La joven Takwa Rejeb podrá asistir a clase con su pañuelo musulmán. Una polémica recurrente sobre asuntos complejos en los que se mezclan temas identitarios, religiosos, de convivencia e, incluso, de autonomía de los centros. Vaya por delante que no hay solución única y por eso Europa, la gran Europa, lleva décadas enfrentándose a la integración escolar sin encontrar un modelo único. Sirva de aviso, pues tanto el modelo multicultural británico como el laico francés muestran las carencias y límites de la escuela como para que le echemos a sus espaldas todas las responsabilidades sociales.
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La joven, ha decidido la Conselleria, no tendrá que quitarse su pañuelo para ir al instituto. Y me parece la decisión más acertada, aunque en otros casos, en otros lugares, han prevalecido las normas de régimen interno del centro. No, en absoluto creo que la opinión de la dirección se debiera a algún tipo de islamofobia, como se ha llegado a apuntar, sino a una concreción educativa de lo que se defiende como escuela laica, en la línea del modelo francés.
Por contra, las creencias forman parte también de esas señas identitarias de los individuos que merecen especial protección y es ahí desde donde se justifica que la joven -por cierto, mayor de edad e identificable con el hijab- tenga el derecho para asistir a clase con el pañuelo.
Porque el hijab forma parte de su identidad religiosa, se defendía la joven; para fomentar la 'diversidad cultural', justifica la Administración educativa. Frases que, aunque parezcan similares y defiendan el mismo resultado, comprenden diferencias esenciales. Como ven, pese a permitirlo, la Conselleria reduce lo religioso a una cuestión cultural y argumenta su decisión en la prevalencia de preservar el derecho a la Educación de la joven.
Claro que eliminar la cuestión religiosa de la ecuación le hace cambiar el sentido a estas polémicas. Las faldas para chicas y los pantalones para los chicos en los uniformes escolares, si hablamos del vestir, es también una mera cuestión cultural. O las gorras que este tipo de reglamentos de los centros prohíben en clase, también llegan a serlo como identificativos de bandas o grupos juveniles. Estamos hablando de otra cosa.
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Hablamos de que las personas no sólo tienen creencias, sino también derecho a tenerlas; y no sólo como un asunto privado, sino también a expresarlas. Piensen que allá donde no se respetan -y cuántos cristianos lo sufren en países musulmanes- las primeras prohibiciones vienen en la esfera pública y en los derechos ciudadanos. Como a las mujeres en tantos países o la condena a la invisibilidad que crece en Rusia sobre los homosexuales.
Matizo que no se puede equiparar lo anterior a la realidad valenciana. Ni mucho menos, pues la negativa del centro ni por espíritu ni por obra buscan la lesión de derechos humanos como en los ejemplos citados. Sólo plantean la dificultad que encontramos para encajar estos retos sociales.
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Para ello, la escuela es la gran herramienta que tiene la sociedad para promover la convivencia y por ello opino que lejos de apartar lo religioso de las aulas, esos nuevos retos se afrontarán mejor si conocemos más al otro. La escuela pues, como gran asamblea de la diversidad social que es, también debe integrar lo religioso como integra cada vez más otras señas identitarias. El hijab tapará la cabeza de esta joven, pero abrirá los ojos de sus compañeros a otras realidades cercanas.
Para conocernos tenemos que hablarnos y la escolarización es una oportunidad única para que los niños conozcan a los otros, pues la escuela tiende a ser más diversa que las relaciones adultas. Una escuela no sólo intercultural, sino también interreligiosa. En este sentido, la escuela laica, que expulsa lo religioso, nos hace más desconocidos y, sin diálogo entre los diferentes, el discurso se radicaliza. A veces son estas polémicas del pañuelo musulmán y otras objeciones absurdas como las fiestas del solsticio de invierno para descontextualizar las vacaciones de Navidad. Quince días sin cole y a algunos niños no les explican por qué.
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Supongo que esta tarea también será asumida por la nueva figura de coordinador de igualdad y convivencia. Por de pronto, ha servido de poco en el instituto, pues la decisión la ha tomado la propia Conselleria. Y es que los responsables políticos creen en la autonomía de los centros. hasta que éstos les llevan la contraria.
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