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El selectivo humor de la izquierda española

Pareciera que sólo le hacen reír los asesinatos políticos cuando los muertos no son de su bando

CARLOS FLORES JUBERÍAS

Miércoles, 5 de abril 2017, 00:10

Llevan razón los de Podemos cuando -echándole un capote a su nueva musa, la twittera Cassandra Vera- argumentan que los chistes sobre Carrero Blanco llevan haciéndose toda la vida. En efecto así es: los chistes sobre el magnicidio que acabó con la vida del almirante empezaron a circular por las barras de los bares y las cenas familiares -las redes sociales por excelencia allá por 1973- antes incluso de que se hubiera cubierto el socavón que ETA dejó en la calle Claudio Coello.

Solo que la cuestión no es cuánto tiempo llevan contándose este tipo de chistes, sino por qué a estas alturas deberíamos seguir riéndole la broma a quienes lo siguen haciendo.

Tal vez a Podemos y sus twitteros de plantilla les parezca que la muerte violenta de un Presidente del Gobierno tiene su gracia. Pero si así fuera, en lugar de haberse afanado por recuperar esos viejos chistes que todos habíamos oído ya mil veces, tal vez deberían haberse afanado por inventarse otros nuevos para que todos nos pudiésemos carcajear -pongamos por caso- a cuenta del fusilamiento de Lluis Companys en el 40, del suicidio de Salvador Allende en el 73, o del asesinato de Olof Palme en el 86. Personalmente no se me ocurre una sola manera de sacarle punta a ninguno de estos tres luctuosos acontecimientos, ni soy capaz de recordar un solo chiste -de hecho, ni siquiera una pequeña broma- respecto de ninguno de ellos. Pero tal vez eso sea porque mis amigos no son tan graciosos como los suyos,

O tal vez a Podemos y a su comando de twitteros les parezca que en una sociedad democrática la libertad de expresión no debería hallarse limitada ni por el respeto debido a los muertos -y no digamos ya a las instituciones que representaron- ni por la sensibilidad de los vivos. Solo que si así fuera, en lugar de haber focalizado su interés en recuperar los chistes sobre Carrero Blanco, quizás deberían haberse empeñado también en la muy inaplazable tarea de recuperar todos aquellos chistes de mariquitas y de gangosos que en los setenta y los ochenta hacían furor en los espectáculos de variedades y los shows televisivos, y que hemos dejado de contar por la sencilla razón de que no es divertido burlarse del débil, del marginado o del muerto, y porque hacerlo nos descalifica como personas, como políticos y como comunicadores.

O -¿quien sabe?- tal vez a Podemos y sus twitteros de guardia les parezca que el derecho al honor solo es privativo de unos pocos, y que el respeto que merecen las víctimas del terrorismo está en función de quien fuera la víctima y cual su ideología. Solo que la mera idea de que a la izquierda española solo le hagan reír los asesinatos políticos cuando los muertos no son de su bando me produce un cierto escalofrío. Y aun más si semejante acto de cinismo y de inhumanidad se hace pasar por una defensa cerrada de la libertad de expresión.

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