Estudia, trabaja y tendrás la vida solucionada. Este es el mantra que nos han repetido desde niños y que creímos con una fe ciega. Pero ... las cifras demuestran que independizarse no es tan fácil para los jóvenes como se les vende. Más bien se convierte en un muro infranqueable. Mientras que el paro juvenil es superior al 20%, la tasa de jóvenes que aún vive con sus padres duplica esta cifra con el 47%, como refleja un estudio de Ayuda en Acción. Un paradigma preocupante que evidencia que el hecho de tener trabajo no siempre es sinónimo de poseer independencia y estabilidad económica.
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«Las posibilidades de emancipación juvenil no han mejorado en los últimos años a pesar de contar con un mejor y más alto nivel educativo y haber aumentando el acceso al empleo. En 2020 aproximadamente la mitad de la población de 25 a 34 años viven con sus padres, dato que apenas variará en 2030». Estos son los crudos datos que revela el informe. La realidad la cuentan con sus historias Luis, Tamara, Borja y Noelia.
Tiene 24 años y, desde que ha tenido oportunidad, ha compaginado varios trabajos. Luis Urios incluso ha publicado dos novelas. La primera de ella titulada: «La quimera de los vencidos». Pero aún así, todavía no ha conseguido reunir el dinero suficiente para poderse ir a vivir solo a pesar de que ahora tiene un empleo estable como creador de contenido web en un medio de comunicación. «Me parece una vergüenza que los precios del alquiler sean tan elevados. No hay forma humana de irse a vivir solo«, se queja el joven.
Su plan es irse a vivir después de este verano con un grupo de amigos, que se encuentran en su misma situación. Debido a su edad, le apetece vivir la experiencia de rodearse de sus colegas y además, ganar privacidad e independencia en esta transición a su etapa adulta.
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Ni siquiera se ha planteado irse a vivir solo porque, como recalca, es «inasumible. Estaría destinando casi el 80% de mi sueldo a pagar los gastos del piso». El comprar una vivienda es una opción que la mayoría de jóvenes ni siquiera se plantean, teniendo en cuenta la diferencia abismal del coste de la vida con unas retribuciones económicas que no van a la par.
Menos de un 20% de los valencianos de entre 16 y 30 años han logrado volar del nido como refleja un estudio del Consell de la Joventut. Entre ellos está Tamara Gimeno. Trabaja en el departamento de recursos humanos de una empresa. La joven de 26 años tuvo la suerte de independizarse en 2020, cuando los precios del alquiler eran asumibles y emanciparse no parecía una utopía. «Al principio me fui a vivir con mi novio pero cuando rompimos me quedé yo sola en el piso», cuenta Tamara. En un primer momento, pagaba 400 euros de alquiler en plena ciudad. Hace poco le subieron el precio en 20 euros, pero sabe que en el mes de agosto le espera otra subida de precio, seguramente superior a la anterior.
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Ahora que ha conseguido cierta estabilidad económica, Tamara respira más tranquila. Ha conseguido rebajar la media de edad en la que los jóvenes consiguen emanciparse en la Comunitat, que se sitúa en los 29 años. Sólo un año antes de la edad límite en la que deja de considerarse demográficamente joven a una persona.
Aunque para Tamara, el inicio fue duro. El simple hecho de coger un taxi para volver a casa de noche era un gasto que no se podía permitir ni de broma. «Prefería ir media hora andando», comenta la joven. También, muchas veces tenía que decir que no a los planes que hacían sus amigos para poder afrontar todos los gastos. Ahora ya se puede permitir hacer algún viaje o ir a alguna discoteca, «pero desde luego que no puedo salir todas las semanas».
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Borja Castelblanque estudió publicidad y tiene un máster en diseño gráfico. Trabaja como Community Manager en una empresa, así como quiere avanzar en su carrera como autónomo haciendo encargos para particulares. Tiene 26 años y sigue viviendo con sus padres. Aunque le gustaría poder independizarse, no es algo que le mantiene en vilo. Lo que más le molesta a Borja es la escasez de puestos de trabajo en la Comunitat en su sector.
Trata de tomarse esta etapa en la que sigue viviendo en el domicilio familiar con filosofía. «Creo que es un periodo de transición. Cuando me independice me gustaría poder tener un buen colchón económico detrás y no tener que pasar apuros para llegar a fin de mes», opina el joven.
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Además, considera que las personas jóvenes siguen viviendo bajo el estigma de las personas de mediana edad. «En la época de mis padres era normal irse de casa y casarse a los 25 años, pero ahora los tiempos han cambiado», recalca. También aconseja que las personas de su edad que todavía no se hayan podido independizar no se vean acomplejados por las vidas idílicas que plasman los creadores de contenido, 'influencers' y 'youtubers'.
Borja matiza que, aunque estas personas alardeen por redes sociales de las mansiones que se han comprado a los 20 años, no hay que perder de vista que estos casos no son «normales» y, mucho menos, son un ejemplo de la realidad que azota a los jóvenes.
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Noelia se ve a las puertas de los 40 y todavía vive en casa de sus padres. Sabe que las únicas formas de independizarse son compartir piso o vivir de alquiler (que también le supondría un esfuerzo económico importante). Es periodista y lleva trabajando desde que tenía 23 años, pero 13 años después ve cómo la independencia que tanto ansía parece más una utopía que una realidad.
Su intención siempre ha sido poder ahorrar para comprarse un piso. «Busco algo que sea mío», cuenta la mujer. Pero lograr ese objetivo no es ningún camino de rosas. Como señala el estudio de Ayuda en Acción, la proporción de la juventud emancipada con vivienda en propiedad entre 2008 y 2020 se ha reducido a la mitad. Aquello que parecía normal hace tan sólo una décadas, como poder comprarse un piso, se ha convertido casi en una misión imposible.
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«Para poder comprar algo modesto, al que haya que tenerle que hacer una reforma, o que no exceda los 100.000 euros, necesito casi 40.000 para afrontar la entrada y los gastos. ¿Cómo ahorro 40.000 euros? Esa situación es en la que me encuentro ahora», lamenta Noelia.
Es soltera y todos los gastos de la vivienda así como costear la alimentación o la gasolina tendría que hacerlo ella sola. La mujer de 36 años ha llegado a la conclusión «de que la vida está hecha para dos. Si tuviera pareja, seguramente ya hubiéramos comprado una vivienda para nosotros». A pesar de que tiene una relación maravillosa con sus padres, anhela esa independencia que lleva tantos años esperando.
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