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Sablazo a lo Urdangarin en el PSPV

Sablazo a lo Urdangarin en el PSPV

Con todo lo conocido, queda claro que esto era una operación del PSPV para salvar al soldado Orengo de la intemperie laboral

Julián Quirós

Martes, 7 de marzo 2017, 09:27

Al dirigente socialista José Manuel Orengo no le pasa nada más que no sabe hacer otra cosa que política, y sólo sabe ganarse el sustento con el coser y cantar de la política. O sea, le pasa lo que a tantos otros de su generación. No ha conocido otra forma de llevar el pan a casa. Primero como concejal, luego alcalde, después diputado provincial, mandamás en la Diputación, etc. Toda una vida detrás de esa rueda hasta que un buen día se encontró todavía mocito (50 años) y, como cantaba el majareta de Manuel Torre, pendiente del aire. Vamos, con una mano atrás y otra delante. Orengo será «un-buen-tipo-con-mala-suerte», como sostienen algunos compañeros de partido, otros colegas en cambio guardan un juicio más ecuánime. Igual da, no se trata de eso, de si es una buena persona que ayuda a cruzar ancianitas por la calle, porque no es razón suficiente para que los demás le sigamos pagando la nómina. Él pensará que otros llevan tanto tiempo como él y ahí siguen; y es cierto. Pero otros no se han metido en charcos, o han jugado mejor sus cartas o no han sido previamente investigados por la justicia a cuenta de su mandato en Gandia, o por pastelear con el PP empleos remunerados para individuos que ni siquiera acudían al lugar de trabajo, o por aparecer su nombre en la trama de Alfonso Rus, o por ser tan torpe o cenizo que hasta el presidente socialista de la Diputación, Jorge Rodríguez, se lo quitó de encima pese a contar con el mismísimo Ximo Puig como padrino. Se vio en la calle. Pero no se dio por vencido. Y como sólo sabe hacer política, se inventó una fundación (agárrense: Cical, ahora hablaremos de ella) para que los ayuntamientos, las diputaciones y la Generalitat le siguieran pagando un sueldo a cuenta de todos nosotros. Total, no se iba a enterar nadie (hasta que se enteró este periódico).

Orengo no es yerno de rey, como Iñaki Urdangarin, pero sí es un hijo descarriado del PSPV, y más en concreto primo de sangre del actual número dos del partido, Alfred Boix, incluso se le puede considerar una especie de pariente político del jefe, de Puig. No es yerno de rey, pero para lo que nos toca viste todas las trazas de lo que en las sombras más turbias de la historia política española se conoce como un cuñao. Esto, y el verse desasistido, le dio pie a intentar un sablazo de altos vuelos al estilo Urdangarin. Y aquí es donde el cuñao se inventa una fundación privada, a lo Urdangarin, que, eso sí, va a ser íntegramente financiada por fondos públicos, y por la puerta de atrás, sin hacer ruido. ¿Cuál es el propósito de la fundación? Insisto, agárrense: «contribuir... dar soporte... a iniciativas... asistir... a los órganos superiores de la administración local... en la toma de decisiones... de su ámbito competencial... en todos los aspectos...» O sea, LA NADA. Un tocomocho tan grosero que ni siquiera serviría como argumento de una película de Toni Leblanc. Un atraco. Un chiringuito de los de toda la vida, oiga, que Orengo se asignó por su cuenta y riesgo o en concierto con sus padrinos, con un presupuesto de 1,4 millones de euros, de los que 400.000 euros deberían salir de las arcas de esta Generalitat incapaz de llegar a fin de mes porque Madrid nos roba. Esta semana el senador de Compromís Carles Mulet ha preguntado al Gobierno de Rajoy por «los protocolos ante la posible invasión zombi» y está claro que esta es una inquietud que puede desarrollar en toda su profundidad el chiringuito de José Manuel Orengo, proporcionándonos una respuesta tan cristalina como los objetivos de sus estatutos. Orengo, si quiere, puede demostrar que los zombis existen porque él ha sido el mecenas de no pocos de ellos, según investiga en estos momentos la Fiscalía Anticorrupción.

Desatado el escándalo, el presidente del Consell sabe que esta fundación no contribuye a liquidar esa «hipoteca reputacional de la Comunitat» por la que tan preocupado está. Cuando Puig y Oltra -tanto monta- piden por ahí que «hay que recuperar el dinero de los valencianos», más de uno pensará si es para traspasarlo de las cuentas de la fundación de Urdangarin a las de la fundación de Orengo, tan calcadita. Cuando se sigue hostigando a los altos cargos absueltos del caso Nóos a los que se les reclama tres millones de euros pese a su inocencia judicial, cabe preguntarse si procede la reciente comparación de Oltra entre los «horrrrrores» de antaño y los «errores» de hogaño. Lo de ahora, según Oltra, sólo son errores, mientras que lo de antes era directamente horroroso. Años lleva el tripartito denostando las triquiñuelas de Urdangarin para encontrarse con la paradoja de que uno de los suyos ha copiado la fórmula para sablear a las instituciones. Por no ponermos en la piel del conseller de Hacienda, Vicent Soler, y la cara colorada que se le habrá puesto al leer los papeles; tantas peleas con el ministro Montoro, tanto FLA, tanto reclamar más financiación, más inversiones, más corredor, más justicia fiscal, para que ahora alguno de fuera le afee a la ligera el destino al que iría el dinero que nos corresponde.

Como en el chiste, la Generalitat, pillada in fraganti, ha reaccionado como cuando uno/a es cogido en pecado con otro/a: «cariño, esto no es lo que parece». Según la aclaración «textual» que el Consell quería que se publicara como su versión: «el papel de la Generalitat en la Fundación Cical es honorífico, y desde luego no se ha hecho ninguna aportación económica ni tiene por qué hacerse necesariamente». O sea, no es lo que parece, según asegura. Pero las evidencias (la cama deshecha, los nervios, el pelo alborotado, las contradicciones, el otro/a cubierto apenas con unos calcetines dentro del armario...) desmontan la supuesta inocencia: (1) Orengo visitó numerosas instituciones como enviado de la Generalitat, (2) Orengo es persona de confianza total de Ximo Puig, (3) un subsecretario de Presidencia era el número dos de la fundación, (4) Puig es el presidente de Cical, (5) Protocolo de la Generalitat convocó en nombre de Puig a los patronos para hacer la presentación oficial, (6) en el orden día constaba expresamente la aprobación del dichoso presupuesto. Y luego está (7) la foto oficial, ay, en la que se procuró cortar a medida para que no saliera retratado el director del proyecto, o sea, José Manuel Orengo mejor que permaneciera en la zona de penumbra, dentro del armario.

Queda claro con todo lo conocido que esto era una operación del PSPV para salvar al soldado Orengo de la intemperie laboral, una colocación descarada y económicamente descomunal. Si Ximo Puig conocía el asunto al detalle o sólo a grandes rasgos está por saberse, en todo caso es lo mismo que se le achacó en otro tiempo a Camps o Fabra cuando los escándalos se salían de madre. Para la izquierda, eran responsables políticos de modo absoluto, sin matizaciones. Ahora no puede ser distinto. Puig podrá disculparse, reconocer el error/horror, pero no conseguirá convencer a nadie de que aquí no ha pasado nada y «esto, señores, no es lo que parece».

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