
Santiago, ojo
El arquitecto se juega su prestigio en Londres, pero también lo hace Valencia por estar unida su imagen al de Benimàmet
Paco Moreno
Lunes, 6 de febrero 2017, 11:28
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Paco Moreno
Lunes, 6 de febrero 2017, 11:28
Si tuviera la oportunidad de hablar con Santiago Calatrava, primero le daría la enhorabuena porque el proyecto es colosal y tapa muchas bocas críticas, algunas aldeanas y basadas en estereotipos. También le obligaría a memorizar una cifra: 1.166 millones de euros. Ni uno más es el presupuesto que tiene para transformar un buen trozo de Londres. Y por último le recordaría que se juega no sólo su prestigio en lo que será seguramente la última mano que tiene después de 35 años construyendo puentes, rascacielos y demás estructuras. Se juega el de Valencia porque la ciudad está íntimamente asociada a su nombre.
Esto es más importante para mí y para muchos, que por otra parte le deseamos lo mejor en la nueva aventura al genial arquitecto de Benimàmet. Genio a la fuerza ha de ser porque de otra manera no entiendo que remonte a lo más alto después de palos recibidos en países variados. El puente sobre el Támesis, la plaza cubierta y las cuatro torres tienen buena pinta.
Y le deseo lo mejor pese a que no opiné lo mismo el primer día que crucé el jardín del Turia en bicicleta por el puente de l'Assut de l'Or. Esa cuesta tiene delito, oiga, y más con el semáforo en la cumbre, colocado después de varios accidentes mortales.
Pero pelillos a la mar. El arquitecto entrará en su particular redención casi al mismo tiempo que se cierre el acuerdo para que el Ágora acoja el CaixaForum, donde por cierto se desconoce el canon que pagará la fundación para hacerse con el maltratado edificio, que cuando no se le cae la cerámica se le rompe algún cristal. Creo que estaríamos casi todos de acuerdo en que la sonrisa del presidente Puig ya no estaría tan justificada si resulta que el canon es de un euro, como sucedió en su momento con algún banco y prácticamente los mismos actores.
El otro día pasé por el camino de las Moreras cuando iba al barrio del mismo nombre, fallido de momento por la falta de promociones inmobiliarias. Y miré en la curva del paso elevado sobre el tren para comprobar si había alguna chabola en el solar que debía albergar las torres más altas de España o Europa, que ya no recuerdo.
No encontré a nadie a diferencia de otras ocasiones, aunque me llamó la atención la selva de cañaverales, montones de tierra y algo de escombros, una imagen completada con las alas del Ágora apiladas y los restos de obra de la línea T2 del metro, que es noticia cada vez que alguien decide entrar de excursión en el túnel o mete la pierna por alguno de los huecos que dejan las trapas robadas en el puente hacia Nazaret. Demasiados temas de la fallida Valencia en un puñado de terreno, demasiados sueños rotos que diría el cursi.
Por eso ahora no puede fallar Calatrava. Nada de resbalones en el puente del Támesis, ni sobrecostes millonarios, ni problemas estructurales con alas que después no se mueven. La Ciudad de las Ciencias puso en el mapa a Valencia, aunque en ocasiones también para lo negativo por los problemas de sus edificios. Para qué negarlo.
En el Ayuntamiento se quedan con los Docks sin poder colocarlos al CaixaForum, aunque tanto el alcalde Joan Ribó como el director general del Consorcio Valencia 2007, Vicent Llorens, han conseguido de sobra su objetivo, o sea, el compromiso de Presidencia de la Generalitat de que cuando llegue el momento ayudará.
El edificio portuario tiene unas posibilidades enormes como bien saben los inversores que lo querían para un hotel de lujo y un casino. Ribó quiere que sea para un gran equipamiento cultural que complete la oferta de restaurantes y sedes de emprendedores en la Marina de Valencia. Una ambición legítima pero que si depende sólo del capital público puede complicarse mucho. La colaboración con entidades privadas se tiene en consideración, aunque de momento el Consistorio no se ha hecho todavía con el inmueble, donde cada día se llevan restos de la antigua discoteca.
A veinte días de la Crida seguimos por cierto sin noticias del Gobierno y sus representantes en el Consejo Valencia 2007. No es de recibo tal demora, con concursos pendientes de salir a licitación y decisiones importantes. Las obras realizadas en el tinglado 2 apenas sirven para evitar que aumente la ruina de la nave, pero lo más sangrante es que se desconoce qué pasará con los nuevos amarres y el varadero industrial. Urge.
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