Ya sabemos que ésa es la cifra de valencianos que han rechazado inocularse la vacuna contra el coronavirus, lo que supone el 1% frente al total de los que por ahora se han vacunado. El porcentaje puede parecer mínimo e incluso asumible, dentro de las ... previsiones de personas que se sabe que, por la razón que sea, nunca tomarán parte de un proyecto, pero ¿no es demasiado elevada la cifra de gente que rechaza la vacuna?
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Esos 39.000 valencianos que hasta el día de hoy se han negado a recibirla, coinciden con el número de razones por las que se podría discutir el asunto de por qué no se vacunan. Como decía el anuncio, «está comprobado» y todos tenemos casos de conocidos que la han rechazado o que la van a rechazar porque aún no les ha llegado el turno, siendo sus argumentos tan respetables como discutibles. Me han intentado justificar su rechazo porque dicen que es una vacuna experimental, porque no se saben los efectos secundarios, porque les quieren meter un chip o porque directamente a ellos no les hace falta.
Por salud mental propia, tomé la decisión de no discutir jamás con alguien que no quisiera vacunarse y mucho menos de intentar convencerle para hacerlo. Suelen ser personas bastante convencidas y vehementes con la decisión de no sumarse a la lucha para erradicar esta pandemia que nos ha cambiado la vida; allá ellas. Ahora bien, tanto están en su derecho de decidir a no vacunarse como yo de manifestarme en esta columna con lo que piense. Si tuviera que resumir mi opinión al respecto, sin anestesia, en dos palabras serían egoísmo y solidaridad. La decisión de rechazarla me parece un acto egoísta frente a los beneficios que representa la vacunación para toda la sociedad. Basta ver cómo han descendido drásticamente los casos entre nuestros mayores, el sector más vulnerable de esta pandemia. Apenas hay contagios en las residencias de ancianos ¿no es prueba suficiente para comprobar que es efectiva? Vale, es cierto que algunas han causado trombos, otras algo de fiebre, dolor de cabeza, náuseas y en la mayoría causa un poco de dolor en el bracito. Que no tenemos 5 años, seamos conscientes de la importancia de inmunizarse contra el virus.
Nos vacunamos por los abuelitos que han caído en el camino y por aquellos que ya no están con nosotros, para que no se repita y se salven vidas. Vacunarse debe ser un acto de solidaridad hacia el prójimo, pese a que alguno piense que está fuerte como la lejía. Pero que no lo olvide nadie, que también nos hemos vacunado por esos 39.000 que no lo han hecho.
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