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Hilario Jiménez espera que vuelva la luz. LP
«Estoy operado del corazón. No me atrevo a subir al séptimo»

«Estoy operado del corazón. No me atrevo a subir al séptimo»

Hilario Jiménez espera en un bar que vuelva la luz para poder llegar a su vivienda

Juan Sanchis

Valencia

Martes, 29 de abril 2025, 01:06

Hilario Jiménez ejercita la paciencia con el apagón. Se ha sentado en un bar a esperar. «Hemos comido las dos últimas empanadillas que quedaban en el bar y a mí una vecina me ha bajado las pastillas desde mi casa porque las necesito», explica. Aún así se lo toma con calma y buen humor. «¿Qué remedio me queda? No me voy a poner a llorar a estas edades», afirma.

El suyo es un caso más de cómo ha afectado el apagón al ciudadano medio. Hilario vive en un séptimo de un edificio de la calle Torrent de Valencia. Ha salido de casa antes del apagón a dar un paseo y cuando ha vuelto ya no había luz y el ascensor no funcionaba. Se ha quedado en la calle sin capacidad de moverse. «No puedo subir a un séptimo piso sin ascensor. Estoy recién operado del corazón y necesito oxígeno porque no saturo bien. Si intento ir al séptimo me da algo», explica.

Junto a él está Inés que vive en el mismo edificio, pero en el segundo piso. Funciona con un andador por lo que tampoco puede subir a su casa por problemas de movilidad. También había salido a pasear.

Hilario se ha operado unas treinta veces de diversas dolencias a sus 68 años, la última ha sido hace un mes y fue de corazón. Pero todavía le esperan varias intervenciones más, «al menos una de la cadera para ponerme una prótesis, pero no me la pueden hacer hasta que no me solucionen los problemas de corazón», destaca. Además, tiene nueve hernias discales y ha sufrido dos arritmias. Todos los días tiene que tomar 23 pastillas diferentes.

En la misma situación se encuentran Tomás y Concha, vecinos del quinto piso. Tomás sufrió un ictus hace once años y tiene problemas de movilidad en todo el lado izquierdo del cuerpo. También se han quedado en la calle a la espera de que retorne la luz o lleguen los de Emergencias. Varios vecinos han intentado subirle por las escaleras pero no han podido por el peso. «Ha sido imposible», dice su mujer. «Yo aún puedo subir pero él no tiene capacidad», resalta.

x«Hemos llamado a Emergencias pero llevamos esperando casi dos horas a que lleguen. Nos han dicho que tengamos paciencia, pero no sé cuanto tiempo tendremos que esperar», señala Concha. «Al principio lo he intentado yo pero no me lo cogían o se entrecortaba. Más tarde ha probado mi hija y afortunadamente ha podido hablar. Pero aquí estamos esperando», resalta Concha.

Han comido dos croissant que Concha ha podido comprar porque no había otra cosa. Y con eso están esperando que regrese la luz.

La peluquera Alina le corta el pelo a Aloda. LP
Imagen principal - La peluquera Alina le corta el pelo a Aloda.

El Salón de Belleza Beautiful de la calle Fray Junípero Serra ha sufrido también las consecuencias del apagón. Se han quedado sin luz en plena jornada y no han tenido más remedio que sacar a la calle a las clientas para terminar el trabajo.

Alina, la peluquera, ha tenido que cortar el pelo en la calle a Aloda que cumple sus 25 años y se está preparando para salir con unos amigos. El corte de luz les ha cogido en plena faena y para terminarla han tenido que trasladar parte de la peluquería a la vía pública. Una silla y un pequeño utensilio para sostener los peines y las colonias han sido suficiente. Y allí, en un pequeño hueco entre dos coches aparcados, han sido suficientes para montar una delegación de la peluquería. Alina y Aloda, que no pierde de vista el pelo de Alina, se ríen de la situación. «Pero una cita es una cita. La tenía pedida y le ha tocado y eso es sagrado», afirma la peluquera, que es una ucraniana que vive en España desde hace unos cuatro años.

Antonio y su madre, Rosario, ya de edad avanzada y que se mueve en silla de ruedas, han salido a la calle a tomar el sol y a dar una vuelta. Ahora tienen dificultades para volver a su casa en la calle Archiduque Carlos, aunque ella puede caminar distancias cortas, no largas. «Por eso utilizamos la silla de ruedas. No se puede mover en las largas distancias», afirma Antonio. Llevan toda la vida en Valencia, una ciudad de la que se han enamorado.

Otro de los problemas que se ha presentado a los ciudadanos es que no podían entrar en los garajes. El mando a distancia no funcionaba y las puertas no se abrían. Es lo que le ha pasado a Francisco cuando ha intentado entrar en su parking subterráneo en la calle Fray Junípero Serra. «No puedo entrar. Voy a aparcar en la calle», señala después de haber intentado entrar por una puerta peatonal. «Pero la llave no funciona y no he podido acceder. Dentro hay un interruptor que abre la puerta, pero nada tendrá que dejar el coche fuera», resalta y se marcha a buscar un buen lugar de aparcamiento.

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