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Una mujer valiente y gran defensora de las tradiciones

Una mujer valiente y gran defensora de las tradiciones

Amelia Guich Lamo de Espinosa | Descendiente de una ilustre familia, la profesión de matrona marcó su carácter y siempre buscó refugio en la fe

laura y blanca fitera

Viernes, 30 de abril 2021, 14:21

Hay personas cuya trayectoria de vida se convierte en un ejemplo para quienes hemos tenido la suerte de conocerlas. El domingo 25 falleció, a los 72 años de edad, una de ellas, la más querida por nosotros, nuestra amiga Amelia Guich Lamo de Espinosa, habiendo recibido los Santos Sacramentos y de forma ejemplar, como fue su vida, rodeada del cariño de su familia. Nacida en Valencia, era matrona de profesión, un trabajo que ya marca un determinado carácter, una forma de ser y de ayudar, de interés por la vida que la definían muy bien. Mujer enamorada de su tierra, adoraba sus tradiciones; no en vano descendía de una saga de mujeres -su abuela y su madre- que habían tenido el honor de representar a su tierra como Reginas de les Jocs Florals, tradición que a Amelia le hubiera gustado continuar. Era también una consumada jinete, pasión heredada de su padre. Solían cabalgar juntos despertando la admiración por donde pasaban. De profundas creencias religiosas, de ellas sacó fuerzas para afrontar todas las pruebas de salud que el destino le deparó, que fueron muchas. Nunca se le endureció el corazón, ese corazón joven que hace 15 años le salvó la vida. Siempre luchadora y valiente, afrontaba con enorme entereza cada una de sus pruebas. Nunca se quejó, siempre confío. Gran dama para los que la conocimos, representaba uno de los últimos reductos de la clase y el señorío. Con gran sentido del humor, siempre estaba dispuesta a aprender; le interesaba el mundo y sus cambios y era una comentarista apasionada e informada de la actualidad. Para todos era siempre un placer escuchar sus opiniones. De risa alegre y porte sereno, fue una de esas personas que fascinan con sólo empezar a hablar. Nadie como ella sabía disfrutar de los buenos momentos que la vida le deparaba, como las prolongadas estancias familiares en sus queridas Alzira y Requena. Tenía una relación muy especial con esta última, porque su hija Alicia fue nombrada Reina de la Vendimia. Amelia lo convirtió en un reinado especial: buceó en la recuperación de la indumentaria clásica y se aplicó con ilusión en lograr que fuera un reinado inolvidable. Mujer hospitalaria y magnífica cocinera, hacía que sus invitaciones fueran un auténtico placer para las numerosas amigas que acudíamos; dominaba como nadie el difícil arte de recibir, pues era una anfitriona atenta y generosa. ¡Cuántas veladas felices pasamos con ella! Madre ejemplar de sus adorados hijos Álvaro Mascort (su esposa Paula Alfonso), Alicia Mascort y su mayor ilusión, su nieta Rocío, heredera del porte y belleza de su abuela Amelia. Fue en la boda de su hijo Álvaro con Paula en Alzira cuando vio cumplido uno de sus sueños: la continuidad de la tradición que tanto cuidaba con la modernidad de la nueva generación que recogía el testigo, en un día mágico, con una Amelia radiante en su papel de madrina, sueño solamente superado por el deseado nacimiento de su nieta Rocío, uno de los días más felices de su vida. Amelia fue custodia de la historia y tradición de su ilustre familia, manteniendo su legado. Sus ojos verdes contemplaban la vida siempre con interés. Prueba de ello es su incorporación a la Orden del Querer Saber de la que era miembro muy querido. Viajera infatigable, pudimos compartir con ella días inolvidables en Sicilia y Uzbekistán. Cada final de jornada era una pura diversión con los intercambios de experiencias, su admiración por el arte, la curiosidad por la artesanía del lugar y la ilusión con la que contemplaba las fotos de los sitios visitados. No hubo mejor relato de una boda en la India que la de aquella a la que asistió con sus hijos. Su voz se dulcificaba con los recuerdos. A través de ella recuperabas la vida social de su querida madre, su educación en un colegio de Jerez, la «rubia» que las llevaba cuando niña, a ella y a sus hermanos al Club de Campo. Para Amelia, el pasado y el presente eran objeto del mismo mimo. Fue una gran coleccionista que custodiaba para siempre los objetos heredados, conocedora de su valor sentimental, gracias a su amor por la tradición familiar. Amelia, te querremos siempre, volveremos a viajar junto a ti de otra forma; jamás olvidaremos lo que nos enseñaste, tu fortaleza y tu valor, ni el privilegio de conocerte. Siempre juntas, Amelia.

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