
ABEN-L-ABBAR Y EL 9 DE OCTUBRE
FERNANDO MILLAN SÁNCHEZ |
PRESIDENTE DE LA ASOCIACIÓN VICENTE BLASCO IBÁÑEZ. VICEPRESIDENTE DE LO RAT PENAT
Miércoles, 9 de octubre 2019, 09:33
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FERNANDO MILLAN SÁNCHEZ |
PRESIDENTE DE LA ASOCIACIÓN VICENTE BLASCO IBÁÑEZ. VICEPRESIDENTE DE LO RAT PENAT
Miércoles, 9 de octubre 2019, 09:33
No volveremos a oír la voz del muecín llamando el viernes a la oración en la mezquita Aljama. Solo el tañer de las campanas podremos escuchar los fieles del Islam en la perdida Balansyya».
Estas fueron las palabras que, en una libre transcripción, incluyó Aben-L-Abbar, el más sabio de los hombres de su tiempo, historiador, filosofo y poeta, Hachib de Emir valenciano Zayyan Ben Mardanix, cuando abandonó Valencia para acudir a la corte del Rey de Túnez en demanda de una ayuda necesaria para salvar la capital de la Xarquia del acoso cristiano, en la Cassida, composición poética, que explica lo que para el Islam significaba el triunfo de los «Rumies».
Hablaba el sabio valenciano del paraíso perdido. Del paraíso prometido por el profeta del que tan bellos versos había compuesto «Al-Russafi», el más grande de los poetas del siglo XII.
Hablaba del olor de los naranjos, que perfumaban los campos, hablaba de las flores que adornaban los paseos donde los jóvenes enamorados se perdían, hablaba, en fin, del vergel más rutilante de los creyentes. Un Vergel que muy pronto si el Emir de Túnez no lo remediaba serían tierras donde la Cruz sustituiría a la Media Luna.
La Cassida fue tan sentida, tan hermosa que el señor de Túnez decidió ayudar a sus hermanos en la fe mas allá del mar. Ordenó que una escuadra se pusiera a disposición del enviado del Emir valenciana. Iría cargada de oro para pagar a los mercenarios que defenderían la joya del Islam. Guerreros tunecinos iban pocos porque su ejercito le era necesario para defender su reino
Zarparon los barcos con destino a Balansyya. El tiempo fue favorable y muy pronto distinguieron las costas que eran su destino. Los arenales no estaban vacíos. Sobre ellos cabalgaban los jinetes cristianos.
Aben-l-Abbar supo que Balansiyya estaba perdida. Los barcos de Túnez arribaron a las costas de Denia. Allí depositaron los tesoros que traían. Tesoros que eran ya inútiles porque no quedaba tiempo para forjar un ejército de mercenarios capaz de salvar la ciudad sitiada.
Pero algo era evidente, el honor de los sitiados según las leyes de la caballería se había salvado. Habían pedido ayuda y nadie había acudido para ayudarles. Podrían iniciarse las conversaciones para cortar el asalto de la ciudad.
Fueron días de encuentro entre los enviados del rey cristiano y los negociadores del Emir Musulmán. Negociaciones que culminaron con un acuerdo que ambas partes firmaron. La ciudad de Balansiyya sería entregada al rey Aragonés Jaime I. Y las tierras y castillos que se extendían hasta el rio Xuquer. Los de más allá seríam feudo del señor de los musulmanes que se declaraba vasallo del monarca cristiano.
A cambio de la oferta musulmana el rey de los cristianos, como señor natural, se declaraba protector de los musulmanes que podrían, en sus nuevos estados, seguir siendo fieles al Islam sin que nadie les molestase.
Una paz que firmó en nombre de su señor Zayyan el ministro Aben-l-Abbar el 29 de septiembre del año 1237. Su tarea estaba cumplida. Nada le detenía en su amada Balansyya marchó al exilio de Túnez donde pasado el tiempo sería ajusticiado.
Durante 9 días el muecín pudo seguir llamando a la oración desde el minarete de la mezquita Aljama. Cerrado el 8 de octubre la voz del muecín enmudeció.
El día 9 de octubre Jaime el conquistador atravesó cabalgando la ciudad de Balansyya, la antigua Marinah-l-Durab, acompañado por sus caballeros y sus hombre de armas, hasta detenerse a las puertas de la mezquita. En el interior le esperaba el arzobispo designado por Roma para santificar el recinto.
El solemne Te Deum celebrado fue el símbolo que haría conocer al mundo el poder del cristianismo hispano. El Emirato de Blansyya se convertía en el Reino de Valencia al tiempo que la mezquita se convertía en la nueva Catedral. El repicar de las campanas hizo llegar su voz a todos los rincones de la nueva ciudad cristiana.
¿Y si los relatados son los hechos históricos conocidos, si el solemne Te Deum fue la señal del reino cristiano de Valencia, por que las autoridades valencianas impiden que la procesión cívica que anualmente se realiza, detengan su marcha en la Catedral para asistir al Te Deum?
Solo dos razones me parecen posibles. La absoluta ignorancia de la historia de Valencia que acompaña a quienes se proclaman representantes de los valencianos y una anticuada situación anticlerical que confunde la defensa de la sociedad laica con la implantación de una política que penaliza las creencias y las tradiciones.
Que los políticos son en buena medida unos ignorantes de la historia en general y de la valenciana en particular es cosa sabida. Hasta el extremo de que es preciso recordarles que la actual procesión cívica, la promovida por Lo Rat Penat en las primeras décadas del siglo XX, es un homenaje al rey Jaime cuya estatua ocupa el espacio conocido desde el año 1868. Obra de quienes fueron capaces de hacer triunfar nuestra renaixença.
Pero la procesión en recuerdo de la cristianización del reino de Valencia existía, con datos fechados, desde la celebración del primer centenario de la entrada de D. Jaime en Valencia.
Si lo que celebramos el 9 de octubre es el nacimiento del nuevo reino de Valencia, el Te Deum en la Catedral es su símbolo esencial. La realidad es que la actual procesión cívica no pasa de ser un homenaje al rey D. Jaime al eliminar el acto histórico que tuvo lugar en el siglo XII.
¿Y que decir de es imagen anticlerical arcaica y totalitaria que se adorna con las palabras de los defensores de las libertades?
Recuerdo al respecto las palabras de D. Manuel Bartolome Cossio, el hombre que sucedió a D. Francisco Giner de los Rios en la dirección de la Institución Libre de Enseñanza cuando le informaron de que el gobierno republicano había decidido impedir que las órdenes religiosas se dedicaran a la enseñanza: «¿Entonces tendremos que cerrar nosotros también el colegio de la Institución?»
El Reino de Valencia que hoy conocemos, el forjado por la historia es el reino que nació en el Te Deum celebrado en la Catedral de Valencia en el 1837.
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