Urgente Morant pide elecciones anticipadas para justificar su rechazo a la moción de censura contra Mazón

Aunque Amelia Valcárcel ha ocupado en los últimos meses un protagonismo inesperado por oponerse claramente al modo de entender el feminismo del gobierno Frankenstein, que ... su propio partido está legitimando, en el mundo académico y filosófico la conocemos porque fue la traductora de 'Tras la virtud'. Este es uno de los libros más importantes de la ética y la política contemporánea porque analiza desde el capítulo segundo lo que su autor, Alasdair MacIntyre, llama «la naturaleza del desacuerdo moral actual y las pretensiones del emotivismo». El libro es de 1984 y la propia profesora Valcárcel se empeñó para que apareciera en español en el año 1987. En ese capítulo, este pensador de origen escocés y de nacionalidad norteamericana pide que nos fijemos en tres cuestiones en las que se producen habitualmente los desacuerdos de sociedades modernas: la guerra, la justicia y el aborto.

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La profesora Valcárcel sabía la importancia que tendría este libro en los años siguientes, pero no se imaginaba que la sociedad española se construyera de espaldas a estas reflexiones y siguiera sin articular con argumentos los desacuerdos razonables; desacuerdos existentes cuando las sociedades pasan de regirse por un único código moral a regirse por varios códigos morales. En el caso de la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo (IVE), la sociedad esperaba que el Tribunal Constitucional resolviera el recurso que presentó el PP ante la modificación que realizó el PSOE de Zapatero, porque modificó la ley de supuestos cambiándola por una ley de plazos. La sociedad esperaba que el guirigay emocional se calmara con los argumentos del Constitucional y los desacuerdos racionales se transforman en acuerdos razonables. Siempre para proteger la vida de todos y no caer en el «emotivismo moral» diagnosticado por MacIntyre.

El emotivismo reduce la vida moral al guirigay emocional y cuando lo aplicamos a los espacios públicos es el combustible preferido por los profesionales de la polarización política inducida. Es la primera lección que aprenden los politólogos incendiarios para incentivar la desconfianza, generar cortinas de humo y enfrentar calculadamente a la ciudadanía. Todos los argumentos que proporcionaba Juan García Gallardo, el vicepresidente de la Junta de Castilla y León, que no eran nuevos, han sido despreciados por gran parte de la opinión pública y el gobierno, enfangando innecesariamente la vida pública. Nos esperan semanas de pirómanos gubernamentales que, en lugar de agradecer la aportación de propuestas y argumentos, se dedicarán a incendiar los espacios públicos. Como diría MacIntyre, malos tiempos para una narrativa pública compartida.

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