

Secciones
Servicios
Destacamos
A principios de octubre, María Luisa perdió un hijo. Un mes después, esta mujer, que no cobra ninguna pensión, ha tenido que ver cómo su vivienda quedaba arrasada, y mientras saca muebles inservibles de su casa, no puede evitar la angustia y las lágrimas al acordarse de cómo la corriente arrancó de cuajo la puerta de la vivienda y arrastró a otro de sus hijos, de visita en la casa materna para celebrar un cumpleaños, mientras ella, que no sabe nadar, salvaba la vida de milagro. «Subimos todos a la terraza y los niños gritaban y lloraban sin parar, pensábamos que no lo contábamos», recuerda su nuera. Ubicada entre un barranco y el muro elevado sobre el que discurre la autovía A-3, en una barriada humilde que se llama Venta del Aire, viven, además de María Luisa, una veintena de familias que lo acaban de perder todo. Que intentan sacar el fango y todos los muebles ya inservibles de sus casas mientras se quejan de que ahora y siempre han sido los grandes olvidados. Que no se acuerda nadie de ellos. Que llevan casi tres días sin luz y todavía nadie les ha preguntado si necesitan algo. «Vino la Policía Local a traer seis briks de leche», se queja una joven hasta arriba de barro.
Frente a la casa de María Luisa, Álvaro quiso nadar para rescatar a su perro, que se encontraba en el restaurante que regenta a la vuelta de su casa. Tuvo que refugiarse en la terraza de una vivienda cuando el agua ya estaba a punto de alcanzar el primer piso.
Y cada uno de los vecinos de este pequeño barrio, donde sus vistas son el muro de contención de la A-3, y ahora un contenedor atravesado bajo el puente del barranco como si fuera de juguete. Por el camino se ha llevado varios muros, parte de la calzada y muchos sueños, por ejemplo los que tenía Fabiola y su marido, bolivianos, que estaban al cargo de una empresa de reparto y han perdido los catorce vehículos con los que trabajaban. Les quedan los amigos de la comparsa boliviana de carnavales en el que se reúnen en Valencia. Una decena de amigos ha acudido en su ayuda, porque hasta allí nadie llega. Fabiola salía de la ducha cuando vio cómo se colaba agua por la puerta de la vivienda. «Fui a por unas toallas para ponerlas en las rendijas mientras mi marido estaba en la habitación con el pequeño, de año y medio». Ya no dio tiempo a nada más. El agua entró en tromba y pudieron refugiarse en una terraza posterior, y ni siquiera pudieron coger el móvil. Sólo lo puesto y los niños, para salvar la vida, mientras la fuerza del agua se llevaba una vivienda, varios muros y el asfalto, que ahora les ha dejado prácticamente aislados.
Ahora piden que alguien se acuerde de ellos, porque lo único que han podido hacer es ir dejando enmedio de la calle todos los trastos.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Los ríos Adaja y Cega, en nivel rojo a su paso por Valladolid
El Norte de Castilla
Santander, capital de tejedoras
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.