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Ha pasado más de un mes desde que las inundaciones arrasaron diversos municipios de la provincia de Valencia. Tras unos primeros días donde los vecinos afectados se sintieron abandonados por las instituciones, tanto gobierno autonómico como Generalitat afirmaron que se trabajaría con todos los medios posibles y la recepción de las ayudas no se vería afectada por bloqueos burocráticos. El objetivo no era otro que las víctimas pudieran recibir cuanto antes el apoyo económico para empezar la reconstrucción de sus vidas. Sin embargo, 33 días después son muchos los vecinos que esperan el peritaje de su vehículo, la reparación del ascensor de su finca, o la llegada de las ayudas de las administraciones.
Son muchas las comunidades de vecinos que se quedaron sin ascensor porque la riada y todo aquello que arrastró afectó de manera directa a sus motores de funcionamiento. Esto ha provocado que sean muchos los afectados con movilidad reducida que ven dificultada sus posibilidades de salir de casa. Se trata de una situación complicada, porque mientras algunos vecinos comienzan a recibir las ayudas de Generalitat, y alguna que otra del Gobierno central, son otros tantos los que siguen sin ver ni un euro de las instituciones. El dinero llegará, pero hasta que no lo haga, algunas de las personas afectadas no pueden comenzar a recomponerse.
De la misma manera, son más de 128.000 los vehículos siniestrados hasta la fecha tras la catástrofe. Y todavía siguen sacando coches de los garajes. La multitud de vehículos afectados está dificultando, y mucho, las tareas de los peritos para abrir expedientes del Consorcio y que éste pueda abonar las cantidades económicas pertinentes a los afectados. Mientras tanto, a la espera siguen multitud de víctimas, en muchas ocasiones sin posibilidades económicas de sustituir su coche sin el apoyo que el Consorcio pueda dar tras emitir sus informes.
Tampoco todos los hogares han recibido todavía la compensación de las compañías aseguradoras. Pese a que en el tema de las viviendas se ha tratado de agilizar los peritajes a través del sistema de videollamadas, todavía son muchas las casas a las que todavía no se le ha puesto un valor a todo lo perdido. Con los negocios sucede de manera similar. Algunos han echado a rodar cuanto antes para tratar de minimizar las pérdidas. Otros sin embargo, han quedado siniestro total. En medio, miles de peticiones al Consorcio que se encuentran aún a la espera de una compensación económica.
LAS PROVINCIAS ha vuelto a la zona cero para hablar con todos aquellos que se encuentran en punto muerto, sin mucho margen de maniobra hasta que ese apoyo de las instituciones de materialice.
Ángel, vecino de Paiporta, vio como su casa acabó arrasada por el desbordamiento del barranco del Poyo. Tras más de tres semanas sin noticias de su peritaje, al fin una mujer contactó con ellos para cuantificar el volumen de sus pérdidas. «El peritaje, por supuesto, nos lo realizaron por vídeo. Están desbordados y no pueden ir de manera presencial a todas las casas. Cuando la trabajadora vio como lo teníamos todo con la llamada y las fotos se puso a llorar», afirma Ángel. Tras el análisis de la profesional, no han vuelto a saber nada más: «Todavía no sabemos cuánto nos podrá dar el consorcio ni tampoco cuándo recibiremos el dinero».
A este respecto, Ángel, su mujer y su hijo con síndrome de down han tratado de buscar soluciones tras retirar todo el lodo de su hogar. «Ha pasado un mes y todavía no hemos levantado cabeza, ninguna ayuda que hemos pedido se ha recibido todavía», comenta Ángel. El padre de familia asegura que acudieron a la Cruz Roja para explicar que mobiliario del hogar necesitaban sustituir. Según él, la organización realizó un listado con sus necesidades y afirmó que al día siguiente se lo llevarían a su casa. «Todavía estamos esperando, y han pasado semanas». Del mismo modo, Ángel afirma haber solicitado la ayuda directa de la Generalitat de 6.000 euros, pero tampoco ha llegado: «Hay vecinos viviendo en un segundo piso y sin graves daños que han recibido la ayuda y nosotros todavía no tenemos nada. La situación es desesperante».
El caso de Elena, por desgracia, no parece tener solución. Ella perdió la clínica veterinaria en la que trabaja. Cuando por fin pudo llegar al lugar se dio cuenta de que lo había perdido todo. «Contacté con mi seguro, pero el locl era alquilado. tras hablar entre las compañías de mis cosas y el espacio que tenía alquilado, me explicaron que mi póliza no tenía cobertura alguna ante este tipo de situaciones. No puedo reclamar nada, lo he perdido todo», explica Elena con una evidente mirada de resignación.
«Me toca empezar de cero, no me queda otra», asume Elena. La joven veterinaria debe ahora planear como volver a construir su negocio, sin ninguna ayuda por parte de su seguro, pero también sin noticias de las administraciones. «Estuve revisando las ayudas que se habían anunciado y si no lo he entendido mal tan sólo tengo acceso a la ayudas a empresas o autónomos. La tengo pedida, ¿tú tienes alguna noticia al respecto? Porque yo tampoco», asegura. Sin seguro y sin ayudas, si este lunes uno decidió pasear por Paiporta se podía encontrar a Elena lavando y adecentando perros de sus vecinos del municipio. De forma totalmente gratuita y honesta. abe que igual que ella, sus vecinos están sufriendo como ella: «Están viniendo muchos clientes de toda la vida. Sus perros también lo están pasando mal. Si tengo la posibilidad, voy a ayudarles en lo que pueda».
La riada no sólo afectó a viviendas en bajos y a negocios de toda la vida, sino también a numerosos edificios con multitud de hogares que se han quedado sin garaje, pero sobre todo, sin ascensor. Tras más de 30 días, son muchas las comunidades de vecinos que continúan a día de hoy teniendo que subir y bajar de sus casa por las escaleras, y son muchos los vecinos mayores o con discapacidades motoras que ven muy afectadas sus vidas ante esta situación actual. Es el caso de Raúl y Amaranda, dos hermanos cuyos padres viven en un cuarto piso. Su padre sufrió problemas de corazón semanas antes de la catástrofe. Su madre, padece escoliosis.
«Hasta ahora he estado yendo yo a por la comida y los medicamentos que necesitan, porque en el trabajo me permitieron no incorporarme. Este martes tengo que volver a mi puesto, ¿Quién les va a ayudar?», se pregunta Raúl, quien explica que su padre no puede bajar cuatro pisos. «Mi madre lo intentó una vez. Cuando por fin llegó a casa se quedó en la cama el resto del día. Es inviable que mis padres bajen cuatro pisos a pie». Mientras tanto, en su comunidad deben esperar al Consorcio de Compensación de Seguros para que perite los daños en el ascensor y pueda llegar un técnico para solucionar la incidencia. Los vecinos esperan mientras decenas de personas con movilidad reducida apenas pueden salir de casa por la avería en sus ascensores.
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Los cientos de miles de vehículos siniestrados a causa de la catástrofe son la gran causa de retraso en los peritajes de las compañías aseguradoras. Son muchos los vecinos afectados que continúan a la espera de que se les abra expediente para cobrar la compensación tras perder su vehículo particular. Es el caso de Mari Carmen, vecina de Picanya. «Mi coche apareció varias calles más allá de donde lo tenía aparcado. Al principio lo conseguí arrancar, pero a los días dejó de funcionar. Pedí una grúa para llevarlo a un taller pero me dijeron que imposible. Cuando me di por vencida, solicité la compensación del Consorcio. Todavía hoy estoy esperando que se me abra expediente», explica Mari Carmen.
La mujer explica que ella puede teletrabajar, por lo que no se ha visto gravemente afectada, pero su marido, fontanero en Catarroja, debe caminar desde Picanya hasta su puesto de trabajo. «Ahora mismo no sabemos cuánto dinero nos van a dar por la pérdida de los vehículos. Cada día nos llegan gastos nuevos de comunidad y demás afectaciones que debemos afrontar. No estamos en la situación de gastar en un coche nuevo hasta que no sepamos cuánto dinero nos dará el Consorcio de Compensación de Seguros», explica Mari Carmen, que añade, «no hay derecho que a estas alturas tengamos que seguir viviendo situaciones de este estilo. El otro día a una amiga acudió un perito para analizar su trastero y fui ara ver si podía explicarme algo de mi expediente, pero ellos no saben nada».
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