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Montón tiene la lupa de Rafa Blasco

Recriada en la escuela de la política madrileña, pelea como una fiera, con un cuchillo entre los dientes

LAS PROVINCIAS

Martes, 7 de febrero 2017, 08:44

Publicado en la edición impresa del domingo 5 de febrero de 2017.

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Todo el mundo lo sabía, parece. Unas escaleras en uno de los principales edificios de la Generalitat conducen a una especie de planta superior abuhardillada. «Nada más incorporarme pregunté qué había allí, y me dijeron que allí arriba trabajaba la gente de Blasco». Un mensaje hermético, como la tarea de ese equipo misterioso dedicado a leer con lupa recortes de prensa, expedientes, legajos, notas registrales y mensajes pseudoconfidenciales relativos a cualquier dirigente socialista. Aquello luego se clasificaba, reconstruía y armaba. Y de ahí surgían los dossiers, los informes, los supuestos casos de periodismo de investigación o el arsenal para los juzgados. Todo el mundo allí dentro sabía la misión de Rafa Blasco, tras ser reclutado por el PP de Eduardo Zaplana: preparar munición de combate para la lucha política. Primer parecido insospechado; Carmen Montón ha heredado la lupa de su predecesor. No sé si muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Blasco había de recordar aquellas tardes remotas del Macondo zaplanista. En esta sección quedó escrito que el eterno conseller (acosado por los tribunales y contra las cuerdas en Les Corts), era como un viejo vaquero sitiado que había disparado su última bala. «Es cierto -contestó- pero tú sabes que los viejos vaqueros aun sin balas podemos llevar un cuchillo entre los dientes». Morir matando. Segundo parecido razonable con Carmen Montón.

De modo que la titular de Sanidad ha debido encontrarse los enseres de Rafa Blasco, una lupa y un cuchillo. Hace tres meses finiquitamos aquí mismo su carrera. La calificamos como zombi política a raíz de su apartamiento definitivo de Ximo Puig («esta está muerta») a cuenta de la defenestración de Pedro Sánchez, otro zombi. Lo que ocurre es que la televisión ha puesto de moda las series sobre la resurrección y el triunfo de los zombis. Y nos llevamos a engaño. Puig mantiene su determinación de prescindir de ella, cuando toque. Oltra le respaldará y cabe esperar que por su parte deje caer la ficha del conseller Climent para sustituirlo quizás por Enric Nomdedéu, que para algo lo metieron en la conselleria como caballo de troya. «Puig se va a cargar a Carmen Montón, no la puede ni ver, pero va a esperar a que pasen los congresos; antes no lo hará». La consellera debe suponerlo y quizás confíe en que no le salgan bien los congresos al molt honorable; ni el del PSOE ni el del PSPV. Puig no se puede permitir más divisones, acaba de taparle la boca a Romeu con un sueldo público y con Ábalos ya tiene bastante enredo, lo de Montón bien puede aguardar. Hay preocupación incluso entre los suyos, pese a ocupar la presidencia de la Generalitat. «El congreso lo tiene muy complicado porque las bases están divididas por la salida de Pedro y muchos tampoco entienden la alianza con Susana Díaz; se lo va a tener que ganar».

Montón, recriada en la escuela de la política madrileña, pelea como una fiera, con un cuchillo entre los dientes, aunque oculte el metal tras su gesto plácido, su voz medida, su sonrisa tranquila, a media asta. Más de un tipo bragado en los cenáculos valencianos se ha sorprendido, hundiéndose bajo la silla, con la reacción firme de la consellera a ciertas impertinencias sexistas. La tenían por una modosita y se toparon con su bravura. La consellera sabe que su continuidad depende de A) que Sánchez pueda volver, B) que Puig continúe, pero con idéntica debilidad, o C) de fortalecerse ella misma con algún éxito político indiscutible, de convertirse en irreemplazable. Y en eso está, tirando de lupa y cuchillo, mirando papeles comprometedores y acosando a sus adversarios, que no son los compañeros de partido, no, sino la llamada colaboración público-privada sanitaria. Ahí está su plan, más oportunista que ideológico. Conseguir la reversión de los centros concertados al sistema público después de demostrar la perversión y corrupción intrínseca del modelo Alzira. Socialismo pata negra, sanchismo peleón y aplausos de la militancia. Esa es la vía elegida para encontrar un lugar propio bajo el sol del tripartito.

La conselleria resulta un archivo inmenso, un tesoro de papeles, una factoría de dossiers; unos llegan guisados y servidos a la prensa, otros se convierten en anónimos y después caminan hacia el juzgado. Los propietarios de Eresa, del Ivo o Ribera Salud ya son mayorcitos y tienen suficientes recursos para defenderse solos; de ellos depende, al menos una parte no pequeña de lo que se está publicando bordea la manipulación. Si la Sindicatura de Comptes informa un día de que el hospital concertado de Manises gasta un 20% menos y tiene menos listas de espera, inmediatamente se prepara un informe improvisado sobre los sobrecostes en las urgencias de otro centro, haciendo pasar las conocidas discrepancias en las liquidaciones por pufos malolientes. Si se sorprende a un alto cargo socialista prometiendo colocar «amigos y conocidos», enseguida salta otro documento que sirve para tapar el escándalo precedente. Si un juzgado pregunta sobre algo inocuo, a falta de pruebas se le remiten ¡recortes de prensa! de otros asuntos por si pudiera ser de interés para el magistrado. Atacar y confundir, esa es la estrategia; pura escuela madrileña, poco que ver con el estilo asilvestrado e inocentón de un Giuseppe Grezzi. Cabe resaltar, por cierto, que nada menos que el director de gestión sanitaria, lejos de ser un médico como toda la vida, ahora es un periodista, leonés y con miles de horas de experiencia en bucear entre papeles por la capital de España, pero huérfano del conocimiento mínimo para el cometido de su puesto: gestionar la demanda asistencial o la coordinación administrativa.

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Tenemos absolutamente centrada a la consellera en su pugna con la sanidad concertada mientras se desentiende del sistema público, como si éste funcionara a la perfección o careciera de ineficiencias. Ahí las cosas van como siempre, ni a mejor ni a peor; igual que con Rosado o con Cervera. En esto Montón parece del PP, continuismo total. Las listas de espera aumentan, se gastan cientos de millones por encima de lo presupuestado, la contratación a dedo es generalizada tanto en el nivel político como el profesional (ignorando las bolsas de trabajo), los proveedores cobran tarde y mal y las urgencias se colapsan ante cualquier imprevisto. Nada de esto quita el sueño a la titular de Sanidad. Tampoco se le ha ocurrido pedir auditorías para los hospitales de gestión pública, dando por hecho que allí no se malgastan los recursos. Una decisión incongruente. Si se despilfarra o malversa dinero en los centros concertados lo pagamos los contribuyentes, si ocurre en los centros públicos también lo sufragamos los contribuyentes. Consellera, ya que le preocupa tanto el mal uso de nuestros impuestos, mire pues detrás de todas las puertas, levante todas las alfombras. Ánimo.

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