Oé, oé, Ribó se lo va a creer

Difícil será que no se suba al sillín de la bici a modo de podium. Esa tentación tan española (con perdón) del envalentonamiento bravío

Julián Quirós

Martes, 16 de mayo 2017, 07:39

Publicado en la edición impresa del 14 de mayo de 2017.

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La izquierda municipal, habitualmente reactiva a las informaciones de LAS PROVINCIAS, no encontrará hoy motivos para el desagrado. Una amplia encuesta de Sigma Dos encargada por el periódico revela la solidez del tripartito gobernante en el ecuador de la legislatura. No sólo evita el desgaste, sino que incluso refuerza sus apoyos, pese a las no pocas polémicas que vienen acompañando a Ribó y cía desde los inicios de su mandato; gestos ideológicos, banderas van y vienen, crucifijos arriba y abajo, fallas y tráfico de quita y pon. Nos adentramos en los misterios de la demoscopia. La semana pasada revelábamos en el sondeo autonómico la fuerte caída de Compromís, sobre todo en la provincia de Valencia (-6,5%), y ahora comprobamos que en la principal plaza de Valencia, la propia capital, Compromís, lejos de bajar, sube 1,5 puntos. Quien sea capaz de atar esas moscas por el rabo que coja la aguja de enhebrar. Aquí, y tras consultar a los expertos de la cosa, no nos atrevemos más que a hilar con una escueta explicación: el famoso efecto alcalde. O sea, el plus de votos que se llevan siempre los alcaldes de gobiernos de coalición cuando cuentan con viento a favor, lo mismo que podría estar sucediéndole a Ximo Puig en la Generalitat, para perjuicio de Mónica Oltra. La prima del liderazgo o de ocupar el sillón, para entendernos. Nos encontramos pues con un Ribó ganador, después de llegar a la alcaldía de chiripa en 2015 (apoyado por otros dos partidos), lo que convierte a Ribó en un ganador doble, porque gana con sorpresa. Dicho de otra manera, las políticas del alcalde compromisero crispan mucho, pero probablemente a los mismos que no le apoyaron hace dos años. Crispan mucho en intensidad, pero siempre a los mismos, votantes de PP y sobre todo de Ciudadanos, mientras que una mayoría de vecinos no siente tal crispación todavía, según el trabajo de Sigma Dos. La primera consecuencia práctica de todo esto es que los referentes empresariales y profesionales se van a cuadrar en fila delante del despacho del alcalde. Al tiempo. La alcaldía de Ribó podía ser considerada hasta ahora fruto de un accidente, pero si la encuesta ha acertado señala una rotunda realidad y raro será que la clase dirigente local, como otras veces, no reaccione en consecuencia.

El detalle señala dos tendencias con claridad. El PP se recupera porque recupera apoyos que antes se llevó Ciudadanos y Ribó pierde votos por el centro a favor del PSPV y lo compensa por su izquierda desangrando la cesta de València en Comù. Ribó, viejo zorro de la política, le ha dado a Jordi Peris el abrazo del oso, se ha comido las reservas de la franquicia podemita, suficiente energía como para ignorar las bolsas de votantes inquietos que se corren hacia el centro. Haciendo una primera parada en el PSPV. De la habilidad de Sandra Gómez dependerá que ese refuerzo sobrevenido se asiente definitivamente en el partido socialista o siga su recorrido hacia la otra orilla. En todo caso, un indicio más o menos difuminado de que incluso el electorado de izquierda demanda más templanza. Parece evidente que el primer edil no coincidirá con este análisis. Difícil será que no se suba al sillín de la bici a modo de podium. Esa tentación tan española (con perdón) del empecinado, del envalentonamiento bravío. Y esa sería la gran oportunidad de Sandra Gómez, si ningún espontáneo le chafa sus aspiraciones en las primarias locales. Todo dependerá de cómo resuelva Pedro Sánchez su desafío; si le sale bien, detrás vendrán otros imitadores. Pero es una oportunidad de oro para Gómez. Si bien sólo la suma de PP y Ciudadanos haría posible una alternativa al tripartito, la portavoz socialista cuenta con papeletas suficientes para convertirse en una alternativa a Joan Ribó dentro del tripartito. La señal a la moderación está ahí. Si Gómez y los suyos frenan los impulsos nacionalistas y populistas de Compromís, pueden consolidar su crecimiento. Si sólo sirven de claque, como en el fallido intento sobre el aparcamiento nocturno en el carril bus, jamás recuperarán la primacía dentro de la izquierda.

La evolución de Ciudadanos es una pena que más allá de la aletoriedad sólo se explica por la naturaleza descarnada de la vida política. El partido de Rivera se sostiene más o menos en Les Corts gracias al tirón del líder, pese a haber llevado una dirección absolutamente desnortada con Carolina Punset y Alexis Marí, y sin embargo sufre bajas considerables en la capital donde Fernando Giner ha mantenido una clara línea de oposición con la izquierda gobernante. Y no será porque el electorado de Ciudadanos pida colaboración con el poder. Los votantes de Ciudadanos son en genérico mucho más críticos con Ribó y su gestión que los propios votantes del Partido Popular. Lo que parece dar a entender que una parte de los partidarios de Rivera en la ciudad, sintiéndose agraviados con las políticas tripartitas, han preferido volver sus ojos al PP, su partido de siempre, la derecha de toda la vida, como recurso al mal menor o concediéndole más confianza para combatir los extremos del otro lado.

La clave está en que Ciudadanos y PP parecen compartir una gran bolsa electoral, se disputan exactamente los mismos votos; lo que uno primero quita al otro, luego lo pierde en un trasvase mimético entre dos cauces que pugnan por el mismo caudal, sin conexiones con otras aguas. Lo que uno crece el otro lo pierde y viceversa. Lo que quiere decir que no existe incremento conjunto, no se suma, sólo se mueve lo que ya se tiene dentro de unos dominios cercados. Mientras no se rompa esta dinámica no podrá darse alternativa a la izquierda. Ciudadanos tiene que crecer por el centro y por las nuevas generaciones y el PP precisa recuperar el voto exiliado en el aparcamiento de la abstención. O no se cambiará el ciclo político.

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El Partido Popular sube tanto después de tanta adversidad que difícil será que no se eche a la calle con ganas de autojalearse. La típica satisfacción del tuerto. Es verdad que un mejora tan considerable después de carecer de grupo municipal, defenestrado por una imputación general debido al caso del pitufeo, es para sacar algo de pecho. El desquite frente a los desaires insultantes de los Grezzi y demás, pero harán mal Alfonso Novo o Eusebio Monzó con cantar el ridículo triunfo de un estado de impotencia. Están lejísimos de recuperar las posiciones perdidas en 2015. En realidad, esta bocanada de oxígeno debería servirles como impulso para tomar las decisiones urgentes a las que están obligados. Los concejales afectados por el caso Taula, justa o injustamente, deberían ya dar un paso atrás, aprovechar esta pequeña satisfacción demoscópica para renunciar al escaño y al sueldo público, irse a su casa y a sus trabajos en la empresa privada, quitar el tapón que bloquea el grupo municipal. Si más adelante se resuelve su situación judicial a satisfacción, habrá ocasión de resarcirles adecuadamente. Pero antes tienen que someterse al sacrificio. La política ni es para toda la vida ni es un derecho adquirido como una oposición de funcionario. Alfonso Novo debería prestar un servicio a su partido, un partido que tanto le ha dado durante tantos años. Debería retirarse ahora, ya. Y detrás de él los demás. Ese podría ser el primer paso para elegir un nuevo líder, un nuevo cartel en la ciudad de Valencia. Un nuevo comienzo.

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