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BERNAT ORTOLÁ
EL VERGER.
Domingo, 15 de septiembre 2019, 00:40
«Es cierto que hay cosas que la memoria borra, pero sí te hace recordar detalles. En mi caso, aún oigo el ruido que hacían las cañas que arrastraba el río, era estremecedor». Este es el recuerdo que le viene a Paqui Ferrando, la nieta de la mujer que falleció en el Verger en riada del Girona en 2007, cada vez que un temporal azota a la Marina Alta.
Su abuela, Encarnación Sastre, vivía con su tía en una casa frente al río. Poco antes de que se desbordase, salió de casa para aparcar el coche en otra calle, fue en ese momento cuando la policía llamó a la vivienda para informar que había que desalojar, pero Encarnación «no oía bien y tampoco podía levantarse por si misma». A la vuelta de dejar el coche en un lugar seguro y cerca de su hogar, su hija pasó por delante de un grupo de personas, «pero nadie la vio, nadie la pudo avisar y se metió de nuevo en casa», recuerda Paqui.
A los pocos minutos llegó la primera tromba de agua que sorprendió a las dos mujeres. «Mi tía intentó subir a mi abuela por las escaleras al segundo piso, pero en ese momento entró la segunda tromba de agua, que la arrastró hacia una puerta, se cortó con un cristal las dos rodillas y ya no pudo rescatar a mi abuela».
Paqui asegura que, tras doce años del trágico suceso, en su familia nadie ha olvidado lo que vivieron aquel día, y ahora, cada vez que hay tormenta llegan la intranquilidad, «se crea una especie de estrés post traumático. Cuando empiezas a ver las alarmas, sobretodo cuando se declara alerta roja, te pasas todo el día pendiente de las noticias que salen sobre la comarca, miras a toda hora las redes sociales y no dejas de echar un vistazo al parte del tiempo y cómo está el cauce del río».
De hecho, el miércoles, Paqui y su hermana estuvieron «toda la mañana en contacto con mi madre porque mi tía sigue viviendo en la misma casa donde sucedió todo. A media mañana le pedimos que fuese a por mi tía, por seguridad y para no tener que estar pendientes a toda hora de la evolución del río».
A lo largo de la mañana de ayer, la calma reinó en El Verger. El Girona bajaba con normalidad, «nada que ver con aquel día», apuntó un vecino que descansaba sobre la barandilla del conocido como Pont Vell.
El hombre, de avanzada edad, recordó que pocos minutos antes del desborde del río estaba, junto a un amigo «casi, casi, en el mismo sitio que estoy ahora». Cuando notó que el caudal crecía «le dije que nos fuésemos corriendo y él me respondió que por mucho que corriese, el agua siempre lo haría más que yo».
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