenitud del viejo estilo que emergió en los años sesenta del pasado siglo, cuando las ansias de desarrollo pujaban alto y las oportunidades estaban listas para ser aprovechadas por quienes ponían en liza el empuje necesario.
Ricardo Císcar contaba con grandes dosis de ese empuje, y las traía de cuna, porque no eran tiempos aquellos para ir aprendiendo en academias las artes y maneras de emprender, ni había dónde, ni tiempo que perder en dudas. La carrera se hacía superando obstáculos, y el máster se lo firmaba uno mismo sobre la marcha.
La biografía de Ricardo Císcar Martínez fija en 1968 el año oficial del nacimiento de su empresa matriz, 'Maicerías Españolas, S.A.', el inicio del posterior 'Grupo Dacsa', que engloba un entramado de firmas líderes en el procesamiento de maíz, fabricación de sémolas para la industria cervecera, procesamiento y envasado de arroz y otros cereales (entre ellos granos ancestrales), hostelería, cultivos agrícolas, etc., con presencia en toda España y con filiales en otros países como Reino Unido, Portugal, Polonia...
Sin embargo la historia empresarial de Ricardo Císcar, 'Ricardo el del Forn', empezó mucho antes de 1968, con un pequeño carro y un humilde burro. Fue en Almàssera, su pueblo natal, donde sus padres tenían un horno de pan, en la calle San José (el 'carrer de Les Parres'), curiosamente justo enfrente de la casa donde nacieron los tres hermanos Lladró, ya fallecidos, que crearon la prestigiosa firma de porcelana decorativa.
En el horno de los Císcar también había tres chicos (Enrique y José, sus hermanos), y por la misma época en que se confeccionaban en la casa vecina las primeras figuras que se harían famosas, Ricardo pensó que debía salir del amparo del horno familiar para buscarse la vida. De la harina panadera derivó su interés por otros cereales para atender una actividad que iba cobrando cuerpo. En vez de dedicarse a alimentar directamente a personas, pasaría a proveerles de piensos para los animales que se criaban en casi todas las casas del pueblo y de la huerta y que al final también servían a los vecinos, bien para tiro (caballos) o para comida (pollos, gallinas, cerdos y vacas).
Su primer vehículo de transporte fue aquel pequeño carro tirado por un pollino. No le llegaba aún para tener un 'haca'. Así repartía los sacos de maíz, cebada, salvado... a un nutrido número de modestos ganaderos que no paraba de crecer, porque en la huerta se multiplicaban las explotaciones para atender la demanda creciente de una población en alza en pueblos de alrededor y en Valencia.
Su primer almacén fue la planta baja de una casa junto al paso a nivel del 'trenet' en el 'camí de Les Vinyes', donde ya instaló una pequeña máquina para triturar maíz, que era producto muy demandado para alimentar a las aves de corral. Allí igual se vendía a sacos que kilo a kilo, en pequeñas porciones para infinidad de criadores domésticos.
El futuro imperio empresarial alrededor del maíz ('dacsa' en valenciano) daba los pasos iniciales, casi imperceptiblemente. Entre los primeros empleados, si no el primero, al frente de aquel triturador, su primo Pascual 'El Torroner', que le acompañaría fielmente toda su vida. Luego, como el negocio iba a más, construyó el primer almacén, un poco más allá, junto a la estación. Y el primer camión: un 'Leyland', con 'Pepet el de Ca Malasogra' de chófer.
En este almacén ya se consolidó la empresa, que daría el salto industrial a nuevas y amplias instalaciones construidas en la entrada del pueblo, junto a la cruz cubierta y la vieja carretera de Barcelona, donde sigue estando y ha ido creciendo durante las últimas décadas, al tiempo que se ha expandido en otras actividades y por toda Europa para configurar el actual 'Dacsa Group'.
Aparte de la presencia internacional con fábricas propias en distintos países, 'Dacsa Group' exporta a medio centenar de destinos, es líder en el sector maicero y en la elaboración de sémolas cerveceras, produce con su marca 'Dacsa' arroces de la máxima calidad y bajo la DO 'Arroz de Valencia', de cuya creación fue principal impulsor junto a otros empresarios del ramo. Su hijo, Ricardo Císcar García, es el presidente del consejo regulador.
La compañía factura más de 420 millones de euros anuales y tiene más de 500 empleados en toda Europa, de los que 170 trabajan en la sede central, en Almàssera.
Entre los múltiples galardones recibidos por Ricardo Císcar cabe destacar el que le concedió Las Provincias en 2021, el 'Premio Agro a toda una Vida', en reconocimiento a su gran trayectoria vital y empresarial; un modelo digno de estudiarse en modernas escuelas de negocio, porque ha sido mucho más que la clásica figura del 'hecho a sí mismo'. A veces, viéndole tratar con ministros y otros altos cargos, con tanto aplomo y saber estar, cabía preguntarse de dónde le venía aquel talento innato, tan altas dosis de conocimiento psicológico, con el gesto oportuno para cada caso, si cuando tuvo que coger las riendas del carro ya dejaría aparcada la formación al uso. Todo lo fue haciendo con gran dedicación y mucha visión de futuro, y sus hijos, Ricardo, Araceli y Bárbara, junto al dolor por la pérdida, se enorgullecen hoy de saber que tan dilatada y fructífera vida ha servido para generar un proyecto que prosigue ahora en sus manos, siempre con el máximo respeto por su tierra y con su gran amor por Valencia.
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